Columna

¿Brasil empieza a poner de rodillas a Bolsonaro?

El mandatario ultraconservador se ha visto contra las cuerdas en un Brasil que no quiere el regreso del autoritarismo

Un hombre encapuchado sostiene un cartel durante una manifestación en contra del presidente Jair Bolsonaro, este domingo, en Sao Paulo.Sebastiao Moreira (EFE)

A veces la luz llega antes del amanecer. Brasil había empezado con Bolsonaro a entrar en el túnel oscuro de las amenazas a la democracia. De repente, casi en un juego de magia, el presidente que iba de nuevo como un dictador aporreando a cada instante los valores de la democracia, burlándose de ella, parece haberse convertido en un pacífico Francisco de Asís.

¿Cálculo? ¿Miedo? ¿Cansancio de verse arrinconado dentro y fuera del país? No importa. Lo cierto es que los presagios sobre la muerte de la democracia parecen haberse disipado por un momento. Bolsonaro por primera vez habla de diál...

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A veces la luz llega antes del amanecer. Brasil había empezado con Bolsonaro a entrar en el túnel oscuro de las amenazas a la democracia. De repente, casi en un juego de magia, el presidente que iba de nuevo como un dictador aporreando a cada instante los valores de la democracia, burlándose de ella, parece haberse convertido en un pacífico Francisco de Asís.

¿Cálculo? ¿Miedo? ¿Cansancio de verse arrinconado dentro y fuera del país? No importa. Lo cierto es que los presagios sobre la muerte de la democracia parecen haberse disipado por un momento. Bolsonaro por primera vez habla de diálogo, de reconciliación y defiende, asústense, la democracia.

Aún no sabemos si esa aparente conversión de Bolsonaro será sólo un paréntesis para retomar fuerzas y volver a embestir con sus armas de muerte. Una cosa es cierta: Bolsonaro en este momento se ha visto de repente puesto doblemente de rodillas. Por los militares que parecen haber conseguido frenar sus ímpetus golpistas amenazándole con salir del Gobierno y dejarle sólo, y por el importante sondeo de Datafolha, según el cual el 75% de los brasileños apuesta hoy por la democracia, mientras que un aplastante 91% considera la política de las fake news tan queridas, usadas y abusadas por las huestes de Bolsonaro, como contrarias y ofensivas a la democracia.

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Revelan también el deseo de derrotar el autoritarismo del presidente los diferentes e importantes movimientos a favor de la democracia que están apareciendo entre gente de todas las categorías culturales y sociales. Y a ello se une también el miedo de Bolsonaro a los fantasmas que acechan y amenazan a toda su familia desde el asesinato de la activista Marielle Franco a la reciente detención de Fabrício Queiroz, un policía jubilado y exasesor del senador Flávio Bolsonaro, y quien tantos secretos guarda, que deben estar quitándole el sueño al mandatario.

Al parecer, Bolsonaro había confiado últimamente a algunos amigos que empezaba a estar cansado de tantas peleas. No sabemos si se trata de cansancio o miedo. Da lo mismo. No creo realmente en una conversión del presidente, incapaz de arrepentimientos, ya que sus delirios de autoritarismo y sus nostalgias de viejas dictaduras y prácticas abominables de tortura siguen vivas en él. Lo importante es que parece que los astros se están uniendo para detener el brazo suicida de sus locuras de rupturas democráticas y que está pidiendo un diálogo hasta con su enemigo mortal, el Supremo Tribunal Federal.

Los movimientos de resistencia a la barbarie y la unión de todas las fuerzas democráticas contra los oscurantismos políticos, culturales y sociales han sido tantas veces victoriosos en la convulsa historia de la humanidad. Y es que con todos los horrores y amenazas de hoy a la democracia, el mundo es mejor que ayer. Es mentira el dicho de que “tiempos pasados fueron mejores”. Al revés, fueron siempre peores que hoy aunque nos cueste admitirlo. Basta con ver lo que eran los derechos de la mujer hace sólo cien años. Lo que era la defensa de los derechos humanos, las guerras que asolaban a Europa, la miseria de la mayor parte del mundo, la pobreza de la medicina y los muertos por hambre y desnutrición.

Si el mundo de hoy aún nos horroriza es porque hemos perdido la memoria de lo que ya fue la historia. Ello no justifica ni la pobreza ni la violencia ni los atropellos a los derechos humanos aún hoy vivos en tantos lugares del mundo. Pero en su totalidad el mundo es hoy, como nos recuerdan los científicos y los sociólogos, mil veces mejor que en el pasado.

Es verdad que la Humanidad ha caminado siempre a tropezones entre luces y tinieblas, pero nunca ha habido una conciencia mayor que hoy a favor de las libertades y los derechos humanos. No estamos en el cielo, pero tampoco ya en el infierno que un día fue la Humanidad.

Ojalá la nueva pesadilla que vive Brasil de estar gobernada por un presidente con nostalgias de un pasado de horrores que queremos olvidar acabe pronto, y que este país pueda emprender de nuevo el camino de paz que había conquistado y que era aplaudido por los países más civilizados. Ojalá que los jóvenes brasileños que no conocieron la barbarie de las dictaduras, que en Brasil son millones, y que hoy apuestan en la democracia sean el nuevo fermento de esperanza contra el oscurantismo en el que país había empezado a entrar.

¿Demasiado optimista? Quizás, pero mi edad me permite soñar para que mis nietos puedan disfrutar del Brasil que merecen y que nadie tiene el derecho de robarles. Déjenme soñar por una vez con las estrellas. Viví de niño una terrible guerra civil y después una cruel dictadura de 40 años. Déjenme soñar para los niños y jóvenes brasileños lo que a mi me negó la vida.

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