Columna

Dos gobiernos, dos reyes

Ahora urgen presupuestos y rastreadores, no guillotinas

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias al inicio de la Conferencia de Presidentes que tuvo lugar en San Millán de la Cogolla.Chema Moya (EFE)

Un año atrás, en el verano de 2019, Sánchez exponía un argumento irreprochable para cuestionar la vía de un Gobierno en coalición con Podemos: “No necesitamos dos Gobiernos en uno, sino un Gobierno con un mensaje coherente”. Poco después enfatizaba: “Es importante un Gobierno con un mensaje coherente y no un cogobierno”. Semanas más tarde, en septiembre, abocados a la repetición electoral, el PSOE tuiteaba a Sánchez insistiendo en el temor al Gobierno de coalición que quería Iglesias: “Dos Gobiernos en uno”. Sánchez tenía esa idea bien clara, y un temor acuciante a que sucediera. Después se im...

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Un año atrás, en el verano de 2019, Sánchez exponía un argumento irreprochable para cuestionar la vía de un Gobierno en coalición con Podemos: “No necesitamos dos Gobiernos en uno, sino un Gobierno con un mensaje coherente”. Poco después enfatizaba: “Es importante un Gobierno con un mensaje coherente y no un cogobierno”. Semanas más tarde, en septiembre, abocados a la repetición electoral, el PSOE tuiteaba a Sánchez insistiendo en el temor al Gobierno de coalición que quería Iglesias: “Dos Gobiernos en uno”. Sánchez tenía esa idea bien clara, y un temor acuciante a que sucediera. Después se impuso la aritmética parlamentaria, pero esta semana, por dos veces, Podemos ha demostrado que Sánchez tenía razón: primero, al desmarcarse de la negociación con Ciudadanos; después, a la carga no contra Juan Carlos I, sino contra la monarquía. En unos meses, los temores se han confirmado.

Habrá quien crea que lo que UP pone en evidencia es, por el contrario, que el responsable de que haya dos Gobiernos es Sánchez, al no compartir con sus socios las negociaciones con Cs y tampoco las gestiones con la Casa del Rey. Pero lo sucedido esta semana no es la causa de la división, sino la consecuencia. Ya desatada la pandemia, Sánchez vio a Podemos emprender caceroladas y consignas disolventes contra el Rey a cuenta de los abusos indignos del anterior rey, y ya quedó claro que no se podía esperar lealtad institucional del partido nacido con lógica antisistema contra el Régimen del 78. Pero además, Sánchez ha visto cómo Podemos, no sólo En Comú, maniobraba contra el diálogo hacia el centro alineándose con los soberanistas, incluso Bildu, hasta ensalzar a los presos como héroes de la democracia. Así difícilmente cabe, como Sánchez temía, un discurso coherente de Gobierno. En cualquier circunstancia, sería un error; ante la peor crisis en un siglo, es un disparate delirante.

Sánchez sí ha acertado anclando el debate al Pacto Constitucional, un todo que incluye la monarquía parlamentaria, no un Todo a 100 de chucherías a gusto del consumidor… o el legislador. Pero comete un error al tratar de evitar la tensión con su socio. Eso no cambiará nada. Como en la fábula del alacrán y la rana, UP no podrá resistir su naturaleza; y ya andan enredando con un proceso constituyente. Por el contrario, todo esto abona las sospechas de que Sánchez le esté facilitando ese juego incendiario —denigrar la salida de Juan Carlos I como una fuga destinada a evadirse de la justicia, falseando lo negociado por La Moncloa— para distraer a la sociedad de la gestión desastrosa de la pandemia. Sea como sea, resulta de una irresponsabilidad mayúscula permitir que Podemos aproveche la crisis económica y social, provocada por la crisis sanitaria, para dirigir el descontento contra la monarquía provocando además una crisis institucional. Ahora urgen presupuestos y rastreadores, no guillotinas. Así pues, Sánchez ha de exigir máxima transparencia al Rey respecto al rey emérito —de no hacerlo, parecerá que a La Moncloa le beneficia ese oscurantismo— y además exigir a Podemos una lealtad inexcusable desde el Gobierno. Si aún puede evitar, como él temía, que sean dos Gobiernos.

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