Gracias a los libros
Decía Cicerón: si cerca de una biblioteca tenéis un jardín, ya no os faltará de nada. A muchos, durante el estricto y anormal confinamiento que hemos padecido a causa del virus, nos ha faltado el jardín y, por tanto, algo tan fundamental como el aire, la luz y el sol. Hemos tenido los libros. Con los libros vivimos la vida de los demás, ensanchamos el tiempo y el espacio y nos enriquecemos mental y espiritualmente. También leemos para saber que no estamos solos. Un abolicionista americano dijo que “una vez aprendas a leer, serás libre para siempre”, pero pensamos que no bastará con aprender a ...
Decía Cicerón: si cerca de una biblioteca tenéis un jardín, ya no os faltará de nada. A muchos, durante el estricto y anormal confinamiento que hemos padecido a causa del virus, nos ha faltado el jardín y, por tanto, algo tan fundamental como el aire, la luz y el sol. Hemos tenido los libros. Con los libros vivimos la vida de los demás, ensanchamos el tiempo y el espacio y nos enriquecemos mental y espiritualmente. También leemos para saber que no estamos solos. Un abolicionista americano dijo que “una vez aprendas a leer, serás libre para siempre”, pero pensamos que no bastará con aprender a leer, será imprescindible ejercitar lo aprendido, incluso adquirir el sano vicio de la lectura. Los libros liberan y agudizan el espíritu crítico. Santa Teresa, que era una monja andariega, muy culta y rebelde, tenía un lema sabio: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”. En el impensado encierro de la dichosa pandemia, me acordaba siempre de Cervantes, que dijo aquello de “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Era un consuelo, mientras leía mucho y paseaba por el pasillo de casa.
José Fuentes Miranda. Badajoz