Esposas, hijos y vecinos: las víctimas de los últimos asesinatos selectivos israelíes en Gaza
“Mi padre nos decía: ‘Yo puedo morir en cualquier momento’. Lo que no podía imaginar es que se llevasen también a mi madre y a mi hermana”, asegura el hijo de uno de los líderes de la Yihad Islámica muerto por el impacto de un misil contra su casa
En una casa del barrio de Sheij Radwán de Gaza capital cuelga un típico cartel en homenaje a “los mártires”, como se denomina a quienes mueren en el marco del conflicto con Israel, mientras los más jóvenes reparten los habituales dátiles y café con cardamomo a quienes se acercan a dar el pésame. En el cartel con los rostros de Yamal Jasuan y su hijo Yusef no hay emblemas de milicias palestinas, ni fotos de conocidos líderes, como Yasir Arafat, Ahmed Yasín o Mohamed Dahlan. En este caso, figuran solo tres escudos: del hospital Al Wafa de la ciudad —cuyo consejo directivo presidió el fallecido—,...
En una casa del barrio de Sheij Radwán de Gaza capital cuelga un típico cartel en homenaje a “los mártires”, como se denomina a quienes mueren en el marco del conflicto con Israel, mientras los más jóvenes reparten los habituales dátiles y café con cardamomo a quienes se acercan a dar el pésame. En el cartel con los rostros de Yamal Jasuan y su hijo Yusef no hay emblemas de milicias palestinas, ni fotos de conocidos líderes, como Yasir Arafat, Ahmed Yasín o Mohamed Dahlan. En este caso, figuran solo tres escudos: del hospital Al Wafa de la ciudad —cuyo consejo directivo presidió el fallecido—, de una asociación caritativa y de una residencia de ancianos.
La vinculación de Jasuan con los grupos armados palestinos consistía en tener como vecino, en el piso de abajo, a Tariq Ibrahim Ezzedín. Es uno de los tres líderes de la Yihad Islámica contra cuyas casas la aviación militar israelí lanzó un misil, en una serie de asesinatos selectivos sincronizados que desencadenaron una nueva escalada de violencia, concluida este sábado con un alto el fuego tras 33 muertos en Gaza y dos en Israel en cinco días de enfrentamientos.
Eran las dos de la madrugada cuando el techo de la casa se vino abajo sobre la cama en la que dormían Yamal y su esposa, Mirfat. Los dos murieron, al igual que su hijo Yusef, de 20 años, que estaba recostado en una habitación contigua. Yasem, su hermano cinco años menor, no supo hasta el día siguiente, ya en el hospital, que había perdido a tres miembros de su familia. La menor, de nueve años, sigue creyendo que sus padres y uno de sus hermanos “están de viaje”, explica Musa Saber Jasuan, hermano de Yamal. Son tres de los 14 civiles que se ha cobrado la ofensiva israelí Escudo y Flecha, definida este domingo por su primer ministro, Benjamín Netanyahu, como “perfecta”, por haber acabado “con total sorpresa y continua iniciativa” con “decenas de terroristas”, entre ellos seis líderes de la Yihad Islámica, el grupo armado con el que, anualmente, la tensión se va acumulando durante meses hasta convertirse en enfrentamiento abierto.
“Estaba durmiendo y de repente me cayeron cosas sobre la cama. Tardé unos cuantos minutos en reaccionar”, explica Yasem sobre el momento en el que el misil impactó en la vivienda. “Vivimos en Gaza y sabemos que es un sitio peligroso, pero nunca pensamos que nos pudiera pasar, porque sabemos que mi familia no es un objetivo para Israel”, asegura con la mirada ausente y una visible cojera por las heridas que le produjeron los cascotes.
Yamal Jasuan, de 53 años, era un personaje respetado en Gaza, cuenta Musa Saber, cuatro años mayor. En los años noventa estudió Odontología y un doctorado en implantación dental en Rusia y por eso tenía ambas nacionalidades. Era el complemento perfecto para la empresa familiar de prótesis dentales —hoy con 10 empleados— que gestionaba Musa tras formarse en la Universidad de Tel Aviv (cuando estudiar en Israel no era una quimera para un gazatí) y por la que todos los hijos de la familia en edad universitaria eligen la carrera de Odontología.
Musa visitó a su hermano, que también presidió la Asociación de Dentistas de Gaza, poco antes de que muriera. Dos horas después de irse, recibió una llamada en la que le contaban que el edificio había sido bombardeado. “Es un buen barrio. Nadie se había ido, nadie esperaba nada. Si todo el que tiene en Gaza un vecino de Hamás o de la Yihad Islámica tuviera que escapar, los israelíes tendrían que empezar a construirnos pisos”, ironiza en uno de los escasos momentos en los que no le tiembla la voz. “El dolor de perder un hermano es imposible de explicar, pero más allá de eso la pregunta es: ¿por qué ha tenido que morir? Y diría lo mismo si fuese judío o cristiano. Y otra pregunta, ¿hasta cuándo va a ser así?”.
Tres objetivos
Los boquetes en los edificios dan cuenta de la precisión tanto del impacto (siguen en pie y, por lo general, con un solo apartamento calcinado) como de la información de inteligencia israelí sobre la ubicación de los objetivos. Los misiles fueron lanzados de madrugada contra tres habitaciones matrimoniales en tres casas distintas en las que los líderes de la Yihad Islámica descansaban con sus esposas y sus hijos. De los 13 muertos causados por esa primera oleada de asesinatos selectivos, el pasado martes, 10 son civiles, como Hayar, la hija de cinco años que quería un hueco en la cama con sus padres. Uno de ellos, Jalil Bahitini, estaba en la cúpula de la Yihad Islámica.
Su hija Nada tiene 10 años y un moratón en el ojo. Dormía en el sofá de la casa familiar, a escasos metros de la habitación en la que impactó el proyectil. Al principio, cuenta, pensó que era un sueño. Luego, un incendio, porque se formó uno pequeño a su lado. “Me puse a gritar y me di cuenta de que nadie me oía porque estaba bajo piedras [escombros]”, recuerda junto a su hermana Sara, de 14. “Que le pasase a mi padre, me lo esperaba. Al principio me dijeron que él había muerto, pero que mi madre y mi hermana solo estaban heridas”, dice Nada, antes de que un nudo en la garganta le impida seguir hablando.
“Mi padre nos decía: ‘Yo puedo morir en cualquier momento”, cuenta otro de sus hijos, Abdelaziz, de 17 años y que dormía en el piso superior de los dos que conforman la casa. “Sí, estábamos preocupados por él, porque sabíamos que formaba parte de la resistencia y porque era verdad lo que decía. Pero pensábamos que podría suceder en medio de la calle, o en un campo de entrenamiento. Lo que no podía imaginar es que se llevasen también a mi madre y a mi hermana”, asegura bajo la carpa fúnebre en la que la Yihad Islámica homenajea a su padre y un grupo de encapuchados armados de la milicia, las Brigadas Al Quds, posa mientras los altavoces atronan con música nacionalista y religiosa contra el “enemigo sionista”.
Considerada terrorista por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, la Yihad Islámica —que depende del armamento y la financiación iraní— no es muy numerosa, pero sí particularmente combativa e islamista, lo que se nota en la puesta en escena. Solo hay hombres en las carpas y las esposas fallecidas no aparecen en los carteles. En las imágenes de su líder muerto Tariq Ibrahim Ezzedín, se glorifica al guerrero con indumentaria de camuflaje y la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén al fondo, y no tanto al padre de familia vestido con camisa al lado de las imágenes de sus dos hijos fallecidos: Ali, de ocho años, y Miar, de 12.
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