Datos | ¿Cómo votan hombres y mujeres en México? Ellos se derechizan, ellas no

Un análisis de EL PAÍS con datos del Latinobarómetro muestra una bifurcación ideológica entre hombres y mujeres. El duelo entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez es igual entre géneros, pero la primera se destaca mucho entre las jóvenes y la segunda recorta distancia entre las mayores

La ideología de hombres y mujeres en México en los últimos 23 años.Latinobarómetro/EL PAÍS

México tendrá casi con seguridad a su primera mujer presidenta tras las elecciones del próximo 2 de junio: dos son las candidatas mejor posicionadas, la oficialista Claudia Sheinbaum y la opositora Xóchitl Gálvez. Pero, ¿cómo votan los hombres y mujeres en México? A continuación analizamos su voto y el cambio de su ideología.

Un primer análisis de EL PAÍS revela que los hombres se han movido a la derecha de las mujeres en los últimos añ...

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México tendrá casi con seguridad a su primera mujer presidenta tras las elecciones del próximo 2 de junio: dos son las candidatas mejor posicionadas, la oficialista Claudia Sheinbaum y la opositora Xóchitl Gálvez. Pero, ¿cómo votan los hombres y mujeres en México? A continuación analizamos su voto y el cambio de su ideología.

Un primer análisis de EL PAÍS revela que los hombres se han movido a la derecha de las mujeres en los últimos años. Desde 2015 se observaba una izquierdización general —que ha llevado a que todas las candidaturas busquen ocupar ese espacio—, pero esa tendencia parece haberse truncado con los hombres.

Los datos anteriores provienen del Latinobarómetro, una encuesta de opinión que mide los cambios en los comportamientos políticos de 18 países latinoamericanos desde 1995. Una de sus preguntas consiste en pedir a los entrevistados que definan su ideología, con una escala donde 0 es izquierda y 10 derecha. En las últimas dos décadas, México se ha mantenido en el centro, en promedio, pero con altibajos y cierta tendencia hacía la izquierdización.

Los panistas Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) fueron electos por un electorado en promedio más inclinado hacia la centroderecha. Enrique Peña Nieto (2012-2018) ganó las elecciones con votantes todavía muy centrados, pero a partir de los primeros años de su Administración, las mediciones muestran un realineamiento hacia la izquierda de los mexicanos, ya sean hombres o mujeres. Ese giro coincide también con el movimiento que surgió tras la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.

Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) se alzó con el triunfo con un electorado más identificado, por primera vez en una elección presidencial, con la centroizquierda. Esa tendencia hacia el progresismo ha aumentado durante el Gobierno actual. “Existe una coincidencia de las identidades de la gente con los partidos que gobiernan en ese momento, aunque aparentemente no haya propuestas ideológicas tan claras”, apunta la exdiputada Martha Tagle.

Más de 99 millones de personas están llamadas a las urnas. De ellas el 52% son mujeres, y como recuerda Tagle, ellas también participan más. En las presidenciales de 2018, votó el 66% de las mujeres y solo el 58% de los hombres, según el INE. “El hecho de tener a dos candidatas con posibilidades reales de ganar la presidencia puede movilizar aún más la participación de las mujeres”, anticipa Tagle.

La brecha ideológica que parece abrirse desde 2020 entre hombres y mujeres la vemos en todos los grupos de edad. Como puede verse en los gráficos siguientes, el cambio es menos claro entre los jóvenes (15 a 25 años) y los mayores (61 o más años), que han seguido su trayectoria a la izquierda. Pero es nítido en los grupos de 25-40 años y 40-59 años. Ahí las mujeres siguen definiéndose más de izquierdas que nunca, pero los hombres han dado un paso claro a la derecha.

La historiadora Denisse Cejudo señala que una hipótesis para explicar el cambio es el auge de las movilizaciones feministas, su aceptación y sus resistencias. “Lo estamos viendo y viviendo en las universidades”, dice la especialista en género. “Hay una pugna por el espacio político entre las agendas feministas y algunos hombres que se sienten despojados y que han abrazado discursos patriarcales muy básicos y simplistas, como ‘regrésense a la cocina”, comenta.

El fenómeno se ha reflejado en otros países. La brecha política de género ha aumentado entre los hombres y las mujeres jóvenes de países como Alemania, Corea, Estados Unidos y el Reino Unido, con los varones más receptivos a discursos conservadores y de extrema derecha y mujeres más convencidas del progresismo, según un estudio del Financial Times publicado este año.

Cejudo comenta que el efecto también fue visible en las elecciones que dieron el triunfo a Javier Milei en Argentina y en otros países de Latinoamérica. “Lo que vemos en el caso mexicano sí es una sociedad conservadora, pero que no ha sacado a flote todavía esos discursos, aunque creo que para allá vamos”, señala. La especialista afirma que el género se perfila como un factor determinante en las elecciones de los próximos años.

Cejudo señala que es un fenómeno reciente. A mediados de los años cincuenta, cuando las mujeres votaron por primera vez, había un temor entre los políticos de que el voto femenino se inclinara más hacia el conservadurismo del Partido Acción Nacional (PAN) porque eran vistas como las amas de casa, las que asistían a la iglesia y las que tenían visiones más tradicionales de la familia. Eso cambió cuando las mujeres se incorporaron al mercado laboral, tuvieron acceso a métodos anticonceptivos y ganaron espacios en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido de Estado. Hacia finales de los ochenta, la izquierda tuvo los primeros esbozos de una agenda de mujeres, pero era una fuerza minoritaria. En 2000, las mujeres tenían posiciones más conservadoras que los hombres en casi todos los grupos de edad, según Latinobarómetro.

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El realineamiento hacia la centroizquierda que se observa en la última década explica, quizás, los discursos y estrategias que han emergido en la contienda. “Cuando llega la derecha se acaban los derechos”, dijo Sheinbaum, que se define como una mujer de izquierdas, en la primera semana de la campaña. Gálvez firmó un polémico “pacto de sangre” en uno de sus primeros actos para comprometerse a mantener los programas sociales. “Soy una mujer de centroizquierda”, dijo la opositora en una entrevista con EL PAÍS publicada en febrero.

El politólogo Enrique Gutiérrez señala que el PRI se define en sus estatutos como socialdemócrata y de centroizquierda, mismo caso que sus aliados del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano, la única fuerza que no compite en alianza. “Ha habido un corrimiento de prácticamente todos los partidos hacia la centroizquierda”, asegura. El académico comenta que el anhelo de posicionarse donde está el grueso de los votantes puede llevar a que sus identidades ideológicas se desdibujen. “Si todos representan lo mismo, ¿entonces qué los diferencia?”, plantea.

La ideología no suele ser vista como un factor determinante para el voto en México, en parte porque median otros factores y porque los partidos tampoco suelen posicionarse con claridad o se definen de una forma y actúan de otra. “Del dicho al hecho hay una gran diferencia”, comenta Cejudo. El PRI, el PAN y el PRD eran viejos rivales y han tenido diferencias históricas marcadas, pero hoy son aliados. Morena se ha coaligado con el Partido Verde, que antes ha apoyado al PAN y al PRI.

Eso ayuda a explicar que las diferencias ideológicas entre hombres y mujeres no se reflejen en sus preferencias electorales. De hecho, como muestra el gráfico, los apoyos por Sheinbaum, Gálvez y Jorge Álvarez Máynez apenas se distinguen por género. Los datos de la encuestadora Áltica, con 5.000 entrevistas desde enero de 2024, dicen que Sheinbaum ronda el 55% de voto entre los hombres y el 56% entre las mujeres, es decir, un resultado esencialmente idéntico.

Cejudo apunta que los partidos han sido indefinidos e inconsistentes cuando han buscado el voto femenino. Sheinbaum se ha definido como feminista, pero ella y López Obrador han tenido una relación complicada con el movimiento feminista. Gálvez ha apelado a las mujeres, pero no ha fijado una posición clara respecto del aborto y ha batallado para desmarcarse de algunos posicionamientos del PAN, señala la especialista. “Hay un sentimiento de orfandad política entre muchas mujeres”, zanja.

“Las propuestas de ambas candidatas caen en los lugares comunes, no hay nada demasiado novedoso”, coincide Tagle. La exlegisladora y fundadora de Movimiento Ciudadano reconoce que los estrategas electorales de su partido plantearon la postulación de un varón para diferenciarse de las dos candidatas. “Que fuera el nuevo, que fuera el joven y que fuera hombre eran los tres diferenciadores que ponían sobre la mesa”, dice.

Así se promocionó la efímera candidatura de Samuel García, en una línea que continuó con Álvarez Máynez. Tagle, que ha sido crítica de la estrategia, señala que el reclamo de las feministas del partido es que la apuesta programática de la formación no se correspondió con los perfiles elegidos para las candidaturas, en muchos casos definidas por criterios más pragmáticos. Máynez, que ha centrado su campaña en las universidades, se desempeña mejor entre los más jóvenes.

Las diferencias de voto sí son más claras cuando nos fijamos en la edad. Los más jóvenes prefieren a Sheinbaum por un margen mayor, mientras que Gálvez gana terreno conforme aumenta la edad de los electores.

Gutiérrez subraya que históricamente los jóvenes tienden a ser más proclives a propuestas políticas que ofrecen un cambio. El especialista recuerda el apoyo de los jóvenes a la candidatura de Fox o los esfuerzos de Peña Nieto de promocionarse como “el nuevo PRI”. No obstante, eso podría haber cambiado: “Parece que los jóvenes apuestan ahora por la continuidad y no tanto por un proyecto de ruptura”, señala.

Una hipótesis del especialista es que las etiquetas del PRI y el PAN, los partidos tradicionales, han dificultado que Gálvez se presente como una opción de cambio y que Morena ha abierto más espacios de representación a quienes habían sido relegados, como la comunidad LGTB. Hay casi 26,5 millones de votantes de 18 a 29 años, más de una cuarta parte de la lista nominal, aunque en 2018 votaron menos. “No es que los jóvenes no quieran participar, es que muchas veces la política en México huele a viejito, no se ven representados”, dice Gutiérrez.

Por último, es relevante fijarse en el doble cruce: el voto por género y edad.

Hombres y mujeres tienen una intención de voto muy similar, en términos totales, pero cuando los separamos en jóvenes y mayores emerge un doble patrón. Sheinbaum tiene más apoyo de hombres mayores y de mujeres jóvenes; y con Gálvez ocurre justo al revés, la opositora lo hace algo mejor entre hombres jóvenes y mujeres mayores. Dicho de otra manera: entre las mujeres jóvenes, Sheinbaum se destaca muchísimo, pero entre las mayores Sheinbaum y Gálvez están cerca de empatar.

El gran problema para Gálvez es que Sheinbaum tiene ventaja en prácticamente todas las encuestas que han salido en este proceso electoral. Aunque las elecciones no están todavía decididas, una predicción de EL PAÍS basada en los estudios demoscópicos pone a la ex jefa de Gobierno como firme favorita, con un 89% de posibilidades de ganar. La opositora conserva una opción entre diez para imponerse por sorpresa.

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