¿Qué pasa si Trump enferma gravemente?
La ley prevé que sea Mike Pence, como vicepresidente, quien le sustituya en caso de incapacidad. En siguiente lugar, la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi
Donald Trump está hospitalizado cumpliendo la cuarentena. El presidente estadounidense manifiesta síntomas leves tras dar positivo por coronavirus, pero su médico afirma que lo ve con buen ánimo. El republicano tiene 74 años y pesa 110 k...
Donald Trump está hospitalizado cumpliendo la cuarentena. El presidente estadounidense manifiesta síntomas leves tras dar positivo por coronavirus, pero su médico afirma que lo ve con buen ánimo. El republicano tiene 74 años y pesa 110 kilos. Estos factores pueden aumentar el riesgo en la evolución de su diagnóstico, según la evidencia científica. En el caso hipotético de que cayera gravemente enfermo, el vicepresidente del país, Mike Pence, de 61 años, tendría que asumir el liderazgo en el tiempo de descuento de la carrera por la reelección. En el escenario menos probable, en el que Pence también quede incapacitado, la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de 80 años, se convertiría en la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
En la democracia más antigua del mundo han asesinado a presidentes, otros han muerto por causas naturales y algunos han padecido graves enfermedades mientras estaban en el cargo, como George Washington y Woodrow Wilson. Para todos los casos, la Constitución establece un plan de acción. La 25ª enmienda detalla que si un presidente es incapaz de cumplir con sus deberes, su número dos debe ocupar la vacante. Los miembros del Gabinete son los que determinan cuándo un mandatario no puede ejercer sus funciones, a menos que sea este mismo quien lo reconozca. En el caso de que el vicepresidente también quedase incapacitado, ya sea por enfermedad o porque los secretarios de Estado así lo determinen, hay que recurrir a la Ley de Sucesión.
En la política estadounidense actual, si Trump y Pence quedan inhabilitados, por ley debe asumir el líder de la Cámara de Representantes. Eso llevaría inesperadamente a que Pelosi asumiera el timón. “Esto es trágico, es muy triste, pero también pasa por estar con la multitud, no usar mascarilla y, todo lo demás. Fue una especie de invitación descarada para que esto sucediera”, sostuvo la representante demócrata este viernes tras conocerse la noticia. En el caso de que ella no pueda o no quiera ejercer el cargo, entonces le corresponde al presidente del Senado, que ocupa el republicano Charles E. Grassley, de 87 años. El representante de Iowa dijo que no se hará el test. “El senador Grassley continuará siguiendo las recomendaciones del médico del Senado, las de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) y los funcionarios de salud locales”, afirmó un portavoz.
Hasta 1947, la responsabilidad de asumir el mando del país, tras el presidente y el vicepresidente, recaía en los miembros del Gabinete, comenzando por el secretario de Estado. Pero cuando Franklin Roosevelt murió al inicio de su cuarto mandato, el Congreso agregó a la cadena a los legisladores, con el argumento de que la presidencia y la vicepresidencia deberían ser cargos ocupados por funcionarios electos por voto popular.
El ‘caso Watergate’
En la década de los setenta, en la bicentenaria historia constitucional estadounidense ocurrió por primera vez que un político que no había sido elegido por el voto popular para presidente o vicepresidente llegó a la Casa Blanca. Richard Nixon nombró como su número dos a Gerald R. Ford, después de que Spiro Agnew, acusado de evasión de impuestos, renunciase a la vicepresidencia. En menos de un año, Nixon renunció al Despacho Oval sumergido en el caso Watergate, y Ford, a quien ningún estadounidense había votado para el puesto de mayor responsabilidad en Occidente, juró como presidente.
El equipo de Pence comunicó este viernes que había dado negativo en el test de coronavirus. El político, de 61 años, nacido y criado en Columbus (Estado de Indiana), se define a sí mismo como “un cristiano, un conservador y un republicano”, en ese orden. Antes de convertirse en el compañero de ticket de Trump en 2016, llevaba tres años como gobernador de su Estado. Católico convertido al evangelismo, está casado desde hace 25 años con Karen Pence, una profesora de colegio que conoció cuando tocaba la guitarra en la iglesia. Son padres de tres hijos. Muchos ven al vicepresidente como la figura antagónica de Trump, necesaria para acaparar las bases más conservadoras del Partido Republicano.
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