La comunidad musulmana de Países Bajos teme la llegada de Wilders: “No se puede dividir a la gente”
La beligerancia contra el Islam del líder ultra, suavizada en la recta final de las elecciones que ha acabado ganando, genera inquietud entre la comunidad musulmana, aunque algunos confían en que se modere si forma Gobierno
Ahmed regenta un asador en la ciudad holandesa de La Haya, en el barrio de Schilderswijk, que cuenta con una fuerte presencia de población musulmana. El hombre, visiblemente enfadado y en plena faena para preparar los pedidos de la noche, admite que esta vez no ha votado en las elecciones generales. Sin embargo, le genera inquietud la posibilidad de la llegada al poder de un líder de ultraderecha, que ha pasado buena parte de su carrera política criticando el Islam. “No es de esta época”, opina sobre ...
Ahmed regenta un asador en la ciudad holandesa de La Haya, en el barrio de Schilderswijk, que cuenta con una fuerte presencia de población musulmana. El hombre, visiblemente enfadado y en plena faena para preparar los pedidos de la noche, admite que esta vez no ha votado en las elecciones generales. Sin embargo, le genera inquietud la posibilidad de la llegada al poder de un líder de ultraderecha, que ha pasado buena parte de su carrera política criticando el Islam. “No es de esta época”, opina sobre Geert Wilders, ganador de las elecciones generales celebradas este miércoles en Países Bajos. “Con esas ideas… No se puede dividir a la gente. Es lo contrario: hay que trabajar juntos”, concluye.
La Haya es la sede del Ejecutivo neerlandés y residencia de los reyes, Guillermo y Máxima. Con 567.000 habitantes, la ciudad alberga el Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional, entre otros organismos. Aquí se ubican las embajadas y está el Parlamento. Un 58% de sus habitantes es de origen migrante —aunque en este porcentaje se incluyen los ciudadanos de otros países de la UE—, y un 41% de ellos son holandeses autóctonos. La media de edad es de 39 años, según cifras del Ayuntamiento. En las elecciones generales del pasado miércoles, esta ciudad otorgó al Partido por la Libertad (PVV) de Wilders la mayoría de los votos: un 21,5%, el doble que en los comicios de 2021.
La victoria en todo el territorio de este dirigente xenófobo y eurófobo ha despertado desde primera hora el recelo de organizaciones representativas del colectivo musulmán, como el Grupo de contacto entre los musulmanes y el Gobierno (CMO, en sus siglas neerlandesas). Esta entidad se pregunta por el futuro de los musulmanes tras el resultado electoral. “No sé si seguirán estando seguros en este país”, ha dicho su portavoz, Muhsin Köktas. Por su parte, Habib el Kaddouri, encargado de la Agrupación para holandeses de origen marroquí (SMN) ha declarado a los medios nacionales su temor a que Wilders los presente “como ciudadanos de segunda clase”.
Pese a esos miedos, algunos de los ciudadanos consultados parecen sentirse algo aliviados con la reciente suavización del discurso de Wilders, que ahora exhibe menor beligerancia hacia la comunidad musulmana. El hartazgo de muchos de ellos ante las dificultades económicas que afrontan les hace albergar también alguna esperanza de que el cambio traiga algunas mejoras. “¿Qué me parece la victoria de Geert Wilders? Pues dice que quiere hacer algo por todos los holandeses y eso está bien”, comenta Hafid, de origen marroquí, que trabaja en una carnicería halal en La Haya.
La tienda posee el certificado para vender productos generados y procesados de acuerdo a las leyes islámicas, y se ubica en un barrio con gran afluencia de población migrante. Sus colegas prefieren que hable él, porque tiene las ideas claras. “Mire lo mal que están la sanidad y la vivienda. La gente está cansada de no llegar a fin de mes. Y si Wilders lo puede arreglar, será estupendo”. Esboza una sonrisa porque imagina la siguiente pregunta, teniendo en cuenta que la entrevista versa sobre un político de ultraderecha y contrario al Islam. ¿Ve factible que sea primer ministro? “Hace años, él estaba en contra del Islam, las mezquitas, los marroquíes y los extranjeros, y ganaba votos. Pero no conseguía nada. Ahora asegura que será un primer ministro para todos. No solo para los holandeses autóctonos”, confía.
Con matices, Louisa, empleada en una tienda de ropa frecuentada por la comunidad árabe, en el mismo barrio, comparte la visión de Hafid sobre el nuevo discurso del político holandés. “Ha dicho que dejará a un lado su rechazo al Islam para centrarse en los temas importantes. Si eso es así, trabajará en lo que necesita el holandés normal”, señala. También ella es de ascendencia marroquí. Apunta que el líder ultra “ha criticado a todo tipo de inmigrantes, no solo a los marroquíes” y se muestra convencida de que la gestión de los solicitantes de asilo está sujeta a unos tratados nacionales e internacionales, “que Países Bajos tendrá que cumplir, diga lo que diga Wilders”.
No lo percibe así el Consejo holandés para los refugiados. A esta organización le preocupa el futuro de las personas que huyen de la violencia “ahora que el mayor partido nacional abogar por parar el asilo”. En un mensaje de X (antes Twitter), señala que se necesitan “soluciones constructivas y no políticas simbólicas que polaricen”. Wilders aseveró la noche electoral que una cosa son los refugiados “y otra los inmigrantes que llegan nuestra frontera cuando tendrían que haber pedido asilo en los diversos países por donde pasaron antes”.
A pesar de haber modulado su tono a medida que avanzaba la campaña electoral y que los sondeos le aupaban al grupo de los partidos con posibilidades de gobernar; Wilders sigue opinando que la “islamización” de Países Bajos debe contenerse. “Estamos en una democracia y la mayoría tiene que proteger a la minoría. Cualquiera que esta sea”, dijo Ahmed Aboutaleb, alcalde socialdemócrata de Róterdam, la noche electoral. También de origen marroquí, como otros 189.000 habitantes de Países Bajos, según la Oficina Central de Estadística, Aboutaleb fue muy gráfico cuando quedó claro que la lista más votada era la de Wilders. Invitado a la noche electoral por la cadena televisiva comercial RTL, exclamó: “Desde luego, yo no voy a tirar mi Corán por la ventana”.
Ingeborg y Alexandra, asesoras de comunicación que combinan la nacionalidad holandesa y la alemana, admiten que la victoria del líder de ultraderecha es incontestable, pero una sorpresa. Están sentadas en un banco del mismo barrio, y la primera cree que el resultado se debe “a la gran insatisfacción con el Gobierno anterior [encabezado por el liberal Mark Rutte y que cayó por desavenencias en la política de asilo]”. Su compañera reconoce que no comulga con las normas y valores promulgados por Wilders. “No son los míos, pero parece haberse suavizado; veremos si se traduce en hechos”. También les preocupa la imagen proyectada por un mandatario de extrema derecha en el poder en Países Bajos: “Yo soy medio alemana, y allí la prensa lo presenta sin rodeos como el Trump holandés”, asegura Ingeborg. “Ha sido un susto, pero ha ganado y hay partidos un poco más al centro que pueden estar dispuestos a pactar con él”, indica Alexandra. Por su parte, Doeunia, dependienta de una panadería que combina barras de pan con dulces árabes, prefiere no opinar, aunque añade: “Wilders ha ganado, debe tener la oportunidad de formar Gobierno”.
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