Columna

Y otra vez el ‘procés’, otra vez

La gasolina del ‘procés’ fue la Gran Recesión; la profunda crisis de 2020 da alas a un ‘procés’ II

Carles Puigdemont en Bruselas el pasado 23 de junio.THIERRY ROGE (AFP)

El procesismo regresa a la agenda con el movimiento de Carles Puigdemont para crear un nuevo partido, uno más, otra vez, al margen del PdeCAT con la bandera del independentismo unilateral. Volver a todo eso, y con el fondo de 40.000 muertos, resulta ya muy jartible, ese gaditanismo a cuya semántica del hartazgo no alcanza la Real Academia Española. Ahí está ya de nuevo la ficción del derecho de autodeterminación, la República desdeclarada segundos después de su declaración cosmética y toda la faramalla retórica. Puigdemont paradójicamente ha puesto fecha el 25 de julio, festivida...

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El procesismo regresa a la agenda con el movimiento de Carles Puigdemont para crear un nuevo partido, uno más, otra vez, al margen del PdeCAT con la bandera del independentismo unilateral. Volver a todo eso, y con el fondo de 40.000 muertos, resulta ya muy jartible, ese gaditanismo a cuya semántica del hartazgo no alcanza la Real Academia Española. Ahí está ya de nuevo la ficción del derecho de autodeterminación, la República desdeclarada segundos después de su declaración cosmética y toda la faramalla retórica. Puigdemont paradójicamente ha puesto fecha el 25 de julio, festividad españolísima de Santiago ¡y cierra España! Para Moncloa se vienen dolores de cabeza, no ya por los amagos previsibles del prófugo, sino por la incapacidad de ERC para una hoja de ruta ajena al procesismo, tanto más en víspera de elecciones. Y todo apunta a las urnas entre el 27-S, como en 2015 con el plebiscito fallido de JxSí, y el 4-O, para exprimir una vez más el calendario sentimental del procés. Este es el plan: “Seguir acelerando el procés”.

El Gobierno trata de salirse del corsé Frankenstein, pero su mayoría de referencia es la investidura, más allá de la aritmética variable con Ciudadanos, y así se lo recuerdan cotidianamente no solo ERC o incluso Bildu —”somos incompatibles con la derecha… cumpla lo pactado— sino también su socio de Gobierno, tanto que Podemos preferiría abiertamente sumar con los abertzales contra la hegemonía del PNV, y no en vano han hecho un vídeo chusco de campaña con ese tripartito en plan Power Rangers. El sanchismo, ajeno al PSOE histórico, ha demostrado que su programa, programa, programa es el puro pragmatismo. Por demás, Pablo Iglesias ha ganado ya demasiadas batallas internas en el Gobierno, y parece que también impondrá su fiscalidad para ahuyentar a Cs, con Echenique a los mandos del aparato de propaganda. La Moncloa ahora tendrá que gestionar además la libertad de los presos con la derecha en armas clamando ¡fraude de ley! Ante eso, anular las preguntas de la prensa no parece solución.

El país debería poner toda su energía en la recuperación tras la pandemia, con la economía conectada al respirador artificial, pero en unos días estará de nuevo a expensas del procesismo. Tan pronto los focos se apaguen en Euskadi y Galicia, Puigdemont marcará la agenda hasta la ebullición de la Diada. Es el prófugo quien manda, no su doméstico, aunque aún deberá resolver cómo gestionar un partido sin las subvenciones y espacios electorales de la marca JxCat. Y no cabe contar con que ERC tenga capacidad de reacción; de hecho, nunca la ha tenido desde 2012, siempre a rebufo de los exconvergentes. Sí, 2012. El aniversario de la sentencia del Estatut en 2010 solo es una coartada, porque la movilización empieza con Artur Mas en el helicóptero al comprender que la crisis los arrollará, y envolviéndose en la bandera de Espanya ens roba. El combustible del procés fue la crisis de 2008, y la profunda crisis de 2020 da margen para un procés II. Que nadie espere que el país en ruinas vaya a alterar sus planes. Al revés.

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