Nuevos empleos para viejas profesiones
Ilustradores y traductores reflejan la diversidad de las salidas laborales en la industria del videojuego
Natalia Morillo tenía claro dos cosas desde muy pequeña: que quería ser dibujante y que le fascinaban los videojuegos. “Cuando tenía siete u ocho años me surgió la idea de ser ilustradora de videojuegos. Se lo dije a mis padres y ellos se rieron”, dice esta vallisoletana de 29 años. Morillo creció con la idea de que encontrar empleo en esta industria era una quimera: “Como los videojuegos venían de Estados Unidos y Japón nunca me planteé que fueran a ser un trabajo serio en España”. Jamás llegó a imaginar que sería ilustradora de videojuegos en una de las empresas más grandes del mundo, la est...
Natalia Morillo tenía claro dos cosas desde muy pequeña: que quería ser dibujante y que le fascinaban los videojuegos. “Cuando tenía siete u ocho años me surgió la idea de ser ilustradora de videojuegos. Se lo dije a mis padres y ellos se rieron”, dice esta vallisoletana de 29 años. Morillo creció con la idea de que encontrar empleo en esta industria era una quimera: “Como los videojuegos venían de Estados Unidos y Japón nunca me planteé que fueran a ser un trabajo serio en España”. Jamás llegó a imaginar que sería ilustradora de videojuegos en una de las empresas más grandes del mundo, la estadounidense Scopely, líder en el desarrollo de videojuegos para teléfonos móviles. El caso de Morillo es el ejemplo de una ola de creación de empleo dentro de una industria que en España ha crecido con intensidad en el último lustro. Ilustradores, guionistas, traductores o historiadores han encontrado en el mundo de los videojuegos un campo en el que encontrar trabajo.
Morillo estudió Bellas Artes en Salamanca. Cuando se graduó en 2015 empezó a trabajar como diseñadora gráfica. “Una de las empresas para las que trabajaba en mis inicios era una churrería en un polígono de Salamanca”, recuerda. Pero nunca perdió de vista su interés por los videojuegos: “Empecé a investigar, entré en varios foros de internet, vi que había oferta laboral en ese mundo y decidí especializarme”. Por las mañanas, cumplía con sus compromisos laborales. Por las tardes, mejoraba su catálogo de dibujos, compuesto por personajes y ambientes fuertemente inspirados por el manga japonés, para adaptarlo al sector de los videojuegos.
Así, hasta que en 2017 cumplió su objetivo: la contrataron en Platonic Games, una pequeña empresa madrileña de videojuegos para teléfonos móviles fundada en 2014. Cuatro años después se mudó a Barcelona para trabajar en Scopely, y participar en la ilustración de obras como YAHTZEE With buddies, un juego de mesa para teléfonos móviles que tiene más de diez millones de descargas en las plataformas digitales. “En un videojuego tú contribuyes a que la historia avance. La interacción es lo que lo hace atractivo. Eso es lo que más me gusta”, cuenta Morillo.
El auge del teléfono móvil inteligente, el sector al que se dedica esta ilustradora, ha disparado el consumo de los videojuegos. En los últimos cinco años, la industria ha crecido en España y la creación de empleo se expande. Desde 2017 se han creado más del 50% de los empleos que componen en la actualidad el sector, según el Informe sobre condiciones de vida y trabajo en el desarrollo de videojuegos en España publicado por Games Worker Unite España.
No solo se crea más empleo, también se diversifica el perfil profesional de las personas que entran en la industria. Uno de los oficios que más está creciendo en España es el del traductor de videojuegos. Una confirmación es el aumento de la oferta educativa especializada, con cada vez más másteres, cursos y academias. El traductor Alesander Valero tiene 43 años y lleva más de 15 en la profesión. Ha experimentado en primera persona este crecimiento. “Cuando era pequeño me fijaba en las traducciones de los videojuegos, y como eran muy poco profesionales pensaba que yo podía hacerlo mejor”, comenta. Ahora lamenta su arrogancia juvenil y reconoce que el sector es mucho más competitivo.
Valero aún conserva de forma muy vívida el recuerdo de los primeros juegos con los que entró en contacto: los de las máquinas recreativas. “No tenía dinero para echarles monedas y por eso me quedaba horas y horas mirando cómo jugaban otros. Era como ver vídeos de YouTube o Twitch de aquella época”, bromea. Así es cómo forjó su entusiasmo por los videojuegos.
Su otra pasión era la traducción. En Asturias, donde nació, esa carrera universitaria no existía así que estudió Filología Inglesa, primero, y Filología Hispánica, después. “En mi último año de carrera estaba en Irlanda, y vi un artículo sobre traducción de videojuegos en una revista especializada en el tema”. Era 2006 y fue lo que despertó su interés por ese campo. Contactó con la autora del texto, Diana Díaz Montón, una de las primeras personas en fundar una empresa de traducción de videojuegos en España, Worldlab, en 2005. De la mano de esta empresa, Valero entró en la industria en unos años en los que había mucha oferta y poca demanda.
En 2006 se mudó a la ciudad alemana de Frankfurt para trabajar como traductor de inglés y español en la multinacional japonesa Nintendo. Pero diez años más tarde salió de la compañía y se hizo autónomo, lo que le permitió abrirse también al mundo de las series y las películas. “Yo siempre me he considerado traductor en general, no solo traductor de videojuegos”, remarca.
Su salida de Nintendo ejemplifica cómo la profesión se ha precarizado con el paso de los años. Los traductores de videojuegos, en su práctica totalidad, son autónomos y cobran entre cinco y diez céntimos por palabra. Por la traducción de un juego pequeño, que suele tener 5.000 palabras de media, se puede percibir 250 euros. Un juego grande (más de 500.000 palabras), suele traducirse entre ocho personas, por lo que cada traductor cobra alrededor de 3.000 euros. Además, en la mayoría de los casos no se les acredita por su trabajo. Valero cuenta con resignación que sólo aparece oficialmente en los créditos de una veintena de los cientos de títulos en los que ha trabajado.
Tanto Morillo como Valero coinciden en que los videojuegos ofrecen cada vez más oportunidades para perfiles como los suyos. En 1984, Indescomp, la primera empresa de videojuegos española, intentaba ampliar su plantilla con un cartel publicitario en el que preguntaba de manera enigmática: “¿Te gusta programar?”. El 100% de los trabajadores de la empresa eran programadores. Cuarenta años después, la industria absorbe una buena parte de las profesiones del ámbito audiovisual. Ya no es un trabajo solo para informáticos.