Sergio Ramírez: “En Nicaragua no debería haber una nueva lucha armada, sino un cambio institucional”
El escritor nicaragüense dialoga con EL PAÍS sobre literatura y geopolítica en la FIL de Guadalajara y bromea con el diálogo de Milei y su perro muerto
Si alguien pensaba que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, con las expulsiones de ciudadanos, el despojo de sus casas y de su patria iban a aniquilar el sentido del humor de Sergio Ramírez, se equivocó. El escritor aún tiene chanza y esperanza. Ramírez fue luchador sandinista y vicepresidente del Gobierno cuando ese país no imaginaba siquiera los derroteros autoritarios y represivos en los que hoy se quema. Dedicado, después, de lleno a la literatura en varios de sus géneros, el nicaragüense, premio Cervantes, ha intervenido este sábado en la Feria Internacional del L...
Si alguien pensaba que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, con las expulsiones de ciudadanos, el despojo de sus casas y de su patria iban a aniquilar el sentido del humor de Sergio Ramírez, se equivocó. El escritor aún tiene chanza y esperanza. Ramírez fue luchador sandinista y vicepresidente del Gobierno cuando ese país no imaginaba siquiera los derroteros autoritarios y represivos en los que hoy se quema. Dedicado, después, de lleno a la literatura en varios de sus géneros, el nicaragüense, premio Cervantes, ha intervenido este sábado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y ha hecho reír al auditorio con sus reflexiones sobre cómo la realidad centroamericana, en ocasiones extravagante o fantástica, se infiltra en el quehacer de los escritores: “Cada literatura tiene la realidad que se merece, la mía fue anómala, me cuesta imaginar qué es ser un escritor sueco o danés. En Centroamérica tenemos que bajar el perfil de la realidad para que no se vea tan exagerada. Si contamos que un régimen toma sus decisiones a partir de los designios de un brujo, de la quiromancia… esto no lo va a creer nadie”, bromeó. La alusión directa a Nicaragua procedía de lo que cuenta su último libro, Tongolele no sabía bailar (Alfaguara). “Pero tampoco es propio de Centroamérica, vean Argentina, donde el presidente Milei habla con su perro muerto a través de un médium. ¿Cuándo Argentina se volvió un país bananero?”.
En la parte de la esperanza, Ramírez tampoco se ha quedado corto. Compatriotas exiliados en México le escuchaban en el público y le interrogaban por el futuro de Nicaragua. Todos sueñan con que alguien, quién mejor que Sergio Ramírez, les devuelva la ilusión. Les diga cuándo llegará el fin, si la dictadura hasta expulsa a la Cruz Roja, a unas monjas de caridad o incluso a la responsable del certamen de Miss Universo en el país. “Cuando se llega a esos extremos falta muy poco…”, ha sido su ensayo de un consuelo. “Solo puedo dar esperanzas, los cambios tienen que darse, pero no creo que deba haber una nueva lucha armada. Cada vez desconfío más de los frutos de las revoluciones armadas, por experiencia. Deberíamos ensayar un cambio institucional”, ha concluido en la conversación mantenida con el periodista de EL PAÍS David Marcial Pérez.
Fundador del festival literario Centroamérica Cuenta, Ramírez aúna la doble figura del intelectual comprometido, que lo mismo hace un repaso geopolítico de su región en relación con el mundo como un análisis de la realidad literaria actual. El talón de Aquiles de Centroamérica es la falta de instituciones democráticas que frenen cualquier incursión de abusos de poder, ha reflexionado: “En la región nunca ha existido la institucionalidad”, con la salvedad de Costa Rica. “El vacío constitucional que quedó con las independencias lo ocuparon los tiranos”. A pesar de todo, ha expresado su emoción por los movimientos indigenistas que se están viviendo en Guatemala, por ejemplo, para que el presidente electo pueda tomar posesión de su cargo, algo que le quieren arrebatar. Confía Ramírez en ellos y también en los jóvenes. Muchos grandes personajes que gozan de influencia política e intelectual no se resisten a dar lecciones a las siguientes generaciones. Ramírez, sin embargo, se ha mostrado generoso y discreto: “¿Consejo para los jóvenes? Yo más bien me pongo en sus huellas, las guías están en sus manos. Si hay un consejo que darles es que desconfíen de los viejos que fracasamos en construir el país que quisimos. Dar guías para ellos ahora sería demasiado tarde”.
La realidad ha sido la protagonista de la tarde en este diálogo. Si el nicaragüense explicó entre bromas que se ve obligado a adaptar la realidad de su país para que sus historias no adolezcan de una ficción excesiva, más adelante se detuvo en otras realidades que se ocultan con artefactos, como la política represiva de Nayib Bukele en El Salvador, con miles de personas encarceladas, pero donde la situación económica y la pobreza siguen siendo las mismas, triste realidad. Y otra más: la que proyectan las redes sociales, que poco o nada tiene que ver, generalmente, con lo que pasa en la calle o lo que siente la población. “No expresan lo que la gente piensa, sino lo que piensan unos cuantos organizados para influir en la opinión pública. Se piensa mejor lejos de las redes sociales”, ha dicho.
¿Pero quiénes son los intelectuales que ahora piensan el mundo? ¿Están los jóvenes literatos abandonando la preocupación por las crisis y los problemas de su tiempo? “Lo que pasa es que en el siglo XX había grandes proyectos políticos y ahora se da más bien una fragmentación de las causas: está la ecología, el feminismo, el indigenismo… Antes había programas políticos que englobaban todo y permitían posicionarse en conjunto, pero la fragmentación creo que conduce a la superficialidad”, ha lamentado el autor de Adiós muchachos. Ha puesto dos ejemplos de escritores comprometidos que reflexionaron a fondo sobre el mundo y sus circunstancias geopolíticas, Carlos Fuentes y José Saramago. “Puede haber buenos escritores callados, pero el intelectual latinoamericano clásico es el que se expresa en términos políticos”.
Para no contrariar esa idea, el propio Ramírez volvió a la esperanza sobre su tierra: “No todo está perdido, la democracia es posible si se puede defender y hay que hacerlo todos los días. En Nicaragua hubo una insurrección cívica y juvenil reprimida a sangre y fuego, pero fue un momento hermoso”. ¿Qué va a pasar de ahora en adelante, qué futuro le espera a ese país?, insistieron sus paisanos. “El momento más oscuro de la noche es el instante antes de amanecer”.
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