Editorial

Cualificación técnica

La Formación Profesional debe ser una opción de prestigio y dejar atrás la etapa en la que era considerada una respuesta al fracaso escolar

Una alumna del ciclo superior de formación profesional en la rama de Química Industrial durante una clase en el instituto de Jesuitas de Bilbao.Luis Tejido (EFE)

De los cerca de 23 millones de españoles que constituyen la población activa del país, casi la mitad (11 millones) carece de estudios que les acrediten para el ejercicio de una profesión. Este dato indica mejor que cualquier otro las limitaciones de España a la hora de enfrentar las transformaciones tecnológicas y productivas en curso, que exigen cada vez un mayor nivel de cualificación. El Gobierno acaba de dar un paso importante para la reforma de la Formación Profesional, una asignatura pendiente que han suspendido hasta ahora los sucesivos planes y leyes educativas.

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De los cerca de 23 millones de españoles que constituyen la población activa del país, casi la mitad (11 millones) carece de estudios que les acrediten para el ejercicio de una profesión. Este dato indica mejor que cualquier otro las limitaciones de España a la hora de enfrentar las transformaciones tecnológicas y productivas en curso, que exigen cada vez un mayor nivel de cualificación. El Gobierno acaba de dar un paso importante para la reforma de la Formación Profesional, una asignatura pendiente que han suspendido hasta ahora los sucesivos planes y leyes educativas.

La Formación Profesional debe ser una opción de prestigio y dejar atrás la etapa en la que era considerada una respuesta al fracaso escolar. El abandono prematuro debe combatirse desde el propio sistema educativo incidiendo sobre las causas sociales. La FP no debe concebirse como una alternativa de resignación, sino como un itinerario específico capaz de ofrecer expectativas laborales y profesionales de calidad y dar respuesta a las necesidades del sistema productivo. El Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP) prevé que en el año 2025, el 37% de los puestos de trabajo en España requerirá un alto nivel de cualificación, el 49% un nivel medio y solo un 14% precisará un nivel bajo. A pesar de que en los últimos cinco años ha aumentado un 20% el número de alumnos matriculados, la FP apenas atrae al 12% de los jóvenes, frente al 25% de otros países de nuestro entorno. La reforma en curso debe dar respuesta a este desafío.

Con una inversión de 1.500 millones de euros en cuatro años, la batería de medidas propuestas —que incluyen la unificación de las diferentes ramas en un sistema único y un aumento de la oferta en 200.000 nuevas plazas— son un buen punto de partida, a condición de que se mejore al mismo tiempo la calidad docente. Los cursos de formación en competencias digitales para el actual profesorado son esenciales, aunque dada la naturaleza de las nuevas profesiones técnicas, más bien hay que pensar en una formación permanente que actualice las habilidades docentes de los propios formadores.

El otro gran puntal de la reforma es la revisión de las titulaciones para que puedan adaptarse mejor a las demandas del sistema productivo. Las 176 que se ofrecen ahora no son pocas, pero hay importantes lagunas para cubrir las profesiones que surgirán de la actual revolución tecnológica, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial, la digitalización y la innovación. El diagnóstico está bien hecho, la reforma está en marcha, pero para que tenga éxito es necesaria la colaboración del tejido empresarial y un cambio de mentalidad que valore mucho más la importancia de invertir en capital humano y conocimiento.

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