Las dos caras del voto latino

Dos Estados clave en esta elección han terminado de lados opuestos, pero en ambos casos movidos por el voto de origen hispano, que no se comporta como un bloque

Una seguidora del Partido Demócrata en Texas.LM Otero (AP)

Donald Trump no ganó Florida en 2016 gracias a Miami. Clinton le dobló el voto. Cuatro años después, el condado ha sido la clave para que el Estado más impredecible de la Unión vuelva a caer del lado republicano: Trump ha recortado más de 200.000 votos en la metrópoli, prácticamente cubriendo su margen de victoria en todo el Estado. Esto no es lo que esperaba la campaña de Biden, que prácticamente daba su ventaja de Miami-Dade por sentada: varias ...

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Donald Trump no ganó Florida en 2016 gracias a Miami. Clinton le dobló el voto. Cuatro años después, el condado ha sido la clave para que el Estado más impredecible de la Unión vuelva a caer del lado republicano: Trump ha recortado más de 200.000 votos en la metrópoli, prácticamente cubriendo su margen de victoria en todo el Estado. Esto no es lo que esperaba la campaña de Biden, que prácticamente daba su ventaja de Miami-Dade por sentada: varias encuestas preelectorales del lado demócrata anticipaban un margen de 15-20 puntos entre votantes de origen hispano. El sondeo a pie de urna de la CBS cerró en apenas 8 (53-45).

Fuera del relato típico que asigna la responsabilidad de las victorias conservadoras en Florida a sus condados norteños, más blancos y rurales que el sur urbano y latino, parece que en 2020 el voto decisivo para revalidar la victoria de Trump ha venido precisamente de esa otra parte del Estado. La campaña republicana ha sabido leer y pulsar miedos, rechazos, aspiraciones entre cubano-estadounidenses, venezolano-estadounidenses (y quizás también votantes de origen colombiano), algo que le ha valido una valiosa victoria necesaria si quiere seguir aspirando a una presidencia aún no decidida.

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Pero al otro extremo de la Unión, Arizona, se ha unido al cada vez más amplio club de Estados sureños que se vuelven azules gracias a una alianza entre áreas metropolitanas y poblaciones diversas (en la frontera, pero también en las propias zonas urbanas), particularmente latinas. Ya nadie duda del perfil progresista de California, Colorado y Nuevo México. Nevada ha consolidado este año una trayectoria que ya había iniciado anteriormente en esa misma dirección. Texas sigue siendo republicana, pero con márgenes cada vez más pequeños (7 puntos ayer, 9 hace cuatro años). Por ahora, Phoenix y su corona suburbana han producido el vuelco en Arizona, único gran Estado que por ahora ha girado de uno a otro partido.

El margen de Biden entre votantes hispanos en Arizona cuadruplica al de Florida: +30 según la encuesta a pie de urna. Es la misma ventaja que en 2016. Mucho más ha cambiado en el Estado el patrón de voto de los blancos con estudios universitarios: de +27 para Trump en 2016 a +11 para Biden en 2020, un vuelco espectacular que, en realidad, solo acerca al votante metropolitano de clase media y acomodada a donde ya estaba el de origen latino (de cualquier condición socioeconómica), perfilando en efecto la nueva alianza. Una que no está exenta de grietas: Texas se mantuvo republicana, entre otras razones, porque Trump mejoró y mucho sus resultados en la frontera. El condado de Starr (donde prácticamente todo el voto es de origen hispano) cedió 55 puntos de ventaja para los republicanos entre la elección de Clinton y la de Joe Biden.

Mientras, Florida camina en la dirección opuesta. El margen demócrata entre los latinos era mucho más similar aquí y en Arizona en 2016. El cambio se ha concentrado en los últimos cuatro años de Gobierno de Donald Trump. La polarización ha penetrado las fronteras identitarias, alineándose probablemente con la dimensión de origen nacional: igual que Cuba y Venezuela dominan en las familias de Miami o Palm Beach, México y sus vecinos centroamericanos son los ancestros más habituales en Arizona, acercando sus preocupaciones a políticas en las que la actual Administración no puede venderse tan bien como en su (supuesta) posición firme frente a los regímenes izquierdistas de América Latina: migración, frontera, salud y justicia, frentes en los que el Partido Demócrata es notablemente más competitivo.

La tensión entre los resultados en Florida y en el bloque azul del Sudoeste al que ahora se une Arizona ejemplifica bien no sólo las múltiples facetas del voto hispano, sino la manera en que estas se van conformando a la estructura preexistente en la política estadounidense. La política latina encaja en el molde de la polarización, una consecuencia inevitable de la paulatina asimilación cultural a la que la nación estadounidense somete a todos los migrantes que se instalan sobre su suelo.

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