Usar chupete y chuparse el dedo: ¿sí o no? Beneficios e inconvenientes
Aunque este habitual dispositivo infantil puede reducir el estrés y ayudar a aprender la succión en prematuros, los expertos advierten de que también predispone a sufrir otitis e interfiere en el desarrollo del lenguaje
El uso del chupete es algo habitual en la crianza de los hijos, ya que calma el llanto del bebé, les ayuda a conciliar el sueño y reduce el estrés y el dolor, situaciones que, cuando se dan, afectan al bienestar de los pequeños, pero también al de sus padres y madres. No obstante, cada vez son más los expertos que alzan también la voz para incidir en sus efectos adversos. En España,...
El uso del chupete es algo habitual en la crianza de los hijos, ya que calma el llanto del bebé, les ayuda a conciliar el sueño y reduce el estrés y el dolor, situaciones que, cuando se dan, afectan al bienestar de los pequeños, pero también al de sus padres y madres. No obstante, cada vez son más los expertos que alzan también la voz para incidir en sus efectos adversos. En España, la Asociación Española de Pediatría (AEP), formada por más de 14.000 expertos, puntualiza que “su utilización conlleva tanto beneficios como riesgos y su empleo es motivo de controversia porque se suele recomendar o desaconsejar basándose en experiencias personales y no siempre en pruebas científicas”. Entonces, ¿cuáles son las ventajas y desventajas de usarlo?
“La palabra chupete en inglés se llama pacifier, que significa pacificador y se refiere a un objeto que tranquiliza”, apunta Lucía Sabbione Angeloni, pediatra y dermatóloga infantil. “Efectivamente”, prosigue, “con él se logra reducir el estrés y dolor abdominal en procedimientos desagradables, algo importante en bebés que requieren pasar por neonatología; puede contribuir al aprendizaje de la succión en prematuros y disminuye el riesgo de muerte súbita, particularmente si se utiliza durante el sueño”.
En cuanto a los riesgos, sobre todo ocurren si se introduce de forma temprana, Angeloni señala: “Puede producir dificultades en la lactancia porque, al satisfacer la necesidad de succión, disminuye el vaciado del pecho y la producción de leche materna. La mayoría de las sociedades científicas recomiendan que su uso se posponga hasta el mes de vida para lograr que el amamantamiento quede bien establecido”. Sostiene, además, que la utilización frecuente también puede predisponer a infecciones del oído medio u otitis, es decir, el proceso inflamatorio e infeccioso del conducto medio del oído, y a infecciones de la mucosa oral por un hongo llamado cándida que habita en la flora bucal.
Respecto al hecho de chuparse el dedo, la pediatra indica que muchos pequeños tiran de pulgar para tranquilizarse porque “lo tienen totalmente accesible”. Para la médica, esta rutina debería parar entre los 18 y los 24 meses: “Succionar es un reflejo”.
“Chuparse el dedo es un acto innato. Se ha evidenciado que, en periodos intrauterinos, a partir de los siete meses de gestación, es habitual que muchos bebés lo hagan”, añade la logopeda Arantza Ferris López. “El empleo abusivo y prolongado del chupete o de la succión del pulgar puede interferir en el desarrollo del habla o, incluso, del lenguaje, dando lugar a anomalías en las estructuras dentomaxilofaciales. Por ejemplo, también se pueden alterar los órganos fonoarticulatorios debido a que interfiere en el correcto desarrollo de estos órganos en la primera infancia, llevando a dislalias orgánicas y funcionales que repercuten en la pronunciación de algunos sonidos en el lenguaje oral”, confirma la experta.
Vanessa González Naharro, logopeda neonatal y experta en atención temprana, explica que, según su experiencia, ni el chupete ni el dedo son opciones adecuadas: “Respecto al primero, a la hora de adquirir uno, ha de ser aquel que cause la menor interferencia en la cavidad oral y que la succión que se realiza con él sea la más parecida a la que se realiza con el pecho materno. Y se debe escoger siempre el que ocupe el menor espacio posible y presione menos en el paladar”.
Según esta experta, la extendida creencia por el que es bueno modificar el chupete a medida que el bebé crece para ir adaptándose a su cavidad oral no es veraz: “Deberíamos preguntarnos si el pezón de la madre se modifica a medida que el niño crece para alimentarle o es el mismo”. González Naharro dictamina que, con un uso por encima de los tres años del niño, pueden existir problemas en las arcadas dentarias inferior y superior: “Esto provocará que se pierda la alineación correcta, llevando a una mordida alterada, cruzada o abierta. Asimismo, podrían aparecer dificultades en el paladar, al estrecharse y tomar una forma ojival”. “Si el acto de chuparse el dedo continúa tras el primer año, además de los daños dentales también alterará la masticación y la pronunciación, pudiendo provocar malformaciones o callos en el dedo”, asegura.
Una retirada respetuosa
“Las alteraciones que se producen por el empleo del chupete afectan en este orden: a la respiración, masticación, deglución y posición de reposo lingual, y, por tanto, al habla. El uso prolongado del mismo se da a consecuencia, en muchos momentos, de la falta de oportunidades para la conciliación y, con él, el bebé o niño se calma, pero no aprende a gestionar sus emociones más allá del control a través de un objeto artificial”, mantiene la también logopeda Zeruak G. Llanos. Cuando los padres decidan quitárselo han de valorar los momentos en los que lo usa su hijo y hacerlo de un modo respetuoso, sin una retirada con engaño o haciéndolo desaparecer, porque con ello, aumentaría en el niño el nivel de ansiedad, según el experto: “Un chupete mal retirado lleva al dedo. Yo recomendaría a los padres consultar con un profesional y pensar en las consecuencias de hacerlo mal y deprisa”.
En el caso de chuparse el dedo, Llanos explica que la retirada debe hacerse con intervención logopédica especializada, un tratamiento conductual y rehabilitación miofuncional: “A partir de cierta edad, en el ámbito de deformación es más complicado y la presión del entorno que siente el niño es mayor porque probablemente sus amigos puedan comentar o rechazar esa conducta o cuando vean sus alteraciones dentales”. “Sin embargo, un niño de nueve años puede mostrarse más colaborativo que uno de tres que no se percata de los perjuicios que ocurren en su boca”, prosigue, “y, a nivel social, no se castiga tanto a un niño de tres o cuatro años con el chupete en la boca; mientras que sí se hace si le das el pecho hasta entonces”.
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