Columna

La separación de los océanos

India y Turquía, dos naciones que hasta hace poco se enorgullecían de su pluralismo apuestan por fundir Estado y religión

Templo de Ayodhya, en el estado de Uttar Pradesh, en el norte de la India.Rajesh Kumar Singh (AP)

La reislamización de Santa Sofía en Turquía y la construcción del templo de Ayodhya sobre las ruinas de una mezquita en la India, nos recuerdan con qué facilidad se pueden revertir los avances de convivencia religiosa conquistados y consolidados durante décadas. Dos naciones que hasta hace poco se enorgullecían de su pluralismo apuestan por fundir Estado y religión.

En Turquía, durante la inauguración de la mezquita, el ministro de religiones, sable en mano, elogiaba desde el mimbar al conquistador de Constantinopla, Mehmed II. En la India, Narendra Modi colocó la primera piedra del con...

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La reislamización de Santa Sofía en Turquía y la construcción del templo de Ayodhya sobre las ruinas de una mezquita en la India, nos recuerdan con qué facilidad se pueden revertir los avances de convivencia religiosa conquistados y consolidados durante décadas. Dos naciones que hasta hace poco se enorgullecían de su pluralismo apuestan por fundir Estado y religión.

En Turquía, durante la inauguración de la mezquita, el ministro de religiones, sable en mano, elogiaba desde el mimbar al conquistador de Constantinopla, Mehmed II. En la India, Narendra Modi colocó la primera piedra del controvertido templo el 5 de agosto, fecha en la que se cumplía un año de la anulación del estatuto de autonomía de Cachemira. Ese día se celebraba el 60º aniversario del estreno en Bombay de la magnífica superproducción Mughal-e-Azam, una joya del cine indio que, en palabras de la académica Ira Bashkar, articula una visión sobre la nación, la ley y la disidencia acorde con los valores de tolerancia y pluralismo que han hecho de la India un referente de la coexistencia religiosa.

Ambientada en la corte del emperador mogol Akbar, en la India del siglo XVI, la película cuenta el desencuentro entre este y su hijo, el príncipe Salim, por la relación que mantiene con una bayadera de la corte. Akbar, una de las grandes figuras de la historia universal, fue el artífice de un gobierno cosmopolita inclusivo y aperturista. Adoptó la política del sincretismo religioso y creó una nueva práctica devocional, din-i-illahi, “la religión de Dios”, que incluía aspectos del islam y del resto de religiones que había explorado. Formó un seminario de filosofía con eruditos hindúes, jainistas, parsis, judíos, y al que asistió el jesuita español Antonio Monserrate. Más lejos fue su nieto y aspirante al trono, Dara Shikoh, que escribió un tratado, El encuentro de los dos océanos, en referencia a las civilizaciones islámica e hindú, en el que afirmaba que sus respectivos textos sagrados compartían una misma enseñanza, anulando de este modo cualquier pretensión de superioridad entre ellas. En pocas ocasiones el mundo islámico, y las creencias monoteístas en general, alcanzaron cotas tan elevadas de integración. Durante décadas la India contemporánea ha mantenido este referente del que ahora se aparta, habiendo nombrado incluso a un científico nuclear musulmán para la presidencia del Estado, por iniciativa del Partido Nacionalista Hindú, el BJP. Pakistán, por su parte, con Jinnah pudo haber incorporado el legado de Akbar al acervo nacional, pero apostó por alentar la hindufobia. Hasta de permitir la práctica de conversión forzosa de niñas no musulmanas, que denuncia la Comisión de Derechos Humanos.

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La mezquita de Santa Sofía, el templo de Ayodhya. Dos episodios que encarnan una nueva era de mayoritarismo religioso. Son decisiones que apuntan hacia la separación de los océanos. @evabor3

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