El hogar como escuela
Cuando escribo esta carta hace más de dos meses que se cancelaron las clases y los niños de este país dejaron de ir a la escuela. Durante este tiempo en casa hemos intentado compaginar el trabajo esencial fuera del hogar y el teletrabajo con la función de padre y madre, profesor, monitor de ocio y entrenador personal. Hemos hecho manualidades, hemos leído, hemos escrito microcuentos, hemos jugado a las cartas, al parchís o a la oca; hemos acampado en el recibidor bajo un cielo de estrellas y planetas construido con cartulinas, hemos hecho la búsqueda del tesoro hasta convertirnos en los más di...
Cuando escribo esta carta hace más de dos meses que se cancelaron las clases y los niños de este país dejaron de ir a la escuela. Durante este tiempo en casa hemos intentado compaginar el trabajo esencial fuera del hogar y el teletrabajo con la función de padre y madre, profesor, monitor de ocio y entrenador personal. Hemos hecho manualidades, hemos leído, hemos escrito microcuentos, hemos jugado a las cartas, al parchís o a la oca; hemos acampado en el recibidor bajo un cielo de estrellas y planetas construido con cartulinas, hemos hecho la búsqueda del tesoro hasta convertirnos en los más divertidos piratas del salón y la cocina; también hemos aplaudido a las ocho de la tarde.
Hemos hecho muchas cosas durante estos más de 60 días, pero lo que no hemos logrado, ni pretendemos, es sustituir a la escuela. El hogar, ni puede ni debe sustituir a la escuela.
César Jiménez González. Terrasa (Barcelona)