La exposición de Hermès lanza una incómoda pregunta: ¿qué valor le da México a sus artesanos?
Los que hacen con sus manos los más costosos objetos de la marca francesa están en el corazón de la exposición ‘Hermès in the making’, que suscita una reflexión urgente sobre el lugar que en Latinoamérica le hemos dado al acervo artesanal
Sobre la mesa, más de cuarenta piezas del más refinado cuero yacen esperando las manos expertas del peletero que las coserá. Con destreza y paciencia vemos a esas manos darle forma a un trapecio con dos fuelles triangulares, una solapa recortada, un asa y dos correas que juntas dan vida a una nueva cartera ‘Kelly’, el modelo emblemático de la casa Hermès que desde los años 50 adoptó el hombre de la princesa de Mónaco Grace Kelly, quien se dice, ocultó los indicios de su embarazo...
Sobre la mesa, más de cuarenta piezas del más refinado cuero yacen esperando las manos expertas del peletero que las coserá. Con destreza y paciencia vemos a esas manos darle forma a un trapecio con dos fuelles triangulares, una solapa recortada, un asa y dos correas que juntas dan vida a una nueva cartera ‘Kelly’, el modelo emblemático de la casa Hermès que desde los años 50 adoptó el hombre de la princesa de Mónaco Grace Kelly, quien se dice, ocultó los indicios de su embarazo con una de estas piezas. Esas carteras, siempre impecables e inalcanzables en el mostrador, ahora aparecen ante un espectador que las ve desnudas y que es testigo de que sin la maestría de esas manos que usan la técnica sellier, ―que cruza las dos extremidades de la misma hebra en cada puntada― no existiría la leyenda.
La exhibición Hermès in the making, que estará en el Frontón México de la capital hasta el 17 de marzo, va justamente de eso, de ver el entresijo de una marca de lujo que ha hecho del saber artesanal, del trabajo con técnicas de denominación de origen francesas, los pilares de una promesa particular en estos tiempos del fast fashion: que cada pieza dura, se repara y se hereda.
Entre el público que la visita es imposible no percibir el asombro de descubrir que, por cada pañuelo de seda, una de las piezas más conocidas de la marca, hay un artesano que se ha formado por más de tres años, bajo la mirada estricta de un tutor hasta que aprende a la perfección el proceso ‘Lyon’ de impresión de serigrafía, nombrado así por la región geográfica francesa en donde esta técnica ha conseguido su excelencia.
La atención esta vez no está puesta en esa seda colorida que puede elegir entre 75.000 tonos de color y por los que muchos están dispuestos a pagar hasta 500 euros, está más bien puesta en ese hombre que con maestría vierte los pigmentos sobre los enromes rollos de sarga de seda usando una malla estirada que, como si fuera magia, trasmite capa a capa pigmentos que vuelven la seda en un pañuelo de lujo.
Esto es una oda a los artesanos. Hay joyeros que esculpen meticulosamente el oro y la plata, hay artesanas que pintan con pinceles diminutos paisajes salvajes sobre vajillas de porcelana, hay grabadores sobre seda, artesanos que cortan y cosen guantes y monturas.
Todos ahí, exponiendo sus herramientas, sus movimientos pulcros, sus tiempos lentos, sus maneras casi imperturbables ante los espectadores curiosos parecen, sin embargo, lanzar una pregunta silente por las formas en las que desde México se ha visto la figura del artesano y su saber hacer. Si el lujo hoy está hecho de estas técnicas antiguas y heredadas, de estas historias contadas por unas manos que han perfeccionado una técnica que no podría ser reemplazada por una máquina, ¿por qué en Latinoamérica no hemos elevado con más insistencia los saberes ancestrales y artesanales a las formas excelsas del lujo?
Este volcamiento de las reconocidas marcas europeas ―a las que también se pueden sumar Loewe o Chanel― de poner el foco de atención y honrar el saber de sus artesanos, de proteger el legado de sus talleres y abrir nuevos cada año en Francia, Italia y España, no sorprende a las expertas. “En el libro de Oscar Wilde, El arte y el artesano, que proviene de una conferencia que dictó en plena Revolución Industrial, el autor reivindica que lo feo no podía ser justificado por el desarrollo industrial y pide volver a los oficios artesanales para aunar la funcionalidad propia de la época con no perder el asunto de la belleza. El llamado de atención de Wilde de poner a la industria y los artistas a dialogar con los artesanos está, a mi manera de ver, más vigente que nunca. En alguna medida, porque estamos sintiendo probablemente ese mismo agobio que sienten los modernistas a finales del siglo XIX de cara a la Revolución Industrial, y que sentimos nosotros con la revolución tecnológica”, explica Rocío Arias Hoffman, consultora de moda con énfasis en tradición artesanal y diseño contemporáneo.
La artesanía como patrimonio
Este viraje a visibilizar la tras escena de una pieza y de revelar ante el público comprador esa mística y detalle de las manos que crean un producto de lujo debería, según Hoffman, vivirse con más potencia en un continente latinoamericano en donde la lectura y la compresión sobre el hecho artesanal y el artesano en particular, “no ha estado nunca en el primer plano”. “Hemos ignorado la fabulosa producción artesanal de nuestros países que configuran gran parte de nuestro patrimonio cultural. Es de suma importancia que más allá de ensalzar la tradición artesanal como un hecho patriótico o reclamarlo desde el patrimonio, hagamos un ejercicio de reflexión sobre qué entraña en sí mismo el acto artesano y quiénes son las personas que trabajan en la artesanía. Necesitamos tener nuestra propia lectura sobre lo artesano desde Latinoamérica para darle un valor”, sentencia.
Mientras que miles de espectadores que visitan la exposición de Hermès parecen deleitarse con las 22 etapas que se requieren para conseguir unos guantes perfectos para afrontar el frío invernal, maestras artesanas mexicanas dicen que sus trabajos más excelsos parecen no haber encontrado del todo su mercado correcto en México. “Aquí no hay aún un reconocimiento suficiente de la labor artesanal, del tiempo que se tarda una artesana en cada pieza. Cuando ofreces un precio te dicen ¿por qué tanto? aún más en Chiapas que no tenemos esa cultura de honrar los trabajos ancestrales. Nuestras piezas son únicas, transparentan nuestros saberes pero es cuando vamos, por ejemplo a Estados Unidos que valoran lo que hacemos porque está hecho justamente por nuestras manos”, explica Juana López Díaz, maestra indígena y artesana de Choyo, Municipio de Santiago el Pinar, en Chiapas.
Para la antropóloga mexicana, experta en arte y cultura popular Marta Turok hay varias y complejas razones que se conjugan en esta dificultad de reconocer como algo excelso la artesanía desde México y Latinoamérica: “La multiplicidad de productores que muchas veces están precarizados y siempre están dispuestos a dar más barato sus objetos. El hecho de que estas piezas originalmente eran productos de uso, y no eran creados con una intención estética. El hecho de que desde siempre se han vendido en el piso o en la banqueta de los mercados, justamente porque no eran objetos decorativos, sino objetos para la cocina y el intercambio de las comunidades. El hecho de que los saberes no sean individuales, sino de todo un pueblo, lo cual hace muy difícil el modelo europeo que reivindica el saber de un individuo por encima del de una colectividad y, por último, la percepción misma de los artesanos de la falta de valía de su trabajo, que ha impulsado a sus hijos a buscar otras formas de ganarse la vida más allá de los oficios porque nos hemos encargado de que no vean un futuro posible en ello”.
La exposición Hèrmes in the making, a pesar de erigirse sobre el contextos europeo de concepción de lo artesanal tan diferente al latinoamericano, sí deja gravitando una idea que Rocío Arias Hoffman logra sintetizar a la perfección: “No se trata de decirles a los y las artesanas que hagan parte de la moda, es empezar a ver que ellas han sido el corazón de la creación de lo que llamamos moda, que en su momento era la historia del vestuario”. Esta exposición es el reconocimiento del epicentro que ocupan artesanas y artesanos en ese ecosistema de la moda y cómo si ellas y ellos logran engancharse de manera exitosa con proyectos productivos beneficiosos y respetuosos para sus pueblos se logra la doble función de proteger también el patrimonio.
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