Vietnam como inspiración
El país que mejor ha gestionado la pandemia ofrece lecciones para rebrotes y segundas olas
El genetista Ginés Morata suele decir que resolver los problemas de la ciencia en España no puede ser más fácil: basta con copiar a los países que mejor lo hacen. Él se refiere a una cuestión muy general, pero su dictamen también vale para la gestión de la pandemia de coronavirus. ¿Quién lo ha hecho mejor en estos seis meses interminables? ¿Alemania, Suecia, China? Nada de eso. El mejor ha sido Vietnam y merece la pena echar un buen vistazo a su estrategia, porque de ella se derivan lecciones vitales para afrontar nuestros molestos rebrotes y la predecible segunda ola del tsunami, que a veces ...
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El genetista Ginés Morata suele decir que resolver los problemas de la ciencia en España no puede ser más fácil: basta con copiar a los países que mejor lo hacen. Él se refiere a una cuestión muy general, pero su dictamen también vale para la gestión de la pandemia de coronavirus. ¿Quién lo ha hecho mejor en estos seis meses interminables? ¿Alemania, Suecia, China? Nada de eso. El mejor ha sido Vietnam y merece la pena echar un buen vistazo a su estrategia, porque de ella se derivan lecciones vitales para afrontar nuestros molestos rebrotes y la predecible segunda ola del tsunami, que a veces es peor que la primera. La Universidad Johns Hopkins, un nodo central del análisis de datos en la pandemia, ha presentado un análisis solvente de Christina Potter en su observatorio del brote.
Vietnam detectó los dos primeros casos de covid-19 el 23 de enero, en un padre y un hijo que habían viajado a la vecina China. A diferencia de casi cualquier otro país, sin embargo, su cifra total de infectados no llega hoy ni a 400 y sus fallecidos solo se pueden contar con un redondo y desafiante cero. No ha muerto nadie allí. ¿Cómo lo han hecho? Vietnam no es precisamente un país pequeño —casi 100 millones de habitantes— ni tampoco lo que llamaríamos un dragón asiático emergente. Su renta per capita deambula penosamente por el sector bajo del espectro de su entorno y su sistema de salud es deficiente. ¿Qué ocurre, entonces?
Para entenderlo debemos mirar al pasado, según muestran los datos de la Johns Hopkins. Ya desde la crisis del anterior coronavirus, el SARS de 2003, Vietnam decidió priorizar la salud pública por encima del impacto económico, un dilema del diablo al que Occidente no se ha tenido que enfrentar hasta ahora, con los resultados desiguales que estamos viendo. El Gobierno —de partido único— ha adoptado siempre una política de transparencia al informar a la población sobre los riesgos. Las crisis del MERS, la gripe aviar, el sarampión y el dengue no hicieron más que reforzar esas tendencias. Vietnam ha aprendido de la experiencia, a menudo por la vía dura.
Otra clave ha sido la rapidez de respuesta. Hoy sabemos que este punto es crucial y que es nuestra gran esperanza de controlar los rebrotes. Aquí no hablamos de años ni de meses, sino de un plazo tan fugaz como una semana o dos. Lo que haga la autoridad sanitaria durante esa breve ventana condiciona de manera drástica las posteriores cifras de contagiados y muertos. Vietnam empezó a examinar a los pasajeros que llegaban a los aeropuertos tan pronto como China informó de su primer deceso, el 11 de enero, cuando en Europa vivíamos todos en el país imaginario de Lewis Carroll. El ministro de Sanidad se reunió con la OMS el 15 de enero y poco después cerró las escuelas y tomó medidas estrictas de restricción de vuelos, cuarentenas y cierres de negocios desde mediados de febrero, cuando solo registraba 15 casos.
Esos esfuerzos han tenido un premio gordo, porque Vietnam es seguramente el primer país del mundo que ha podido recuperar su actividad sin riesgo y el FMI calcula que sufrirá un menor impacto económico que sus vecinos. Tenemos que hacer bien esas cuentas.