Un año sin oposición
El primer aniversario de Claudia Sheinbaum en el poder eclipsa otra realidad: la presidenta tiene nulos contrapesos políticos
En estos días se cumplió un año del gobierno de Claudia Sheinbaum. En los análisis hemos visto de todo: que si en los hechos rompió con el expresidente, que si los claroscuros, que si es ave que cruza el pantano sin mancharse, que si es valiente y mandona, que si la relación con el pasado se teje de día y se desteje en la tarde, que si ya se soltó, que si está por encima de las diferencias de su partido; que si ya acabó con sus odiados enemigos i...
En estos días se cumplió un año del gobierno de Claudia Sheinbaum. En los análisis hemos visto de todo: que si en los hechos rompió con el expresidente, que si los claroscuros, que si es ave que cruza el pantano sin mancharse, que si es valiente y mandona, que si la relación con el pasado se teje de día y se desteje en la tarde, que si ya se soltó, que si está por encima de las diferencias de su partido; que si ya acabó con sus odiados enemigos internos, que todo lo hace a su tiempo y modo o que si es puro continuismo. Que cada quien tome lo que le guste. Lo cierto es que sí hemos podido apreciar cómo la presidenta tiene ya un sello personal muy claro en sus posiciones políticas.
Por supuesto que en un año se pueden hacer grandes cosas y grandes destrozos, como enviar criminales a Estados Unidos y destruir el Poder Judicial, ambos actos políticos de la presidenta. Sin embargo, vale la pena que nos detengamos también en el aniversario de otra situación política: llevamos un año sin oposición. Es claro que los partidos aliados del gobierno (Verde, PT) no cuentan como opositores, aunque a veces amenacen con serlo. No está en sus genes, nacieron como satélites y así seguirán, aunque ahora tienen mucho mayor fuerza que en cualquier momento de su historia. Por otro lado está MC (debo aclarar que uno de mis hijos es legislador de ese partido), un partido en constante crecimiento en su imagen y que en diversas encuestas aparece como segundo o tercer lugar en las preferencias electorales. Sus adversarios lo consideran chico, pero los números dicen otra cosa.
Los partidos llamados “grandes” PRI, PAN y PRD, atraviesan sus peores momentos. El PRD fue dado de baja por el electorado. Un partido ahogado en el descrédito y la corrupción. Como cruel paradoja de ese partido, desde que lo dejó López Obrador solamente fue para abajo hasta desaparecer: su éxito fue de la mano de AMLO y su extinción, también. Desde las alturas de su dominio el tabasqueño vio como sin él no eran nada.
La reciente encuesta de Enkoll, publicada en El País, trae pésimas noticias para el PAN y el PRI. El presidente del PRI es el político peor calificado y tiene 67 puntos negativos. En términos de partidos, el PRI tiene 73 negativos y el PAN 58, mientras Morena solamente tiene 24. Los opositores pueden alegar lo que quieran: que las encuestas están mal, que no dicen la verdad, que ellos “tienen otros datos”. Es claro que están hundidos y no se ve cómo van a salir del hoyo. El PRI parce perfilarse como un partido regional en la zona lagunera y el PAN como partido del Bajío. Y eso mientras no haya elecciones, que seguramente no serán un día de campo. Lo más vistoso que tiene ahora el PRI es un presidente que pasa de un escándalo a otro y un documental sobre su fin, en el que todos se avientan la bolita. El PAN ni documental tiene.
López Obrador tuvo una característica relevante: fue un opositor contumaz, persistente. Desquiciaba al gobierno en turno. Su necedad también era fortaleza. Nada aprobaba, nada le gustaba, todo era motivo de denuncia y acusación. Era opositor en toda la extensión de la palabra. Quizá a nuestros opositores les haga falta, como dicen por ahí, “lópezobradorear”. Por supuesto que hay gente que lo hace sistemáticamente y da la batalla, pero son casos aislados, personajes con presencia mediática, pero con poca influencia en sus partidos.
La falta de oposición ha llevado a nuestra vida pública a depender de Morena y sus gobiernos, lo que evidentemente constituye un proceso avanzado de degradación. Hablar de las tropelías de Andy, de los delitos y el cinismo de Adán Augusto, de las prendas y joyas de la nueva clase política no es muy edificante. Una oposición activa y poderosa sería un buen equilibrio para la dinámica autoritaria de los últimos tiempos. Hoy, solamente tenemos la palabra oficial. Es momento de que los opositores se replanteen todo: su imagen, su discurso, su marca.
@juanizavala