El ‘boom’ del cempasúchil: semillas extranjeras en las tumbas mexicanas
El PAÍS acompaña a dos productores de cempasúchil, uno de variedad nativa y otro de semillas importadas, para conocer de cerca cómo se preparan para la llegada del Día de Muertos
No hay altar de Día de Muertos en México que no tenga flores de cempasúchil. Sus pétalos naranjas adornan panteones, jardines y ofrendas en todo el país y su olor dicen que guía a los difuntos en su camino de regreso a casa cada 1 y 2 de noviembre.
Esta flor originaria de México, conocida como “la flor de los 20 pétalos” por su nombre en náhuatl ―Cempohualxochitl― ha sido también protagonista de películas y desfiles y su cons...
No hay altar de Día de Muertos en México que no tenga flores de cempasúchil. Sus pétalos naranjas adornan panteones, jardines y ofrendas en todo el país y su olor dicen que guía a los difuntos en su camino de regreso a casa cada 1 y 2 de noviembre.
Esta flor originaria de México, conocida como “la flor de los 20 pétalos” por su nombre en náhuatl ―Cempohualxochitl― ha sido también protagonista de películas y desfiles y su consumo se ha incrementado exponencialmente en la última década a medida que ha crecido la popularidad del Día de Muertos. Pero el viaje del cempasúchil como fenómeno de masas no ha estado exento de polémica. En los últimos años con el aumento de la producción, la mayoría de las semillas que se siembran provienen de Estados Unidos o Asia y una mínima parte es flor nativa de México. La difusión de este fenómeno ha desatado un boicot en redes sociales y medios de comunicación contra la variedad extranjera conocida como marigold, de mayor volumen y más vistosa, que sin embargo, también es cultivada por manos mexicanas.
El PAÍS acompaña a dos productores de cempasúchil, uno de variedad endémica y otro de semillas importadas, para conocer de cerca cómo se preparan para una de las temporadas más simbólicas y provechosas para su negocio. De acuerdo a cifras oficiales, el Gobierno anunció este año que se producirán solo para consumo interno 27 millones de plantas, de las que una amplia mayoría son cultivadas en maceta, lo que alerta a los expertos que pelean por conservar las especies mexicanas.
En los campos de cultivo de Doxey, un pueblo diminuto de Tlaxcoapan (Hidalgo), ubicado a 114 kilómetros de la Ciudad de México el color naranja invade las milpas. La tierra fangosa como la de la señora Genoveva Pérez, una agricultora que lleva casi una década plantando cempasúchil nativo, desprende un aroma que llega desde varios metros de distancia. La mujer conoce esas plantas desde que echó la semilla en los surcos y le llena de orgullo perderse entre las matas que miden más de un metro de alto. Las semillas que utilizó Pérez fueron extraídas de las flores sembradas el año pasado, una característica que tiene el cempasúchil que viene de las regiones rurales de México. Puebla, Morelos, Estado de México, Hidalgo y Michoacán, son los principales productores.
Junto al cempasúchil crece otra planta muy característica de las ofrendas: el terciopelo, también conocido como “manita de león”, de color magenta intenso. Con la cosecha que doña Genoveva levante en las próximas semanas espera recuperar la inversión que realizó hace cinco meses, cuando aró y sembró su pedazo de tierra. “Antes eran pocos los agricultores que se dedicaban al cempasúchil, pero cada día nos sumamos más a sembrar los campos de flor porque es una tradición y a la vez es un orgullo para nosotros sacarle provecho a nuestras tierras”, afirma. Con lo que saque de la venta de flor, dará de comer a su familia los próximos meses. La agricultora, de 52 años, tiene una sonrisa en la cara y un machete en la mano derecha. Lo mismo sonríe que le pega con rudeza a las matas y corta las primeras flores con las que da por inaugurada la temporada. Doña Genoveva vende cempasúchil en brazadas por 90 pesos que acabarán adornando las ofrendas y las tumbas del panteón. “El año pasado, gracias a dios, vendimos todo. Espero que este año tengamos la misma suerte”, dice y le da un beso al billete de 100 pesos que acaba de recibir.
A dos horas en coche de la milpa de Genoveva, en la Ciudad de México, Luis Pérez tiene el mismo deseo que los productores de Hidalgo: vender la mayor cantidad de cempasúchil que se pueda. Cada diciembre inicia con los preparativos de Día de Muertos, la época que más ingresos le genera en el año. Catálogo en mano, el agricultor de San Luis Tlaxialtemalco, uno de los 14 pueblos originarios de Xochimilco, se reúne con otros floricultores de la zona chinampera para decidir cuántas semillas de marigold se pedirán al proveedor para el próximo año. A diferencia del cempasúchil nativo, la producción de marigold se planta en pequeñas macetas que no levantan los 50 centímetros del suelo y depende enteramente de semillas importadas, un mercado que creció al margen de México tras la llegada de la especie a Europa en el siglo XVI y posteriormente a Estados Unidos, en el siglo XIX. “Desde que el cempasúchil fue llevado a Europa, se comenzaron a hacer selecciones y perfeccionamiento para su uso ornamental, de ahí resulta el marigold, cuyas semillas están feminizadas para que su aspecto sea más vistoso”, explica Francisco Basurto, biólogo del Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es decir, se trata de semillas que producen plantas hembras en un 99% de los casos, lo que garantiza unas flores de un color y una apariencia homogéneas, mientras que las cultivadas en la milpa varían de tamaño, color y aspecto. O como lo explica Francisco Basurto “son resultado de una polinización natural”. “Podemos sacar semilla y la transportada no porque esa florea y muere pero no da semilla”, dice doña Genoveva. “En realidad la variedad de maceta podría darse de nuevo con unas condiciones adecuadas de sustrato”, señala Francisco Basurto “pero resulta más complicado porque son flores que se venden en muy poca tierra y solo duran unas semanas”, asegura.
Genoveva Pérez señala además la importancia de su cultivo para mantener un equilibrio en el ecosistema: “Con estas flores viven las abejitas, llegan muchos insectos: los chicotes, las mariposas, toda clase de de gusanitos del campo”, comenta y explica que los restos de flor abonarán la tierra que después será utilizada para plantar calabaza, frijol y verdolaga, mientras que los suelos de los invernaderos quedan inutilizables por el abuso de insecticidas y fertilizantes.
Aunque el cempasúchil se siembra en julio y alcanza su mayor floración a finales de octubre, Akiko, distribuidora en México de la empresa estadounidense Ball Seed, la mayor comercializadora de semillas del mundo, exige un primer anticipo en diciembre a sus clientes para cerrar el trato. Los productores de San Luis Tlaxialtemalco acostumbran a realizar un pedido conjunto para negociar un precio de mayoreo. Este año, el millar de semillas marigold marvel, la variedad que suele sembrarse en Xochimilco, alcanzó los 900 pesos (45 dólares). Sin embargo, el encargo de 100.000 semillas de Luis y otros productores contribuyó a rebajar el costo por millar hasta los 600 pesos (30 dólares). En zonas más recónditas, como en Hidalgo, las semillas nativas pueden tener un costo mayor. Doña Genoveva dice que el kilo de semillas le ha costado este año 2.500 pesos (126 dólares).
Mientras avanza a través de las chinampas, Luis contempla con sorpresa los cultivos vecinos. A una semana del Día de Muertos, el tapiz amarillo que forman las macetas ordenadas rectangularmente luce casi íntegro, una escena impensable en 2021, cuando el gobierno de la capital presumió un récord de producción de 3,5 millones de plantas en Ciudad de México. Un año después, un nuevo máximo histórico de cinco millones de plantas en maceta parece estrellarse con el techo de la demanda de marigold. “Están impresionantemente llenos todos los cultivos… algunos ya están sacando, pero no como deberían”, cuenta Luis. Después de visitar el puesto de su madre en el Mercado de plantas Acuexcomatl, un conjunto de pequeños puestos inaugurado en 1995 como un escaparate para los productores locales, su sospecha de que la producción de este año excede la demanda se vuelve preocupación. En vísperas de noviembre, el negocio familiar apenas reporta ventas.
Luis reconoce que la transición de cempasúchil nativo a importado se aceleró en la última década en la zona chinampera. Además del cambio en los hábitos de consumo que catapultó la demanda de marigold, el floricultor de 44 años relaciona el boom de la planta en maceta con la filmación de la película Spectre de James Bond, el estreno de Coco y el regreso de la Fórmula 1 a México, eventos de alcance mundial que aumentaron la exposición del Día de Muertos. Además, señala el impulso gubernamental al cultivo, una oleada de eventos como el Festival de cempasúchil sobre Paseo de la Reforma, la ruta agroturística Flores del Mictlán que recorre San Luis Tlaxialtemalco y el programa Altépetl, que financia parcialmente a los productores de la Ciudad, como un factor decisivo en la situación actual: “Ahora al cempasúchil le están metiendo mucha publicidad, está padre el apoyo y todo, pero no están viendo cuál es realmente la problemática, si es rentable, si es sustentable a final de cuentas o si ya excedimos la producción” señala. En Doxey, también crearon hace ocho años El Festival de la Flor para promover los productos locales.
Mientras que la variedad nativa sigue teniendo un uso más ceremonial dentro del consumo local, como lo califica Francisco Basurto, el cempasúchil producido en Ciudad de México está pensado más allá de la venta al pormenor para que adorne camellones, edificios gubernamentales, centros comerciales, escuelas y las jardineras de grandes eventos como el Gran Premio de Fórmula 1 que tendrá lugar en la capital este fin de semana. Según la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENADR), el cempasúchil de Xochimilco se comercializa en veinte estados de la República por su fácil transportación.
“Con un boicot, los únicos perjudicados serán los productores mexicanos”
Cada inicios de noviembre, la polémica entre comprar cempasúchil de corte o de maceta se renueva cuando la flor comienza a aparecer en mercados y avenidas. En redes sociales proliferan videos, infografías e historias de Instagram llamando a boicotear la venta en maceta y comprar únicamente ramos de variedades nativas. El argumento inicial es sencillo: llevar una maceta de marigold a casa estimula su producción en detrimento del cempasúchil nativo. Sin embargo, la crisis del cempasúchil podría tener que ver más con el exceso de producción. En Hidalgo cada vez son más los productores que plantan cempasúchil pensando en que se trata de un negocio rentable. Algo parecido sucede en Xochimilco. La venta de marigold es el sustento de más de 5.000 familias productoras tan solo en la capital y pese a que la mayoría de productores han mantenido sus precios, todo parece indicar que las ventas han caído respecto al año pasado. Luis Pérez se plantea cambiar de cultivo el año que viene. “Estamos pensando en qué otras plantas podemos tener aquí para competir con el cempasúchil”, explica.
Desde Hidalgo se añade otra variable. Cada vez el campo está más vacío de gente joven que quiera seguir con el negocio de sus padres. “Nuestros jóvenes no quieren involucrarse en el campo porque es muy pesado, pero hay que ser conscientes de que nuestros campos no se deben quedar solos sin cultivar”, dice Genoveva Pérez.
Si bien la demanda creciente de marigold desplazó a la flor de corte en algunas zonas urbanas como Xochimilco, Basurto considera que la producción y el consumo de ambos tipos de cempasúchil responden a contextos distintos y por lo tanto, el boom ornamental no significa una amenaza real para la supervivencia de la planta nativa. “Creo que el equilibrio está dado porque en las comunidades rurales se utiliza flor de corte para las ofrendas. Mientras se mantengan las tradiciones, la producción va a seguir”, explica el experto. Desde su perspectiva, el debate del boicot está zanjado. “Con un boicot, los únicos perjudicados serán los productores mexicanos”.
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