Nefasta gestión
La estrategia de Bolsonaro respecto a la pandemia está provocando víctimas innecesarias
La gestión de un episodio tan dañino y de graves consecuencias sociales y económicas como la covid-19 se ha revelado una tarea complicadísima para todos los Gobiernos del mundo. La mayor parte de la comunidad internacional ha optado por medidas drásticas —fundamentalmente el confinamiento— para aplanar la curva de contagios y muertes. Mientras, otros Ejecutivos, entre los que destacó en su momento el del Reino Unido, eligieron una actitud más laxa a la espera de resultados. También se ha visto cómo algunos Gobiernos —Reino Unido vuelve a ser el ejemplo— han cambiado de estrategia cuando se ha ...
La gestión de un episodio tan dañino y de graves consecuencias sociales y económicas como la covid-19 se ha revelado una tarea complicadísima para todos los Gobiernos del mundo. La mayor parte de la comunidad internacional ha optado por medidas drásticas —fundamentalmente el confinamiento— para aplanar la curva de contagios y muertes. Mientras, otros Ejecutivos, entre los que destacó en su momento el del Reino Unido, eligieron una actitud más laxa a la espera de resultados. También se ha visto cómo algunos Gobiernos —Reino Unido vuelve a ser el ejemplo— han cambiado de estrategia cuando se ha demostrado que la utilizada no era eficaz. Por eso resulta particularmente desconcertante el empecinamiento del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en minimizar el impacto de una enfermedad sobre la que ya no hay dudas respecto a su coste, tanto en vidas como en términos económicos. Y lo mismo sucede con su actitud de atacar y ridiculizar a quienes, con razón, advierten del peligro y piden un cambio de actitud.
Bolsonaro es uno de los políticos más negacionistas del mundo respecto a la covid-19 y Brasil ocupa la segunda posición en muertes a nivel global con más de 66.000. El otro gran negacionista es Donald Trump y EE UU ostenta el triste récord de muertos y contagios. El presidente brasileño, además, ha obviado constantemente los datos objetivos. También, lo sucedido en otras latitudes antes de que la enfermedad llegara a Brasil. Y a ello ha añadido la burla a los estudios científicos y a las instituciones que los sustentaban. Como muestra, Brasil lleva más de 50 días sin ministro de Sanidad. En mayo dimitieron consecutivamente dos titulares de dicha cartera por su total desacuerdo ante la actitud de Bolsonaro.
Y con este permanente desprecio oficialista por unas medidas mínimas de prudencia, el propio mandatario brasileño ha anunciado que ha contraído el virus. Una muy mala noticia tanto desde el punto de vista humano como institucional. Si, desgraciada e indeseablemente, la salud de Bolsonaro empeora, quedará alterada tanto la acción del Gobierno brasileño como la misma jefatura del Estado en un momento crítico en el que Brasil necesita urgentemente atajar la pandemia, mitigar sus efectos sociales y económicos y encarar su recuperación.
Sin necesidad de ser él mismo víctima del contagio, Bolsonaro (64 años), que sigue asegurando que la enfermedad no es tan grave y que afecta sobre todo a personas mayores, debería haber comprendido hace ya tiempo que su gestión de la enfermedad es nefasta, que su estrategia está causando un alto número de víctimas innecesarias y está provocando además un importante daño interior y exterior al país que preside. Y tampoco parece haber comprendido que nunca es tarde para rectificar.