Para ser un padre feminista es imprescindible cultivar la conciencia crítica
Educar en igualdad pasa por ser conscientes de las desigualdades entre hombres y mujeres, identificar las actitudes machistas y reflexionar y debatir sobre ellas con los menores
La ola del feminismo ha mojado a los padres, así que cada vez son más los que se interesan por la coeducación. El principio para convertirse en un padre feminista es cultivar la conciencia crítica. El término lo defendió el pedagogo brasileño Paulo Freire, que en ocasiones también lo nombra como concienciación y se refiere a las habilidades mentales que nos permiten analizar, interpretar y revisar nuestras posiciones. Jordan Shapiro es miembro del Centro Joan Ganz Cooney, en ...
La ola del feminismo ha mojado a los padres, así que cada vez son más los que se interesan por la coeducación. El principio para convertirse en un padre feminista es cultivar la conciencia crítica. El término lo defendió el pedagogo brasileño Paulo Freire, que en ocasiones también lo nombra como concienciación y se refiere a las habilidades mentales que nos permiten analizar, interpretar y revisar nuestras posiciones. Jordan Shapiro es miembro del Centro Joan Ganz Cooney, en Nueva York, institución que investiga y promueve la innovación en el aprendizaje y acaba de publicar Cómo ser un padre feminista (Plataforma editorial, 2022). En el libro defiende que las desigualdades de género son un constructo cultural, que la conciencia crítica implica interpretar cómo funcionan las estructuras de poder opresivas, así como identificar y tergiversar el status quo sexista y misógino.
“Si quieres ser un progenitor feminista, acepta que ya tienes la voluntad propia y necesaria para transformar tu realidad”, escribe Shapiro, “observa cómo los privilegios del patriarcado perjudican a los hombres tanto como al resto de gente. Reconoce que todos los significados implícitos a la virilidad están diseñados para despistarnos y fortificar el status quo”. Los padres también están circunscritos por ideologías sexistas que, según este experto, obligan a cumplir con expectativas que definen qué significa sentirse como un padre y actuar como un hombre.
Por su parte, el psicólogo valenciano Alberto Soler tiene la concienciación muy afilada. Él dice que con el paso de los años ha ido tomando conciencia de la importancia de la igualdad y de superar los roles tradicionalmente asignados a hombres y mujeres. Educar en el feminismo no es tarea sencilla, pero obviamente es el primer paso: “Predicar con el ejemplo. Los niños y las niñas aprenden por mímesis. Por ejemplo, con respecto a las tareas domésticas y de cuidados, es importante que en casa se perciba que no pertenecen a un padre o a una madre, sino que son comunes, que se realizan entre todos”, asegura. “Educar en el feminismo es educar en un reparto justo de la carga de trabajo, visible e invisible, entre los que conviven”.
Cierto es que en la parte visible se ha avanzado, pero la carga mental sigue teniendo mayoritariamente un solo género. El estudio Coste de oportunidad de la brecha de género en ocio, de ClosinGap y publicado en 2019, cifró en una hora y 37 minutos menos de ocio para las mujeres españolas respecto a los hombres. Así, este padre psicólogo hace uso del método socrático de la mayéutica: “¿Quién está en el grupo de WhatsApp del cole? ¿Quién sabe la talla de pantalones o de zapatos de los peques? ¿Quién les lleva a comprar ropa? ¿Quién se encarga de pedir cita y llevarles al pediatra? ¿Quién piensa los almuerzos, comidas, meriendas y cenas? ¿Quién hace la lista de la compra?”. Para educar en el feminismo Soler pone como ejemplo que no basta con poner lavadoras si te lo piden, también hay que pensar en ponerlas.
Sobre desmontar estereotipos y roles de género sabe el maestro Pablo Ruiz Boj. Es padre de dos chicas y un chico. Y desde el convencimiento de que los hijos, como las plantas, crecen nutriéndose de los elementos que están cerca, en el aula trata la igualdad como la psicomotricidad o el inglés: “Cuando alguien habla de cosas de chicos o de chicas, los demás proponemos contra ejemplos que desmonten esos razonamientos”, explica. Razonar en grupo es un buen método para que la evidencia entre en el claro, según este experto. Ruiz Boj cita el álbum ilustrado (No) A todas las niñas les gusta el rosa, de David Pintor (Anaya, 2022), que cuenta una conversación entre un padre y su hija sobre las cuestiones que supuestamente atañen a las niñas: “Los lacitos, llorar, las muñecas o las cocinitas. Es un buen material para entablar conversación y, desde pequeños, ir derribando estereotipos que, nada lejos de sumar, arrinconan”.
Ruiz Boj asegura que no tienen en el aula juguetes considerados para uno u otro sexo, sino materiales que fomentan el movimiento o materiales para aprender a estar más tranquilos. Y para él los patios escolares también tendrían que remar hacia la igualdad: “¿Por qué los niños pueden ocupar casi todo el espacio jugando a fútbol?”. El psicólogo valenciano reflexiona: “Es cierto que las niñas también pueden jugar, pero en la práctica la inmensa mayoría son niños. Y no es justo”. Según reflexiona, intentar hacer patios más inclusivos y coeducativos, dándole el justo espacio al fútbol, es otra forma de batallar por la igualdad, ya que el terreno merece ser ocupado y disfrutado por todos y todas.
Berni Molina es padre de tres niños y cuenta que su despertar como feminista vino a raíz de los insignificantes 28 días de permiso de paternidad que percibió cuando nació su tercer hijo. Se abrió redes sociales, en Instagram @papestaaqui, con la intención de mostrar retazos de su paternidad: “Me hacía ilusión encontrar una tribu de papás implicados para compartir la experiencia y visibilizar nuestro papel en la cocrianza”. Y la conclusión hiere: “No pasó”. Pero lo que sí pasó fue que, por contra, se encontró con diversas maternidades y aprendió sobre feminismos, afianzando su compromiso con la educación en igualdad.
Ahora afirma que ser un padre feminista tiene que ver con la manera de entender y vivir la propia masculinidad: “Pasa por reconocer los privilegios, identificar actitudes machistas, ser consciente de las desigualdades que se generan por razones de género y, sobre todo, por la manera en la que te relacionas o te dejas de relacionar con tu entorno”. Para él, el tramo inicial para coeducar es aceptar privilegios, después reflexionar, y cuando los niños y niñas tengan la capacidad explicarles sobre el sistema desigual y sus porqués.
Pero, ¿cómo acabar con el machismo? “Deconstruyéndolo”, afirma Molina. Desde hace unas semanas, ha integrado la mirada con perspectiva de género en las películas o series que ven en familia: “Todo comenzó con La patrulla canina. Y en un capítulo había cinco personajes, cuatro eran masculinos y una única mujer, la alcaldesa Goodway que, como casi siempre, necesitaba ser rescatada”. Él invitó a sus hijos a pensar: “Remarqué la situación, les expliqué mi punto de vista y les hice preguntas. Hacerles reflexionar y que se cuestionen lo que ven es superimportante para que miren de otro modo”.
Un mundo sin machismo sería un mundo más equitativo, más libre y más justo. Alberto García concluye: “Niñas y niños merecen crecer con los mismos derechos y oportunidades, independientemente de su sexo. Merecen que superemos los roles de género porque les limitan, les restan libertad y oportunidades. Por tanto, está en nuestra mano avanzar en esa dirección con nuestras decisiones y nuestro ejemplo, siendo conscientes de cuál es el punto de partida y hacia dónde queremos ir”.
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