Columna

Prisas por empeorar

Trump ha tirado primero el G7 a la papelera en plena pandemia y luego demostrado su inquina contra la justicia internacional

Angela Merkel y Donald Trump en la Cumbre del G7 que se celebró en Taormina (Sicilia).Sean Gallup (Getty Images)

No hay tregua. La gestión de las crisis es acumulativa. Donald Trump no espera a que termine una para sembrar la cizaña en la siguiente. Con la pandemia bien viva y la recesión en curso, su airada respuesta a las manifestaciones contra la violencia policial ha superado todas las expectativas.

Está visto que el encabalgamiento de tantas crisis sucesivas llegará hasta la elección presidencial. Si no lo liquidan, habrá que abrocharse bien los cinturones ante lo que nos espera con cuatro años más de una presidencia previsiblemente más desatada todavía.

Incluso si sucede lo contrario...

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No hay tregua. La gestión de las crisis es acumulativa. Donald Trump no espera a que termine una para sembrar la cizaña en la siguiente. Con la pandemia bien viva y la recesión en curso, su airada respuesta a las manifestaciones contra la violencia policial ha superado todas las expectativas.

Está visto que el encabalgamiento de tantas crisis sucesivas llegará hasta la elección presidencial. Si no lo liquidan, habrá que abrocharse bien los cinturones ante lo que nos espera con cuatro años más de una presidencia previsiblemente más desatada todavía.

Incluso si sucede lo contrario, antes de suspirar aliviados habrá que revisar dos cuestiones cruciales. Primero, cómo será la transición presidencial, dada la escasa disposición de quien no suele reconocer las victorias ajenas ni la legitimidad de sus adversarios. Y segundo, hasta dónde llega la desolación tras el paso de este Atila americano.

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Los últimos despropósitos indican que la destrucción seguirá hasta el 3 de noviembre. Trump se ha cargado tantas cosas que pudiera parecer que ya no viene de una más. Pero no es así, y basta el ejemplo de las dos últimas, engullidas por la tempestad desencadenada en Minneapolis.

La primera ha sido el aplazamiento hasta septiembre de la reunión anual del G7, que debía celebrarse a principios de junio y probablemente ya no se celebrará o quizás dejará de existir.

La segunda es el anuncio de sanciones económicas y denegación de visados para viajar a EE UU a los juristas de la Corte Penal Internacional, en represalia por sus acusaciones contra militares y agentes secretos de EE UU, sospechosos de crímenes de guerra en Afganistán.

Como presidente de turno del G7, Trump quiso reunir de forma presencial al grupo de los países más ricos en Camp David para mandar un mensaje de recuperación económica. La negativa de Angela Merkel, dispuesta solo a conectar en remoto, lo ha llevado a desentenderse del actual G7 y proponer una nueva convocatoria en septiembre con Rusia, Corea del Sur, India y Australia, en vísperas de su campaña electoral.

En apenas una semana y en plena pandemia, ha tirado primero el G7 a la papelera y luego demostrado su inquina contra la justicia internacional, como si estuviera empeñado en asegurar el empeoramiento del mundo antes de dejar la presidencia.

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