Columna

¿Rectificará el PP?

El partido ha andado desnortado en todo este período de estado de alarma

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y su portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, en el Congreso, el pasado 17 de junio.Ignacio Gil / Pool (Europa Press)

El Partido Popular ha andado desnortado en todo este periodo de estado de alarma. No ha dado la sensación de ser un partido serio, con un plan de actuación coherente, sino de una formación política obsesionada por aprovechar el momento de una hipotética debilidad del Gobierno y por no perder futuros votantes por el lado de Vox. Con este tipo de complejos se pierde perfil propio y se muestra inseguridad.

Quizás Pablo Casado pensaba que los muertos, los contagiados, el caos hospitalario y la dureza del confinamiento hundirían al PSOE de Pedro Sánchez. Pero no ha sido el caso. Según la ma...

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El Partido Popular ha andado desnortado en todo este periodo de estado de alarma. No ha dado la sensación de ser un partido serio, con un plan de actuación coherente, sino de una formación política obsesionada por aprovechar el momento de una hipotética debilidad del Gobierno y por no perder futuros votantes por el lado de Vox. Con este tipo de complejos se pierde perfil propio y se muestra inseguridad.

Quizás Pablo Casado pensaba que los muertos, los contagiados, el caos hospitalario y la dureza del confinamiento hundirían al PSOE de Pedro Sánchez. Pero no ha sido el caso. Según la mayoría de los sondeos, el Gobierno no ha actuado con gran acierto, pero cualquier otro partido no lo hubiera hecho mejor. No estábamos preparados para hacer frente a una pandemia de tal calibre, al igual que otros países de nuestro entorno.

Por tanto, al PSOE no le han pasado factura sus errores, ni siquiera el retraso a la hora de tomar medidas, y se mantiene con el apoyo electoral que tenía en las elecciones pasadas, que tampoco era para echar cohetes. Pero ahora estamos entrando en otra fase mucho más complicada y, quizás, dramática: la de tomar medidas frente a una crisis económica y social, y también política; la que se llama, no sé si impropiamente, la fase de reconstrucción. No será breve, dos o tres años como mínimo, y con unos meses próximos extremadamente conflictivos.

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Estos meses pueden ser un gran caldo de cultivo para el populismo: Podemos, Vox e independentistas. No parece que ninguno de ellos haya sacado tajada de la fase sanitaria. Pero pueden obtenerla por el malestar social que se vislumbra para el futuro inmediato. Las soluciones fáciles y falsas (política económica basada sólo en la asistencia social, echar la culpa a la Unión Europea y a las autonomías o pensar que la solución es la independencia) pueden ser la gran tentación de muchos si los partidos centrales no saben explicarse y convencer.

Es ahí donde la función del PP es indispensable y para que sea un partido confiable debe cambiar su forma de hacer oposición. Aunque el partido de Casado desconfíe de Sánchez, y tiene muchas razones para ello, debe considerar que su principal adversario es el mundo del populismo. Como al final el PSOE también quedará convencido de ello, todo esfuerzo de aproximación, aunque les cueste a ambos, tendrá su recompensa electoral. Volverá a ser un partido serio. Y en ese punto, es clave la acción conjunta en la UE.

No nos hagamos muchas ilusiones, de aquí a diciembre las cosas pueden ir mal, muy mal o pésimamente mal. Hay que evitar el escenario pésimo e intentar que la situación se estabilice entre lo malo y lo muy malo. Ahí tiene un papel clave el PP.

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