‘Lux’, de Rosalía, religión y lenguas. Ëëp
Lo religioso, lo lingüístico y lo político han estado indisolublemente ligados, consideremos las lenguas elegidas para crear los textos sagrados y los debates para reformarlas hasta la interpretación religiosa de la diversidad lingüística
La espiritualidad ha vuelto a colocarse dentro de la cultura pop; esto ha sucedido en gran parte gracias al último disco de la mundialmente conocida cantante catalana ...
La espiritualidad ha vuelto a colocarse dentro de la cultura pop; esto ha sucedido en gran parte gracias al último disco de la mundialmente conocida cantante catalana Rosalía, titulado Lux. Columnas de opinión y textos de análisis en diversas plataformas han planteado interesantes debates sobre la función de las alusiones religiosas en un Occidente que se había narrado a sí mismo como un mundo ya casi totalmente secularizado, un mundo en donde lo religioso parecía estar ya proscrito, unas izquierdas europeas que se pensaban anticlericales aunque la religión hubiera encontrado refugio en el discurso de las cada vez más fortalecidas ultraderechas. Algunos acercamientos a lo que significa un disco como Lux y el envoltorio discursivo con el que se presenta no han dejado de mencionar que Rosalía proviene de un país que aún sigue sufriendo las secuelas de una dictadura que enarbolaba el nacional-catolicismo como principal ideología.
No será este texto una contribución a esos debates, baste decir, al respecto, que la religiosidad que he visto discutida a propósito del lanzamiento de Lux se ha centrado sobre todo en espiritualidades institucionalizadas, mayormente en las grandes religiones que han ejercido funciones de Estado a través de la historia. Son ellas a las que Lux hace referencia de manera más importante aunque trate de centrarse en la parte más mística y menos mundana y aunque haya incluido otras tradiciones religiosas de China o Japón; el debate se ha concentrado sobre todo en las grandes religiones y sobre todo en la católica a la que se alude llamativamente en la portada. En estos análisis sobre la espiritualidad no se incluye, era esperable, la diversidad de sistemas de creación de lo sagrado u otros sistemas no hegemónicos para hablar de ello. No es una crítica, se entiende que sea así dado el contexto cultural de la creadora principal de Lux, solo quería recordar que hay mucho más en el mundo de lo sagrado que las religiones y la espiritualidad.
Lo que quiero abordar aquí son más bien algunas reflexiones que tienen que ver con aspectos lingüísticos usando el lanzamiento de Lux como pretexto. Sabemos que en Lux se utilizan más de diez lenguas; de la familia lingüística indoeuropea encontramos latín antiguo y versiones tardías del latín (del siglo XXI específicamente), como el catalán (la lengua materna de Rosalía), el castellano, el italiano, el francés y el portugués; encontramos otras lenguas también indoeuropeas como el inglés, el ucraniano y el alemán además de lenguas semíticas como el árabe y el hebreo; de oriente se incluyeron mandarín y japonés. Se trata pues de un disco que incluye, sobre todo, lenguas indoeuropeas occidentales.
Lo religioso, lo lingüístico y lo político han estado indisolublemente ligados, consideremos las lenguas elegidas para crear los textos sagrados y los debates para reformarlas hasta la interpretación religiosa de la diversidad lingüística. La historia de la torre de Babel narra la existencia de la diversidad lingüística como un castigo a la osadía humana en contraste con lo que podemos hallar en el Nuevo Testamento en donde el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles que comienzan a hablar en múltiples idiomas para proclamar las maravillas de Dios. Las enormes consecuencias políticas de la Reforma Protestante de Martín Lutero están ligadas a la traducción de la Biblia al bajo alemán cuando la autoridad papal reservaba la interpretación de los textos bíblicos solo a especialistas por lo que impedía su traducción a lenguas vernáculas. Otra escisión tuvo lugar en relación con lo lingüístico, el Concilio Vaticano II abrió la posibilidad de realizar la misa en una diversidad de lenguas y dejarla de hacer en latín, esto generó protestas y rebeliones lingüísticas. Para muchos movimientos de mujeres del Islam, el acceso a la lengua en la que está escrito el Corán es parte importante de su lucha para poder así participar de la interpretación de los textos sagrados.
En esta región que algunos llaman América Latina, la traducción de catecismos y doctrinas católicas a lenguas indígenas fue un instrumento fundamental en la imposición religiosa durante la colonización. En México, ya en los años 30 del Siglo XX, la Secretaría de Educación Pública confió a una asociación protestante presbiteriana, el Instituto Lingüístico de Verano, la alfabetización de la población hablante de lengua indígena; uno de sus objetivos fue la traducción del Nuevo Testamento y otros materiales religiosos; todo esto trajo preocupantes consecuencias para la organización de las comunidades indígenas. La traducción a lenguas originarias de los textos de la revista Atalaya, la principal publicación periódica de los Testigos de Jehová me parece también más que preocupante. Hay una disputa siempre compleja entre religión, política, colonización, lucha antipatriarcal y emancipatoria que se refleja en la elección de los idiomas.
Las primeras versiones de los evangelios a las que estuve expuesta en la infancia estaban escritos en castellano peninsular, particularmente en el de Madrid. Ya sea por medio de lecturas o películas religiosas, pronto entendí que el mundo católico tenía un acento particular y utilizaba pronombres y conjugaciones especiales; aún hoy, cuando escucho hablar castellano madrileño tengo que hacer un esfuerzo para no sentir que me están hablando de algo religioso; cuando un madrileño me habla siento, al menos en los primeros segundos, que es la voz del Evangelio quien se dirige a mí. En Iztapalapa, una alcaldía popular de la Ciudad de México, se celebra año con año una muy famosa representación de la Pasión de Cristo, la primera vez que asistí fue impactante para mí escuchar a quien interpretaba a Jesús, con un maravilloso acento chilango popular, decir la siguiente frase: “Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”. También para el imaginario de las colonias populares de la Ciudad de México, la Biblia habla madrileño.
Los vaivenes entre la religión, lo político y lo lingüístico tomaron fuerza una vez más con el lanzamiento de Lux. En el disco participa el maravilloso coro infantil de la Escolanía del santuario de la Virgen de Monserrat, un elemento importante dentro del relato identitario de Cataluña; el hecho de que el coro haya cantado en castellano y no en catalán despertó controversia y lamentaciones, considerando la preocupación por el descenso en el uso social del catalán. La compleja relación entre el catalán, el castellano, sus variantes, el movimiento antiracista y la migración aterrizó una vez más en un asunto lingüístico dentro del disco de una artista que ha pretendido, al parecer sin éxito, escapar de las discusiones profanas y refugiarse, asépticamente, en el mundo de lo místico, tal vez para evitar así posicionarse políticamente en muchos graves asuntos mundanos.