Los claroscuros de la historia sobre Vicente Guerrero
Cuando se presume que México tuvo un presidente afrodescendiente antes que casi todos los demás países americanos, se suele omitir que llegó al poder por medios violentos e ilegales
El 14 de febrero se cumplieron 190 años del fusilamiento de Vicente Guerrero, uno de los personajes del panteón de la patria en México. El 10 de febrero de 1831 fue declarado culpable de sedición. Ese delito se castigaba con la muerte, aunque los militares que antes lo habían hecho recibieron penas de prisión y de exilio. Solo Agustín de Iturbide había sido fusilado.
La figura de Guerrero fue rehabilitada despué...
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El 14 de febrero se cumplieron 190 años del fusilamiento de Vicente Guerrero, uno de los personajes del panteón de la patria en México. El 10 de febrero de 1831 fue declarado culpable de sedición. Ese delito se castigaba con la muerte, aunque los militares que antes lo habían hecho recibieron penas de prisión y de exilio. Solo Agustín de Iturbide había sido fusilado.
La figura de Guerrero fue rehabilitada después. En 1841, el Congreso decretó que su nombre se inscribiera con letras de oro en el recinto legislativo. En 1921, el nombre de Iturbide fue retirado del mismo sitio y, cincuenta años más tarde, un decreto estableció que Guerrero era el “auténtico consumador de la independencia”.
Dos de los episodios de su vida que más se celebran son dudosos. Ambos tienen la misma fuente: conversaciones que supuestamente tuvo con su compañero político Lorenzo de Zavala. Según esta versión, durante la Guerra de Independencia, el virrey envió al padre de Guerrero para ofrecerle el indulto. El caudillo insurgente lo rechazó. Amaba a su padre, pero “la patria es primero”, como reza la frase que adorna varias dependencias públicas en México.
No hay testimonios de que eso ocurriera. El propio virrey, en una comunicación al Gobierno, señaló que ofreció el indulto a Guerrero por distintos medios, pero no a través de su padre. La frase, por otro lado, era común en la época. Florencio O’Leary la atribuyó a Simón Bolívar y el mismo Guerrero la usó en una carta de 1822, pero para elogiar al “verdadero padre de la patria”, el emperador Agustín I.
La segunda tradición tiene que ver, precisamente, con Iturbide. En 1821 era el comandante virreinal encargado de pacificar la región controlada por Guerrero. En febrero, según la versión de Zavala, ambos caudillos se reunieron y se abrazaron en Acatempan para conseguir la independencia. Lo ocurrido fue menos romántico. El jefe insurgente desconfiaba entonces del comandante virreinal, así que envió a uno de sus oficiales a la reunión.
Estas tradiciones patrióticas no son exclusivas de México. En Europa y América se han elaborado relatos heroicos que no pueden comprobarse documentalmente. La investigación profesional histórica suele dar cuenta de cómo se han construido esas narrativas. Las versiones patrióticas del pasado tienen el objetivo de proporcionar un sentido de identidad a las sociedades, de construir naciones.
Guerrero se puso bajo las órdenes de Iturbide, a quien sería completamente leal, incluso cuando este se convirtió en emperador. Tras el establecimiento de la República, adquirió renombre como brazo armado del Gobierno federal, encargado de reprimir los levantamientos antiespañoles y de sectores del Ejército. La presencia de Guerrero en la prensa era constante, a tal grado que sus partidarios supusieron que ganaría las elecciones a la presidencia. No contaban con que el sistema indirecto daría el triunfo al secretario de Guerra, Manuel Gómez Pedraza.
En diciembre de 1828, el hombre que defendió las instituciones republicanas, que combatió alzamientos y rebeliones, tomó las armas contra el Gobierno. Los motines populares y el saqueo de los comercios de la capital causaron enorme miedo entre los “hombres de bien”. Huelga decir que cuando se presume que México tuvo un presidente afrodescendiente antes que casi todos los demás países americanos, se suele omitir que llegó al poder por medios violentos e ilegales.
Guerrero tuvo una breve presidencia. Enfrentó el intento español de la reconquista de México. El 15 de septiembre de 1829 decretó la abolición de la esclavitud, aunque prefirió voltear a otro lado ante la entrada de colonos esclavistas estadounidenses en Texas. No podía hacer nada para detenerlos. Ese decreto fue también una advertencia a los grandes propietarios cubanos, que habían financiado la campaña contra México y prosperaban gracias a la esclavitud.
Para solucionar la bancarrota de la Federación, impulsó impuestos directos que fueron vistos como un ataque centralista para quitar recursos a los estados. Eso y los poderes extraordinarios inconstitucionales dieron pretexto para que el vicepresidente se rebelara con la bandera del respeto a la legalidad y el federalismo. El presidente derrotado salió a la región del sur, aquella de donde era originario. Allí, se defendió del acoso de las fuerzas federales, con el desenlace referido.
Como puede verse, la historia del general Guerrero no es muy diferente de la de otros caudillos del siglo XIX. La construcción de su figura heroica responde al rechazo que generó Iturbide, por combatir a los insurgentes y luego coronarse emperador, lo que ha sido interpretado como muestra de conservadurismo.
En el caso de Vicente Guerrero, el relato tradicional ha exaltado su deber patriótico, superior al amor filial. Su incorporación al movimiento que condujo en 1821 a la independencia ha sido interpretado como un llamado a “la unión de todos los mexicanos” —para emplear las palabras de la Coordinación de la presidencia de México para las conmemoraciones— representada por el Abrazo de Acatempan.
Vicente Guerrero era afrodescendiente, una “casta” que en la época colonial no tenía los privilegios de españoles ni de indígenas. La Constitución de 1812 negó la ciudadanía a quienes “traían su origen de África”. Cuando el comandante Carlos Moya ofreció a Guerrero que depusiera las armas y jurara la Constitución que daba iguales derechos a españoles y americanos, este respondió que no, pues el orden liberal español lo excluía.
Si en febrero de 1821 se unió al proyecto de Iturbide, fue porque garantizaba derechos a grupos sociales diversos, incluidos europeos, africanos y asiáticos, como afirmaba el preámbulo del Plan de Iguala. El 2% de la población de México hoy se reconoce como afrodescendiente. Durante casi dos siglos fue el segundo grupo más grande de la entonces Nueva España, solo superado por la población indígena.
El relato patriótico que buscaba construir una identidad nacional incluyó algunos episodios heroicos que no tienen fundamento documental. La investigación académica ha mostrado que la trayectoria de Guerrero más que de identidad, puede dar cuenta de la diversidad social y que la historia es más compleja que el discurso de buenos patriotas contra malos conservadores.
Alfredo Ávila es historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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