La desesperada campaña de Biden para convencer a los suyos de que debe continuar

El presidente recluta a pesos pesados del Partido Demócrata en su apoyo y trata de difundir el mensaje de que un cambio de candidato a estas alturas sería un suicidio político

Joe Biden llega a bordo del 'Marine One' a la base de Fort McNair, en Washington, este lunes 1 de julio.Elizabeth Frantz (REUTERS)

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, regresó este lunes a la Casa Blanca tras su particular travesía en el desierto: una semana en Camp David preparando el debate con Donald Trump del jueves pasado; la gran noche en Atlanta, que acabó convertida en uno de los peores momentos de su carrera política; un mitin en Carolina del Norte; actos electorales en Nueva York y Nueva Jersey; y el resto de fin de semana de vuelta en Cam...

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, regresó este lunes a la Casa Blanca tras su particular travesía en el desierto: una semana en Camp David preparando el debate con Donald Trump del jueves pasado; la gran noche en Atlanta, que acabó convertida en uno de los peores momentos de su carrera política; un mitin en Carolina del Norte; actos electorales en Nueva York y Nueva Jersey; y el resto de fin de semana de vuelta en Camp David para una sesión programada hacía tiempo con la fotógrafa Annie Leibovitz y para reflexionar con la ayuda de su familia sobre el futuro.

Tanta actividad forma parte de una campaña del presidente, cuya idoneidad para seguir en el cargo está siendo fuertemente cuestionada por los principales medios, para mostrar normalidad y tratar de contrarrestar la debacle de un debate en el que se mostró vulnerable e incapaz de contrarrestar las mentiras de Trump ―en algunos momentos, ni siquiera lo fue de terminar las frases―. Biden no está dispuesto a retirar su candidatura a la reelección, y ahora toca convencer a los votantes de que ese empeño obedece a algo más que a un impulso egoísta, y que está capacitado para ganar en las urnas a su rival, así como para completar un segundo mandato, a cuyo término tendrá 86 años.

Para esa campaña de relaciones públicas, el presidente ha tocado a rebato a los pesos pesados de su partido, que este fin de semana han cerrado filas y se han paseado para sacar la cara por él por los platós de programas políticos de las cadenas de televisión por cable. También han recurrido a las redes sociales, como en los casos de Hillary Clinton y Barack Obama. Según informa Axios, los tuits de apoyo de ambos fueron orquestados desde la campaña de Biden.

El argumentario está claro. La exspeaker de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi dijo este fin de semana que es injusto reducir una presidencia a los 90 minutos de un mal debate. Según el representante de Carolina del Sur, James Clyburn, látigo de la minoría demócrata en la Cámara baja, puede que a Biden no se le diera bien el jueves, pero mucho peor es la perspectiva de tener a Trump de nuevo en la Casa Blanca. Y si el senador de Delaware Chris Coons pidió que se entendiera que cualquiera tiene una mala tarde, Wes Moore, gobernador de Maryland, cree que no es razonable pensar en cambiar a estas alturas de candidato.

“No va a renunciar. Fin de la historia”

Durante el fin de semana, la campaña para la reelección ―que ha recaudado 33 millones de dólares (unos 30,8 millones de euros) desde el debate, pese a la inquietud expresada por algunos poderosos donantes― también se empleó a fondo en la mitigación de daños poniéndose en contacto directamente con los votantes. ¿El mensaje? Biden no va a renunciar. “Va a ser el candidato demócrata, punto. Fin de la historia”, decía en uno de esos correos electrónicos. “Si se retirara, provocaría semanas de caos, luchas internas, y un enfrentamiento brutal en la convención”. Mientras tanto, advertía el texto, Trump tendría el camino libre hacia la victoria.

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Como se ve, hay un elemento de pragmatismo en esa estrategia de defensa: no existen casi precedentes de un cambio de candidato a estas alturas y los beneficios de algo así no están garantizados.

El partido perdió todas las oportunidades de abrir un debate serio sobre la conveniencia de presentar a un hombre que tendrá 82 años cuando jure ―si es que jura― de nuevo el cargo, en parte, por los buenos resultados de las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2022. Si hubiesen sido tan desastrosos como auguraban los sondeos, eso tal vez hubiera activado un relevo al frente de la formación. De momento, las encuestas no han registrado cambios significativos en el apoyo de los votantes a la candidatura de Biden tras el desastroso debate. Si eso cambiara en los próximos días, aún quedaría tiempo para un reemplazo, aunque ninguno de los aspirantes que ha sonado estos días (con la vicepresidenta, Kamala Harris, como la opción más lógica) parece contar con los apoyos suficientes.

El entorno de Biden también ha reaccionado a las críticas al equipo de personas que lo ayudó a preparar el debate, con uno de sus más constantes y veteranos aliados, Ron Klain, a la cabeza, que ha recibido ataques porque no supo leer el partido al que se enfrentaba. Según informan los medios estadounidenses, el propio presidente llamó a Klain para dejarle claro que ni él ni su familia lo culpan del desastre.

Klain será quien, de nuevo, asesore a Biden para el segundo debate, que está previsto para el 10 de septiembre en los estudios de ABC. Hasta entonces, la estrategia pasa por incrementar los actos públicos y por ofrecer un discurso memorable en la Convención de Chicago a finales de agosto. También, multiplicar sus apariciones en medios, de los que ha estado llamativamente ausente durante su presidencia, alimentando las sospechas de que esa reticencia a conceder entrevistas y conferencias de prensa obedece a un miedo por mostrar al mundo el verdadero estado de sus capacidades. Justamente por ese asunto, el jueves pasado sonaron todas las alarmas ante los 51 millones de telespectadores que asistieron a la debacle de Atlanta.

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