Nuestra esperanza tiembla ante la magnitud del desafío en la Siria posterior a El Asad

Catorce años de guerra nos han enseñado a los sirios a estar preparados para lo peor. Lograr la recuperación del país y limpiarlo de sangre y odio depende ahora de las nuevas autoridades y del apoyo de la comunidad internacional

Un grupo de sirios esperan para regresar a su país desde Turquía, tras la caída del régimen de El Asad, en el paso de Cilvegözü, en la provincia turca de Hatay este martes.KAZIM KIZIL (EFE)

El avance político de las nuevas autoridades en Siria se está produciendo a una velocidad parecida a la ofensiva que ha terminado con el régimen de Bachar el Asad en solo 11 días, después de que padre e hijo gobernaran el país durante 53 años.

Solo dos días después de la caída del régimen, Hayat Tahrir Al Sham (HTS)...

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El avance político de las nuevas autoridades en Siria se está produciendo a una velocidad parecida a la ofensiva que ha terminado con el régimen de Bachar el Asad en solo 11 días, después de que padre e hijo gobernaran el país durante 53 años.

Solo dos días después de la caída del régimen, Hayat Tahrir Al Sham (HTS) ha anunciado ya decisiones importantes: desde la amnistía para los reclutados en el servicio militar obligatorio o la protección de las instituciones del Estado y las minorías hasta la prohibición de disparar al aire como celebración, algo que no ha cesado en las calles sirias desde el pasado 8 de diciembre.

Se ha prometido no utilizar armas químicas bajo ninguna circunstancia, al tiempo que se ha nombrado al ingeniero Mohamad el Bashir, presidente del Gobierno de Salvación Nacional (la figura administrativa que estableció HTS en Idlib), como primer ministro de Siria para dirigir la transición.

Sin embargo, hay señales que presagian un panorama lleno de dificultades.

Están teniendo lugar acontecimientos que ensombrecen la esperanza que expresaron los sirios en las primeras 48 horas tras la caída del régimen. La euforia por la derrota de la dictadura ha comenzado a diluirse a medida que salen a la luz indicios de crímenes de guerra: el hallazgo de decenas de cadáveres en la prisión de Saidnaya y en el hospital militar de Harasta (Damasco) han conmocionado a mucha gente.

Muchos han expresado su indignación y enfado ante la decisión de la coalición de los grupos rebeldes, encabezados por HTS, de amnistiar a los soldados del ejército sirio, considerándola una traición a las víctimas y sus familias. En EN LA, un grupo de mensajería sirio, una persona con un familiar desaparecido en las cárceles comentaba con ira, tras ver las imágenes de los cadáveres: “¡Los que aprobaron la amnistía deberían ver los cuerpos de los detenidos en Saidnaya!”.

A buena parte de la población le preocupa el modo en que se hará justicia, y si se hará. De ahí que esa amnistía haya sido criticada ampliamente.

Horas después de la aparición de las imágenes de las cárceles, Abu Mohamed al Julani, líder de HTS, prometió juzgar a los miembros de las fuerzas de seguridad de El Asad que participaron en asesinatos y torturas. También aseguró que próximamente se publicará una lista de acusados. Pero las familias de las víctimas no saben si estas promesas llegarán a cumplirse.

Cada hogar en Siria está dañado de alguna forma. El Asad fortaleció y propagó las diferencias sectarias para mantenerse en el poder, utilizando a su comunidad alauita para luchar contra la oposición. Su argumento era el siguiente: “los suníes son terroristas y acabarán con vosotros si no actuáis primero”.

Durante estos 14 años, el régimen de El Asad ha sido responsable de la muerte de más de 200.000 personas. Por otro lado, de los más de 130.000 detenidos y desaparecidos forzosamente en las cárceles controladas por la dictadura, solo han aparecido unas 20.000 personas, lo que genera un estado de desesperación.

En medio de este escenario, cuentas anónimas en redes sociales incitan a la venganza y difunden de forma masiva desinformación. Todo esto ocurre en un contexto donde casi todo el mundo está armado. Acontecimientos preocupantes empiezan a ocurrir en el este del país: en Deir al Zor, las Fuerzas Democráticas Sirias han matado al menos a seis civiles, tras perder 26 de sus hombres a consecuencia de un ataque realizado por un grupo rebelde apoyado por Turquía.

Y cuando se esperaba que al menos la población pudiera tener un descanso de los bombardeos, Israel aprovechó el caos y comenzó a destruir infraestructuras militares del ejército sirio, con el resultado de más de 20 personas muertas. Las fuerzas israelíes han entrado, además, en territorio sirio y han ocupado nuevas zonas en la frontera con los Altos del Golán. HTS no ha hecho ninguna declaración al respecto, un silencio que ha generado más críticas.

Siria, ahora en una nueva etapa, enfrenta una tarea monumental tras la huida de El Asad, que dejó el país devastado. Las nuevas autoridades están a prueba. La economía sigue siendo un reto importante. El precio del dólar se ha duplicado, lo que está provocando un aumento casi proporcional en los precios y afecta gravemente al poder adquisitivo de la población.

Catorce años de guerra han sido suficientes para socavar la confianza de la población en todos los actores involucrados en el conflicto. HTS tiene antecedentes preocupantes de reprimir manifestaciones contra su política en el noreste de Siria, algo que ocurría tan solo unos meses antes de la ofensiva.

Lograr la recuperación de Siria y limpiarla de sangre y odio es un gran desafío que depende de las nuevas autoridades y del apoyo de la comunidad internacional.

Tal vez no haya un régimen peor para los sirios que el de la familia El Asad, que dejó un país destruido que necesitará mucho tiempo para sanar. El 8 de diciembre se cerró el capítulo del régimen baazista y comenzó uno nuevo, pero aún no sabemos qué nos rodea.

La esperanza está presente, pero también la incertidumbre: 14 años de guerra nos han enseñado a mantenernos en máxima alerta, a estar preparados para lo peor.

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