Columna

Mujeres, viejos y niños

La derecha, da lo mismo la social, que la política, que la judicial, que la doméstica, que la policial, piensa, al parecer, que ponerles la rodilla en el cuello es lo más normal

Manifestación del 8-M en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

Las mujeres y los viejos son en España como los negros en Estados Unidos. Y la derecha, da lo mismo la social, que la política, que la judicial, que la doméstica, que la policial, piensa, al parecer, que ponerles la rodilla en el cuello es lo más normal.

A los viejos, que para muchos periodistas empiezan a serlo con 60 años, se les ha estado arrumbando en las llamadas residencias de mayores para que el primer virus que pasara los hiciera suyos para siempre. La mayor parte de los muertos achacados a la covid-19 se ha producido en la franja más alta de edad y en sitios que le costaban un...

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Las mujeres y los viejos son en España como los negros en Estados Unidos. Y la derecha, da lo mismo la social, que la política, que la judicial, que la doméstica, que la policial, piensa, al parecer, que ponerles la rodilla en el cuello es lo más normal.

A los viejos, que para muchos periodistas empiezan a serlo con 60 años, se les ha estado arrumbando en las llamadas residencias de mayores para que el primer virus que pasara los hiciera suyos para siempre. La mayor parte de los muertos achacados a la covid-19 se ha producido en la franja más alta de edad y en sitios que le costaban una pasta a la familia. Y que no siempre, ni mucho menos, eran vaciaderos donde las familias se quitaban de problemas.

Ese asunto nos lo tendrá que explicar Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid. O alguien. Los mayores han muerto como chinches, de manera indigna, en muchas de esas residencias.

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La derecha no se ha sentido satisfecha con los mayores.

Es darle la vuelta a lo que decían siempre los militares, que tendían a proteger las vidas de mujeres, niños y ancianos.

Porque detrás de los mayores, han venido las mujeres. Esas gritonas que piden derechos civiles. La manifestación del 8 de marzo ha sido, según algún juez, algunos guardias civiles y la mitad de la madrileña calle de Núñez de Balboa, la fuente fundamental de bichos que han matado más de 27.000 españoles. Ni Abd el-Krim ni Santiago Carrillo llegaron a tanto. Illa y Simón, que de Sánchez son.

Ni el partido de fútbol del Atlético de Madrid con el Liverpool, que se celebró el 11 de marzo, ni las miles de ceremonias católicas que se hicieron esos días en tantas iglesias españolas, han sido investigadas por guardias ni jueces. Esos actos tampoco fueron prohibidos por el Gobierno de Sánchez.

Porque habiendo mujeres que quieren tener derechos, a qué se va a mirar a otro lado.

Quedan tan solo los niños, que España va a proteger con una de las más progresistas leyes del mundo, según James Rhodes, un estupendo pianista y un, a su pesar, experto en malos tratos a la infancia.

Estamos a tiempo para que, desde Núñez de Balboa, se dé el impulso para que tengamos a la terna de niños, mujeres y viejos en primera fila de rodillazo.

Porque no tenemos casi negros.


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