Columna

Hay que superar el pensamiento occidental

No se puede crear otro mundo con la misma matriz que nos ha llevado al abismo

Davi Kopenawa Yanomami, en Roraima (Brasil).bruno torturra (divulgação)

La pandemia ha impuesto la necesidad imperiosa de producir reflexión y cambio. Pensadores han escrito ensayos a la velocidad de la emergencia. Pero hay que entender quiénes tienen el privilegio de ser escuchados. Basta pasearse por la prensa y la academia para darse cuenta de que son los pensadores afiliados a la tradición occidental. Aun cuando se oponen a ella, su crítica se estructura a partir de una forma de ver el mundo y de verse en el mundo. Se impone una pregunta: ¿Es posible crear otro tipo de sociedad con la misma estructura de pensamiento y de lenguaje que nos ha llevado al abismo?...

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La pandemia ha impuesto la necesidad imperiosa de producir reflexión y cambio. Pensadores han escrito ensayos a la velocidad de la emergencia. Pero hay que entender quiénes tienen el privilegio de ser escuchados. Basta pasearse por la prensa y la academia para darse cuenta de que son los pensadores afiliados a la tradición occidental. Aun cuando se oponen a ella, su crítica se estructura a partir de una forma de ver el mundo y de verse en el mundo. Se impone una pregunta: ¿Es posible crear otro tipo de sociedad con la misma estructura de pensamiento y de lenguaje que nos ha llevado al abismo?

Creo que no. Necesitamos entender el tiempo de la pandemia como un tiempo de silencio para escuchar otras voces. ¿Cuáles? Precisamente las que se han acallado violentamente en los últimos cinco siglos, como las de los pueblos originarios y los descendientes de los esclavos que vinieron de lo que los europeos llamaron África, las voces de aquellos que han resistido a los sucesivos intentos de borrarlos con el proceso de colonización y de destrucción capitalista.

Un ejemplo. El economista británico Kenneth Boulding solía distinguir entre la economía del vaquero y la economía del astronauta. El vaquero ve el mundo como un espacio abierto que se puede explotar de forma interminable. El astronauta entiende el planeta como una nave espacial, un espacio finito donde sería necesario gestionar los recursos también finitos. Hoy, Donald Trump y Jair Bolsonaro serían representantes de esa dinastía de vaqueros que ha destruido el planeta durante siglos, mientras que los científicos que llaman la atención sobre la emergencia climática tendrían a su favor unas pocas décadas de pensamiento de astronauta para convencer a una población moldeada por los vaqueros. Pensadores indígenas como Ailton Krenak y Davi Yanomami posiblemente no verían ningún sentido en esta distinción, ya que se entienden a sí mismos como naturaleza y no como otra cosa.

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Forma parte de la perversión neoliberal obligar a los líderes indígenas a vagar por Europa pidiendo apoyo para detener el exterminio de sus pueblos. Siempre están, de alguna manera, en una posición subalterna, sometidos a la lengua y a la lógica dominantes, que impide el diálogo real entre los mundos. Si queremos evitar que vuelva una normalidad mortífera para la mayoría, debemos usar la ventana de silencio que ha abierto la pandemia para escuchar a los pensadores de los mundos que han vivido varios apocalipsis, y que han sobrevivido. Estos pueblos saben lo que todos, amenazados por el virus y la crisis climática, quieren saber: cómo crear una sociedad capaz de vivir sin destruirse a sí misma y a los otros, cómo vivir después del fin del mundo.

Traducción de Meritxell Almarza.

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