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Barcelona, de catapulta editorial del ‘boom’ a puente con Latinoamérica

El empuje de las editoriales independientes americanas, las traducciones y las ferias descentralizan la conversación literaria, pero España mantiene el peso económico y el capital cultural

Se acabaron los tiempos en los que un escritor latinoamericano, ávido de ser publicado, se mudaba a Barcelona para hacerse un hueco entre las grandes editoriales catalanas. Si se está fraguando un nuevo boom literario, lo más probable es que estalle primero en el continente americano. El em...

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Se acabaron los tiempos en los que un escritor latinoamericano, ávido de ser publicado, se mudaba a Barcelona para hacerse un hueco entre las grandes editoriales catalanas. Si se está fraguando un nuevo boom literario, lo más probable es que estalle primero en el continente americano. El empuje de las editoriales independientes latinas y el despliegue de agentes literarios en la región, junto con las traducciones al inglés y el impulso de las ferias han redibujado en un par de décadas el paisaje de la literatura en español. Barcelona mantiene la voz y el peso económico, pero la conversación literaria hace paradas en Ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires o Nueva York. “Ya no hay que ir para volver”, resumen Ana Lucía Barros y María José Ojeda, editoras de la colombiana Laguna Libros.

El resultado es un mosaico mucho más complejo que aquel en el que triunfó el canon masculino de los años 60 y 70, cuyo último exponente, Mario Vargas Llosa, murió esta primavera. “Entonces no había una comunicación tan fluida entre las editoriales latinoamericanas. Para que un autor argentino, chileno o mexicano llegara a Colombia, tenía que ser publicado antes por España”, completa Barros, que distribuye en su país a grandes nombres como Mariana Enríquez, María Gainza o Fernanda Trías, publicadas por Anagrama y Penguin Random House en España y otros países de habla hispana. Son esas editoriales pequeñas y medianas las que en muchos casos reconocen la calidad literaria, antes de que los autores triunfen y salten a los grandes grupos.

La disparidad de casas editoriales viene favorecida por la creciente fragmentación en la venta de derechos. “Hay un trabajo de formación de agentes literarios y de los propios editores de cómo comprar y vender derechos que era absolutamente desconocido. Antes del año 2000 o 2001, el editor obligaba al autor a firmar un contrato para toda la vida, para todos los idiomas y para todas las modalidades”, apunta Nubia Macías, exdirectora del grupo Planeta en México, Estados Unidos y Centroamérica, y exdirectora de la FIL. Eso se acabó. Al tiempo, completa Macías, “surgen y crecen buenas ferias del libro, como la de Guadalajara, que abren el mercado de derechos”.

Hay más actores reclamando un espacio en la mesa y no todos están en los países hispanohablantes. Nueva York es hogar de algunas importantes agencias de representación, como Indent Literacy Agency ―compuesta por una colombiana, una española y una guatemalteca―, y la NYU alberga la maestría de creación literaria de la que salen muchos de los escritores de la región. El premio Booker o el National Book Award completan, gracias a las traducciones, la terna anglosajona que sirve para proyectar internacionalmente a los autores latinos, con la argentina Gabriela Cabezón Cámara como último ejemplo, que se acaba de hacer con el galardón nacional con la versión inglesa de Las niñas del naranjel (Random House, 2023): We are Green and Trembling (New Directions, 2025).

En esa fragmentación, no obstante, la pujante industria barcelonesa sigue teniendo un peso difícil de contrarrestar. El 65% de lo que factura el sector editorial en Latinoamérica corresponde a empresas con sede en Barcelona o en Cataluña, de acuerdo con el Ayuntamiento de la ciudad española. Ese porcentaje abarca a las filiales locales de las grandes compañías, que trabajan de forma autónoma pero coordinada con la cabecera de cada sello, y que han adquirido un peso fundamental. “Es un dato importante porque tiene que ver un poco con quién decide qué se lee”, señala Guillermo Quijas, director editorial de la mexicana Almadía, que decidió abrir una filial en Madrid, aunque es en Barcelona donde ha construido más relaciones. “Estamos intentando estar aquí también para tomar ciertas decisiones sobre qué se puede publicar y qué se va a leer”, dice.

Almadía ha hecho el viaje inverso al de la industria. Mientras los grandes grupos españoles abren sus sucursales en el continente americano, esta pequeña editorial oaxaqueña decidió cruzar el charco para ser quien distribuya en España a los autores latinos, que representan entre el 70% y el 80% de su catálogo y de sus ventas. Publican unos 14 libros a ambos lados del Atlántico, más tres o cuatro títulos solo en México. Algunos de sus autores salen del curso de creación literaria que su paisano Juan Pablo Villalobos imparte en Barcelona, como Vicky González o Mariantuá Correa. Como ocurre con las iniciativas neoyorquinas, este curso, como la maestría en creación literaria de la Pompeu Fabra, fungen como mina de la que extraer a los futuros éxitos literarios.

“Nuestra experiencia con el máster es que Barcelona sigue siendo un puente entre ambas orillas. Están en la FIL la uruguaya Euge Ladra y el chileno Andrés Montero, que fueron alumnos nuestros. Y Villalobos, que es nuestro profesor de novela. A menudo se conocen en Barcelona autores latinoamericanos, porque es un espacio de convergencia, de paso”, apunta Jorge Carrión, escritor y codirector del posgrado, que cree que están en un momento “particularmente interesante” de la relación transatlántica, con la nueva Biblioteca Gabriel García Márquez, la actividad “frenética” de las librerías especializadas en América Latina Lata Peinada y La Malinche, la adaptación a teatro de libros latinoamericanos por parte de Casa Amèrica Catalunya, o las visitas de larga duración de María Negroni, Cristina Rivera Garza o Alan Pauls.

También en Barcelona se encuentra la importante agencia literaria Casanovas&Lynch, que representa a nombres destacados como los mexicanos Jorge Volpi y Dahlia de la Cerda, el argentino ​Andrés Neuman o al colombiano Fernando Vallejo. La gran cuenta pendiente parecen ser los lectores españoles: mientras la industria peninsular se abre hacia Latinoamérica, el gran público lector sigue mirando hacia dentro. Los escritores latinoamericanos son cerca del 50% del catálogo en español de Penguin Random House. Las ventas de estos autores en España, sin embargo, representan aproximadamente el 1% de lo que factura en el país la casa editorial, un porcentaje minúsculo que rompe el espejismo que generan algunos superventas.

Esa es una diferencia sustancial con respecto a la época en la que triunfaron Gabo o Bolaño, apunta Pilar Reyes, directora editorial de Random House. “El boom fue un fenómeno de lectores. ¿Cómo podemos reconstruir eso? Ese es el desafío", reconoce. “Cuando hablamos de mercado, de la industria del libro, finalmente estamos hablando de lectores, de relaciones y diálogos culturales”, matiza también, por eso mantienen la diversidad en los catálogos, pese a la disparidad en las ventas: “Los planes editoriales deben hallar un punto intermedio entre la lógica comercial y la cultural”.

En ese escenario, la editorial Anagrama despunta con algunos nombres que causan furor también en la península ibérica, sobre todo en narrativa, como los argentinos Mariana Enríquez o Benjamin Labatut, el chileno Alejandro Zambra o la mexicana Guadalupe Nettel, enumera la directora editorial del grupo, Silvia Sesé. “Estos autores se venden muy bien en España”, asegura. Los caminos de los autores hasta estas casas editoriales son diversos. A veces son los propios escritores quienes las buscan, otras veces llegan por recomendaciones de otros autores o de agentes literarios, y también hay ocasiones en las que son ellas quienes se aproximan después de que triunfen en alguna editorial independiente local.

Es entre este tipo de editoriales donde el diálogo es más fluido, con independencia del país de origen. Tránsito, Barret o Las afueras destacan entre las españolas que han apostado por títulos latinoamericanos antes de que pegaran entre el gran público. El último fenómeno de Alfaguara, Cometierra, de la argentina Dolores Reyes, es un buen ejemplo de esa escalada, que partió de la editorial Sigilo, en 2019, tanto en Argentina como en España.

“Tuve unas presentaciones preciosas en Lata Peinada, fui al festival de BCNegra, que para mí fue un antes y un después. Era la primera vez que salía de Argentina, y fueron presentaciones llenas de gente. Habían leído el libro y, los que no, lo compraron, se interesaron. Me quedó una experiencia tan hermosa de mi libro que le tengo todo el cariño del mundo”, relata Reyes, que considera que la capital catalana es todavía la joya de la corona: “Sigue siendo muy, muy importante. Es un azote de capital cultural del mundo”.

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