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La casa real británica presiona al príncipe Andrés para que abandone la mansión de Windsor donde vive gratis

Los privilegios del hermano del rey Carlos para disfrutar de una residencia de 30 habitaciones y 40.000 metros cuadrados acaloran el debate político en torno a su figura

De un modo discreto, con la voluntad de filtrarlo después convenientemente a los medios, la casa real británica llevó a cabo esta semana una primera maniobra simbólica ...

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De un modo discreto, con la voluntad de filtrarlo después convenientemente a los medios, la casa real británica llevó a cabo esta semana una primera maniobra simbólica para expulsar al príncipe Andrés del complejo del castillo de Windsor, donde reside. El estandarte del duque de York como miembro de la Orden de la Jarretera, que ondeaba junto a otros en la capilla de San Jorge —donde reposan los restos de Isabel II— fue retirado.

Era un paso más, pero en absoluto el definitivo, para intentar solucionar un problema que no deja de atosigar a Carlos III de Inglaterra. Varios medios de comunicación británicos señalan ahora que el entorno del rey y el príncipe han entrado en conversaciones para que Andrés, de 65 años, se vaya definitivamente de la mansión que ocupa, por la que no paga renta.

Aunque el hermano del monarca reside bajo las condiciones de un contrato legal, y en el caso de desalojar la vivienda tendría derecho a recibir una indemnización de más de 600.000 euros, el escándalo político creado tras conocerse su situación de privilegio está ejerciendo presión en el príncipe, que podría dar de nuevo su brazo a torcer y buscarse otra residencia.

El diario The Times publicó el pasado martes el contrato por el que Andrés y su familia (Sarah Ferguson y las hijas, Beatriz y Eugenia) hacen uso del Royal Lodge, en el complejo del castillo de Windsor. Se trata de una residencia de 30 habitaciones, seis pequeñas viviendas para el personal de servicio y 40.000 metros cuadrados.

El príncipe pagó en 2003 un millón de libras (alrededor de 1,15 millones de euros) por su alquiler hasta 2078. Y 7,5 millones de libras (8,6 millones de euros) para las obras de rehabilitación. Pero desde entonces, no ha desembolsado ni una sola libra esterlina más por el uso de la vivienda. De hecho, el contrato establece claramente que “la renta será de ‘un grano de pimienta’ (peppercorn, en el inglés original) al año, si resulta reclamada”. La expresión es utilizada habitualmente para describir una renta simbólica, que a todos los efectos es inexistente.

El complejo de Windsor es gestionado por el llamado Crown Estate, el ente privado de gestión pública, controlado por el Gobierno, que maneja las propiedades de la casa real británica y entrega parte de sus dividendos a la casa de Windsor para sus gastos de protocolo y representación.

El Gobierno laborista de Keir Starmer ha intentado hasta ahora acogerse a la tradición parlamentaria según la cual los asuntos de la casa real se ventilan dentro de la casa real, por lo que la Cámara de los Comunes no puede malgastar en esas cuestiones un tiempo que debe dedicar a otros asuntos. Pero cada uno de los ministros consultados sobre el privilegio del que disfruta el príncipe Andrés se mostraba más y más incómodo a la hora de responder, sobre todo porque la noticia surgía después de varios días de escándalo en torno a la figura del hermano de Carlos III.

Algunos parlamentarios, como el portavoz de Justicia del Partido Conservador y una de las figuras más potentes entre los tories, Robert Jenrick, ha hablado ya sin miramientos de la necesidad de que el príncipe renuncie a cualquier ingreso o privilegio público “y se gane la vida en el ámbito privado”.

Aunque luego rectificó, el propio primer ministro se mostró de acuerdo, en la sesión de control parlamentaria, a que una comisión especial comenzara a indagar las cuentas de Andrés.

Porque es sin duda uno de los secretos mejor guardados de la casa de los Windsor: ¿Cómo ha sido capaz de mantener su lujoso tren de vida el hasta hace nada duque de York? Sus únicos ingresos personales conocidos provienen de la pensión que recibe al año del breve tiempo en que sirvió en el ejército, unos 23.000 euros.

No hay modo de entender cómo se las arregló para mantener durante un tiempo su lujosa vivienda en los Alpes suizos, por la que pagó cerca de 20 millones de euros, o cómo financia el mantenimiento y servicio de la mansión de Windsor, que requiere cada mes cantidades ingentes.

Aunque desde 1978 a 2010 el palacio de Buckingham pagó a Andrés por sus tareas de representación oficial, en torno a los 285.000 euros anuales, el primer ministro conservador, David Cameron, cambió la ley en 2011. Desde entonces, era Isabel II la que decidía cuánto le daba a su hijo y lo hacía de modo privado, sin escrutinio público.

Durante los últimos años, Carlos III no ha dejado de deslizar a su hermano la idea de que abandonara el Royal Lodge, pero Andrés se había resistido hasta ahora. Su caída en desgracia, que ha llevado a muchas empresas a romper sus vínculos comerciales o rechazar su patrocinio, y la decisión del rey de dejar de financiar sus gastos, coloca al matrimonio Windsor-Ferguson en una complicada situación para buscar una nueva residencia.

Ostracismo gradual

Las últimas informaciones surgidas sobre la escandalosa relación del príncipe con el multimillonario estadounidense pedófilo Jeffrey Epstein saturaron la paciencia de Carlos III y de su heredero Guillermo, el príncipe de Gales. Entre ambos, forzaron la semana pasada a Andrés a que renunciara a todos sus títulos, incluidos el ducado de York y la Orden de la Jarretera, para intentar que los continuos escándalos que ha protagonizado no deterioraran aún más la imagen de la Corona.

La gota que colmó el vaso fue la publicación de las memorias póstumas de Virginia Giuffre, la mujer que sufrió los abusos de Epstein, y que fue forzada a tener sexo con el príncipe Andrés cuando tenía solo 17 años. Giuffre, que se suicidó el 25 de abril de 2025, describió en el libro al entonces duque de York como alguien “consciente de sus privilegios” y que creía que “tener sexo con ella era su derecho de nacimiento”. La mujer narró con todo detalle sus tres encuentros sexuales forzados con el duque de York.

Giuffre cerró un acuerdo multimillonario extrajudicial con el príncipe Andrés en febrero de 2022, para zanjar la demanda que había interpuesto por abuso sexual contra el hijo de Isabel II. Nunca se hizo pública la cifra entregada por el príncipe, que jamás admitió oficialmente su culpabilidad. La prensa británica habló de unos 14 millones de euros. Gran parte de ellos salieron del patrimonio personal de la entonces reina de Inglaterra.

Tres años después, el 25 de abril de 2025, Giuffre se suicidó. Sus memorias póstumas han puesto en marcha una tarea de demolición del príncipe Andrés que ya no parece tener vuelta atrás.

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