Cuando las autoras escriben sobre las mujeres que les volaron la cabeza
Aura García-Junco, Dahlia de la Cerda y Jumko Ogata presentan en la FIL de Guadalajara una antología con otras 13 mujeres entendida como un manual de resistencia
Dahlia de la Cerda destrozó las paredes de un departamento buscando una rata muerta. El animal se había quedado atrapado entre los muros y su olor se filtraba por los agujeros de un enchufe. Enloqueció, dice, hasta que la localizó. Nunca le devolvieron el depósito. Algo parecido ocurre en un relato de la escritora de terror Ámparo Dávila, que nació en Zacatecas en 1928 y nada tiene que ver con el contexto de De la Cerda, salvo quizás, que las dos eran góticas. Una leyó a la otra ...
Dahlia de la Cerda destrozó las paredes de un departamento buscando una rata muerta. El animal se había quedado atrapado entre los muros y su olor se filtraba por los agujeros de un enchufe. Enloqueció, dice, hasta que la localizó. Nunca le devolvieron el depósito. Algo parecido ocurre en un relato de la escritora de terror Ámparo Dávila, que nació en Zacatecas en 1928 y nada tiene que ver con el contexto de De la Cerda, salvo quizás, que las dos eran góticas. Una leyó a la otra en un taller de literatura y descubrió que había mujeres que escribían sobre el horror: “Me voló la cabeza. Entré en éxtasis. No podía creerlo”. Así recuerda este domingo en la FIL de Guadalajara De La Cerda su experiencia de elegir a Dávila para la antología Nuestras resistencias. Escritoras que nos vuelan la cabeza (Loqueleo, 2023), compuesta por 15 autoras mexicanas actuales que eligen a aquellas mujeres que hicieron saltar todo por los aires.
La sala está repleta porque arriba en el escenario están Aura García-Junco, Dahlia de la Cerda y Jumko Ogata. Durante la hora de presentación del libro, que solo una persona en el salón ha leído antes de que empiece, hay risas y jaleo. También algo parecido a la intimidad. Porque como explica su editora, Arianna Aquino, lo que están pidiendo a las autoras es que recuerden y se recuerden, cómo eran cuando tenían 15 años y descubrieron a las escritoras que ahora mucho tiempo después reseñan. “Cada una de ellas nos regaló un recuerdo, porque una manera de resistir es la memoria”, dice Aquino al comienzo de todo.
García-Junco escogió a Antonieta Rivas Mercado, aristócrata, bailarina, escritora y activista, de la que apenas se conservan cartas y diarios. En uno de ellos cuenta esto sobre un episodio con su primer marido: “Anoche quemó mis libros. Una hoguera. Así quemarían a las brujas. (...) Los amontonó en el jardín y les prendió fuego. El papel cerrado no ardía, entonces los deshojó, los rasgó. Yo me quise ir. Quédate, anda, quédate, me decía, míralos arder, qué bonito, qué bonito infierno”. García-Junco decidió escribir sobre esa mujer que se mató pegándose un tiro en la catedral de Notre-Dame en 1931 y cuya figura todavía le obsesiona: “Quería hablar de alguien de la que no se estuviera hablando mucho, pero con una trascendencia muy grande, un personaje con contradicciones. Quería escribir de alguien que quieres que todo el mundo conozca”.
Esa era la premisa de esta antología ilustrada que tiene como objetivo gustar a las adolescentes, abrir puertas y ventanas de posibilidades literarias a las jóvenes que ya leen, pero que todavía buscan. ¿Cómo convencerlas? “¿Qué tal si abres esto y pasa algo que te cambia la vida?”, propone García-Junco como introducción. Así Clyo Mendoza eligió a Enriqueta Ochoa, Olivia Teroba a Elena Garro, Isabel Zapata a Josefina Vicens, Alaíde Ventura a Guadalupe Dueñas o Yolanda Segura a Sor Juana Inés de la Cruz.
Un día, durante el proceso de producción del libro, Arianna Aquino recibió un audio de la escritora Jazmina Barrera, que se iba al archivo nacional a buscar una carta para este proyecto: la que su propia bisabuela, una de las primeras mujeres en recibirse como abogada en México y después obligada a convertirse en ama de casa, había enviado a Rosario Castellanos, para decirle que su ejemplo hacía “honor a México”. “Detrás de todas estas historias”, resume Aquino, “hay muchas otras”.
Confiesa Jumko Ogata que ella decidió saltarse las reglas. No eligió a una autora sino a una leyenda, la de la mulata de Córdoba, una mujer acusada de bruja por un hombre rechazado. Cuenta la escritora veracruzana que eligió una representación de la historia oral, porque la literatura no es solo una novela, y la línea entre el chisme y la ficción especulativa es todavía muy fina. “Hay muchas historias que siempre hemos tenido ahí y que no hemos sabido valorar. Está en lo que te cuenta tu abuela, tus tías, en tu propia historia, en tu comunidad, ¿ahí qué hay?”, dice la autora, que termina: “El amor por la literatura viene por amar las historias, de ahí ya viene solito todo lo demás”.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país