Columna

Brasil está matando Brasil

Gobernado por un maníaco y con las muertes multiplicándose, el país se convierte en una amenaza para sus vecinos

Protesta en Sao Paulo contra las medidas de cuarentena.AMANDA PEROBELLI (Reuters)

Brasil empezó la semana con la muerte de Aldir Blanc, el poeta que escribió uno de los más poderosos himnos contra la dictadura militar: “La esperanza equilibrista sabe que el espectáculo de cada artista tiene que continuar”. Fallecido a los 73 por covid-19, el espectáculo de Blanc no ha podido continuar. La esperanza ya ha perdido el equilibrio en Brasil y se desliza hacia el abismo. El país de Aldir Blanc y todo su imaginario han muerto a manos del maníaco que se emborracha con su propia estupidez, estornuda y aprieta la mano de sus seguidores con los dedos pringados. Y luego dice, ante los ...

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Brasil empezó la semana con la muerte de Aldir Blanc, el poeta que escribió uno de los más poderosos himnos contra la dictadura militar: “La esperanza equilibrista sabe que el espectáculo de cada artista tiene que continuar”. Fallecido a los 73 por covid-19, el espectáculo de Blanc no ha podido continuar. La esperanza ya ha perdido el equilibrio en Brasil y se desliza hacia el abismo. El país de Aldir Blanc y todo su imaginario han muerto a manos del maníaco que se emborracha con su propia estupidez, estornuda y aprieta la mano de sus seguidores con los dedos pringados. Y luego dice, ante los miles de víctimas de la pandemia, que su irresponsabilidad ayuda a matar: “¿Y qué? ¿Qué queréis que haga?”. La muerte del poeta oficializa que el Brasil continental ha perdido su continente —su carne, su alma y sus contornos— y la poesía ya no nace.

Desgobernado por Jair Bolsonaro, Brasil se está convirtiendo en una amenaza en Latinoamérica. El domingo registró el cuarto mayor número de muertes en un día en el mundo, incluso con un enorme infrarregistro, y sus vecinos están aterrorizados. “Brasil estornuda, Paraguay tiene una neumonía”, tuiteó Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud de Paraguay, el 1 de mayo. Ese día, 63 de los 67 casos confirmados en el país eran de personas que habían llegado de Brasil. Otros países limítrofes han expresado su preocupación por la expansión de covid-19 en pleno aumento exponencial de la turbulencia política.

Brasil no es solo un gigante con 210 millones de habitantes —tanto víctimas como transmisores potenciales del coronavirus—, sino un gigante liderado por el principal villano del mundo pandémico. El domingo, una vez más, Jair Bolsonaro asistió a una manifestación que clamaba por el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal. Los golpistas son minoría, pero los lidera la familia presidencial.

Mientras se siguen viendo imágenes de cuerpos apilados y tumbas abiertas, Bolsonaro y el exministro de Justicia Sergio Moro amagan estos últimos días un duelo sin honor: Moro, el héroe decaído, intenta desinfectar su biografía cargada de ilegalidades; Bolsonaro intenta sobrevivir a las revelaciones de su exsuperministro, repentinamente afectado de un ataque de moralidad. Cuenta con el apoyo de generales encantados de volver al poder, algo hasta hace poco impensable en un país donde miles de personas aún no han encontrado los cuerpos de los familiares ejecutados por la dictadura.

Solo algunas horas después de Aldir Blanc, Brasil perdía también a Flávio Migliaccio, uno de sus actores más queridos. Asociado a la alegría por sus millones de fans, se suicidó. Como Aldir Blanc escribió: “Brazil no se merece Brasil. Brazil está matando Brasil”.

Traducción de Meritxell Almarza

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