El verdadero elefante en medio de la habitación no era el Brexit, era Boris

Los tabloides de derecha populista salivan ante la idea del regreso del ex primer ministro británico

Boris Johnson, durante una visita electoral a una fábrica de Irlanda del Norte, el 7 de noviembre de 2019DANIEL LEAL-OLIVAS (Getty)

El secreto de muchos conservadores británicos, sobre todo de aquellos que gustan de frecuentar los selectos clubes londinenses —muchos de ellos “solo para caballeros”— de Pall Mall y St. James, es que adoran que su excentricidad les convierta en el hazmerreír del mundo. Y Boris Johnson garantizaba risotadas en la bancada de los tories hasta en los momentos más deprimentes de su mandato. Hay al menos una tercera parte del partido —está por ver si será también un tercio d...

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El secreto de muchos conservadores británicos, sobre todo de aquellos que gustan de frecuentar los selectos clubes londinenses —muchos de ellos “solo para caballeros”— de Pall Mall y St. James, es que adoran que su excentricidad les convierta en el hazmerreír del mundo. Y Boris Johnson garantizaba risotadas en la bancada de los tories hasta en los momentos más deprimentes de su mandato. Hay al menos una tercera parte del partido —está por ver si será también un tercio de los diputados— que añora al político más popular en las últimas décadas del Reino Unido. El único que ha alcanzado tal insuperable grado de intimidad con el electorado —la intimidad también puede destilar odio— como para que todo el mundo se refiera a él con el nombre de pila.

La idea de su regreso ha estimulado la adrenalina de los tabloides populistas de derechas. Los mismos que se dejaron la piel para que Liz Truss resultara elegida, y derrotara así a Rishi Sunak, el Bruto de esta tragicomedia shakespeariana al que acusaban de apuñalar por la espalda a Johnson, no han dudado ni un segundo en despellejarla viva en las últimas semanas. Y a otra cosa. “BoJo: I´ll be Back” (Boris Johnson: Volveré), proclama este viernes The Sun, recordando las palabras del film Terminator, con las que se despidió el político en la Cámara de los Comunes. “Boris v Rishi: Fight for Soul of The Tories” (Boris contra Rishi: La lucha por el alma de los conservadores), saliva el Daily Mail ante la idea de esa batalla final entre Johnson y el ministro que le traicionó, hoy favorito en el grupo parlamentario. “He Couldn´t, Could he... Will Boris Bounce” (No es posible, ¿o sí? ¿Regresará Boris?). Una pregunta retórica en la portada del Daily Express que apenas disimula el entusiasmo.

La memoria, en política, es a la fuerza de corto plazo. Suelen sobrevivir los que más rápidamente olvidan el pasado inmediato. Por eso, no solo sus aliados —que ya se han lanzado a la batalla de la resurrección—, sino muchos otros diputados conservadores han comenzado a recordar la habilidad extraordinaria de Johnson para hacer campaña y ganar elecciones; su optimismo irredimible ante la adversidad o su capacidad de salir de las situaciones más embarazosas con una bufonada oportuna. Pero sobre todo, recuerdan su habilidad para utilizar siempre el Brexit como arma insuperable de cohesión interna. Con Boris, la interminable tensión entre Londres y Bruselas era siempre un work in progress, un guion recurrente al que no hacía falta rellenar de contenido. Johnson era el contenido. Por eso, cuando la bandera euroescéptica la agarró Liz Truss, todo se volvió más feo. Menos divertido.

Da lo mismo que el fin del mandato de Johnson fuera desagradable y doloroso. Que más de 70 cargos de su Gobierno dimitieran en cascada para huir del escándalo y la indignidad en que se hallaba sumido aquel Camelot de enredos, traiciones, y fiestas salvajes en Downing Street durante el confinamiento. Los nostálgicos miran las encuestas, y recuerdan que en los peores momentos de la era Johnson, la oposición laborista solo llegó a aventajar a los conservadores en nueve puntos. En el momento actual, la ventaja supera los 30 puntos. Y piensan que la resurrección de su candidato podría dar la vuelta a esa tragedia. No entienden que estos lodos son la consecuencia de aquellos polvos. La deriva hacia los extremos que protagonizó Truss con su breve mandato es consecuencia de la rabia del ala derecha del partido, que prefirió el precipicio a dar la mínima ventaja a los que habían apuñalado a su líder. Y en medio de una descomunal crisis del coste de la vida, los británicos no están para más bromas.

Hay otro secreto mucho más conocido. Johnson es solo leal a sí mismo. Desde la República Dominicana, donde deshoja la margarita mientras sus fieles proclaman el regreso, ha comenzado a pensar si tiene posibilidades de triunfar. Le basta con alcanzar el segundo puesto en la votación que se realizará en el grupo parlamentario. Si consigue que el duelo final le enfrente a Sunak, sus posibilidades de vencer entre los afiliados serán muy elevadas. Y el elefante que desapareció de la habitación el pasado julio volverá a ocupar el centro de atención que nunca ha renunciado a dominar.

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