Perfeccionismo y procrastinación en la maternidad: dos caras de la misma moneda
La idealización de convertirse en madre, un exceso de expectativas, las comparaciones o el miedo a equivocarse pueden detonar el estrés por querer criar siempre mejor
Si bien la elección de convertirse en madre presupone una disposición inicial a dar lo mejor de una misma a los hijos, ese pensamiento puede llegar a volverse obsesivo hasta caer en un excesivo perfeccionismo. La comparativa con lo que se ve en las redes sociales y la mirada u ojo crítico constante de familiares y amigos son solo algunos de los componentes que ...
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Si bien la elección de convertirse en madre presupone una disposición inicial a dar lo mejor de una misma a los hijos, ese pensamiento puede llegar a volverse obsesivo hasta caer en un excesivo perfeccionismo. La comparativa con lo que se ve en las redes sociales y la mirada u ojo crítico constante de familiares y amigos son solo algunos de los componentes que pueden presionar hacia la mejora constante y la necesidad de ser la madre y el padre perfectos. Pero, ¿por qué ocurre? ¿Cuáles son los mecanismos psicológicos que detonan en una crianza perfeccionista?
“La sociedad y la cultura suelen establecer estándares muy altos para las madres, y aún existen expectativas sobre cómo deberían cuidar, educar y ser”, asegura Almudena Lebrero, cofundadora del centro psicológico Globaltya, en Alcorcón, y miembro de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (SEMPyP). “Muchas mujeres, cuando tienen un hijo, sufren una crisis de identidad, desconocen qué madre quieren ser o si cumplen o no con los estándares marcados. Pero deben saber que aprenderán lo que su hijo necesita, sin manuales ni consejos, porque para todo no hay un plan, y para la maternidad menos”, prosigue.
Una elevada autoexigencia y el perfeccionismo son ingredientes que dirigen hacia la procrastinación, pero ¿cómo se manifiestan el relegar tareas o no terminar de afrontarlas por querer hacerlo perfecto? “La distancia entre quien deseo ser como madre y quien realmente soy genera frustración, desgana, apatía, y perdemos la motivación de construir nuestra nueva faceta como madres imperfectas”, explica la experta. Según sostiene Lebrero, las madres procrastinan para no enfrentarse a sus capacidades y limitaciones. “Es decir, postergan tareas por temor a no hacerlas de manera impoluta”.
Un estudio reciente llamado Examinando los efectos del perfeccionismo positivo y negativo y el agotamiento materno, publicado el pasado mes de julio en Sciencedirect, recalca cómo las preocupaciones perfeccionistas se correlacionan con el agotamiento y el estrés de los padres. “Esto ocurre porque normalmente ese ha sido el estilo de crianza que ellos mismos han recibido. Madres y padres educan y regulan emocionalmente a sus hijos de la mejor manera que conocen, siempre con la mejor intención, y a menudo la creencia de que ser buena y amada se debe a cómo de perfectas se hacen las cosas”, matiza la psicóloga Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos, en Madrid. “Resumiendo, se interioriza de una generación a otra sin que seamos conscientes”, añade. Palomares sostiene que estas ideas de perfección suponen estar con la mente inquieta y en constante movimiento para hacerlo siempre mejor, lo que no solo es estresante, sino que también podría perjudicar el bienestar del niño.
“Es importante recordar que lo ideal o perfecto no existe. La autoestima no es algo que aparece gracias a la aprobación de los demás, sino que se trata de la percepción que tenemos de nosotros, generada por un sentimiento interno de satisfacción con nosotros mismos, de nuestra forma de relacionarnos con los demás y con lo que hacemos”, recalca Palomares. “Saber poner límites de forma asertiva y pasar tiempo con nuestros seres queridos nos ayudará a desarrollar una verdadera autoestima alejada de dependencias emocionales con los demás y de la búsqueda de aprobación”, puntualiza.
Otra investigación titulada Perfeccionismo y control en síntomas del trastorno de estrés postraumático, publicado en 2020 en la International Journal of Mental Health and Addiction (IJMA, por sus siglas en inglés), llega a la conclusión de que el número de experiencias traumáticas vividas en la infancia se relacionan con el perfeccionismo. A este respecto, Ismael Issa García, psicólogo y coordinador general en la Asociación Nacional de Psicólogos en Acción de España (ANPSA), advierte que una educación muy estricta, las consecuencias muy graves a ciertos errores, experiencias que te marcan, así como simplemente una actuación por imitación de tu madre o padre, son factores determinantes. “Suelen ser personas ansiosas que con el perfeccionismo tratan de calmar la ansiedad, y procrastinan las tareas porque el fallar les genera mucha ansiedad”, continúa.
Sin embargo, sí se pueden controlar y manejar estos impulsos hacia la perfección. “Asumir que nos podemos equivocar hará que no miremos tanto el detalle y ver que cumplimos con los objetivos es un paso”, añade García. Aceptar la imperfección pasa por ajustar las expectativas a cada realidad personal. “Cada maternidad está enmarcada en unas circunstancias determinadas: las diferencias en el apoyo familiar marcan una gran diferencia, la situación laboral y económica, la expresión del llanto y el sueño del bebé, entre otros estresores”, matiza por su parte Lebrero. Para la experta, delegar tareas y aceptar ayuda, así como dedicar tiempo al autocuidado —en definitiva, flexibilizar— son la clave para adaptarse al nuevo rol de ser madre.
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