Por qué no debes fomentar la competitividad entre hermanos
No todos los niños o niñas brillan en lo mismo, e inculcarles el constante sacrificio para ser siempre el que más brille acaba llevándoles a la frustración y al agotamiento
No hay dos niños o dos niñas iguales, ni aunque sean hermanos. Tratarlos como si fueran la misma persona, o cortados por un mismo patrón, no es una ocurrencia acertada. No todos los niños o niñas brillan en lo mismo, e inculcarles el constante sacrificio para ser siempre el que más brille acaba llevándoles a la frustración y al agotamiento. Aunque la sociedad, y en concreto el mercado laboral, nos eche a competir en cuanto ponemos un pie en la calle, las expertas señalan que fomentar la competición en niños y dentro del seno familiar puede, además de desestabilizar la convivencia, educarlos en...
No hay dos niños o dos niñas iguales, ni aunque sean hermanos. Tratarlos como si fueran la misma persona, o cortados por un mismo patrón, no es una ocurrencia acertada. No todos los niños o niñas brillan en lo mismo, e inculcarles el constante sacrificio para ser siempre el que más brille acaba llevándoles a la frustración y al agotamiento. Aunque la sociedad, y en concreto el mercado laboral, nos eche a competir en cuanto ponemos un pie en la calle, las expertas señalan que fomentar la competición en niños y dentro del seno familiar puede, además de desestabilizar la convivencia, educarlos en conductas individualistas, egoístas y de cero empatía.
Para Sofía Gil, directora de MindUP Psicólogos, no podemos ni pedir ni esperar lo mismo de hermanos porque cada uno tiene sus características personales. Como padres, es recomendable que favorezcamos que cooperen y se sientan como parte de un mismo equipo y nunca como rivales. Es importante que consigamos trasmitirles que para nosotros son únicos, valiosos e igual de importantes independientemente de como sea el resto. “Los niños en ocasiones pueden tener miedo a ser desplazados y a perder así el amor de sus padres por culpa del hermano. En la mayoría de las ocasiones ellos rivalizan por el amor y atención de sus progenitores. La competitividad malentendida puede desencadenar sentimientos muy negativos entre ellos e incluso ocasionar problemas de inseguridad o baja autoestima”.
Los padres debemos fomentar la buena relación entre hermanos y compararlos no es buena técnica. Jenny Silvente es maestra y asesora pedagógica, madre de dos pequeños: “Tenemos que aceptar a cada hijo e hija tal y como son. Ellos lo perciben y les hace sentir bien. Se trata de que vivan el respeto para poder respetar”. Jenny Silvente defiende la necesidad imperiosa que tienen los niños de que los padres y madres podamos pasar un rato especial a solas con cada uno. Para su tranquilidad y autoestima: “Es necesario que vean que les queremos por ser quienes son y que no es necesario que hagan nada extraordinario. Se trata de tomar consciencia de que son como son y ayudarlos a ellos a conocer y estimar sus virtudes y habilidades, conociéndose como diferentes pero maravillosos todos”. Jenny cree que hay que empoderarlos, explicarles que ser único e irrepetible es una singularidad propia de cada personalidad.
Para la maestra de pedagogía terapéutica y formadora en el ámbito educativo Teresa Sánchez Valdés nada de lo que conlleve enfrentamiento es positivo. La competitividad es una lucha de poder por demostrar quién sabe y hace más. “La educación basada en esta no es buena, debemos enseñar a crecer en un ambiente donde todos y todas somos capaces de llegar a la meta, y que cada persona tiene las suyas propias”. Teresa Sánchez Valdés considera que el hecho de no llegar hasta donde un adulto espera frustra a los más pequeños y pequeñas. “No cumplir ciertas expectativas puede generar estrés, conductas desadaptadas y tristeza. Además, la frustración en la primera infancia suele ser un factor que se generaliza a múltiples contextos, por lo que puede repercutir negativamente a nivel social, escolar y emocional”.
La maestra Jenny Silvente cree que “lo interesante no es ser mejor que los demás o el primero, sino más bien desarrollar un sentido de autosuperación que tiene que ver con las propias habilidades, sin tener nada que ver con las de los demás”. Considera que para llegar a esta competitividad poco sana entre hermanos se da un agravio comparativo: “En la comparación pasan dos cosas: o eres el mejor o no. Si eres el mejor, te sientes en la exigencia de seguir siéndolo, sintiendo que si fallas, fallas a quienes te exigen ser el mejor. Si no eres el mejor, se desarrolla un sentimiento de odio (o admiración insana) hacia aquellos que son mejores que tú, haciendo incluso que sientas que nunca
serás como ellos/as y no vales para nada. En este caso mengua totalmente la autoestima”.
Para hablarles a los pequeños sobre querer ser siempre el ganador está el maravilloso cuento infantil Mapache quiero ser el primero (editorial Nubeocho). El Mapache hace esfuerzos desorbitados por ser el primero. Él es el primero en recoger avellanas, correr más que nadie o imaginar formas de nube. Pero ¿qué pasa cuando un Zorro le desbanca del podio? Pues siente que no es válido y no para de llorar. Mapache tendrá que aprender a vivir fuera de la perpetua competición social porque en esta no está la felicidad.
Y ¿cómo tratamos con los pequeños la competición que hay en el mundo adulto? Teresa Sánchez Valdés sostiene: “Desde la escuela y también desde el núcleo familiar debemos dar a conocer cómo funciona la sociedad y cómo se comportan las personas, por lo que es importante hacer ver que vivimos en una sociedad competitiva, pero que esto no tiene que significar que a nivel personal lo tengamos que ser y poner en práctica el 100% del tiempo”. Considera muy importante comunicarles que competir pertenece al campo de las personas adultas, y que, llegada a esta edad, si hemos educado con los valores de respeto y tolerancia, sabrán enfocar y saber en qué momentos aplicar la sana competición.
Puedes seguir De mamas & de papas en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.