Boris Johnson pide perdón por las fiestas de Downing Street para evitar una condena por desacato del Parlamento británico

El primer ministro da por zanjado el asunto tras pagar la multa y asegura que nunca fue consciente de incumplir la ley. La Cámara de los Comunes votará este jueves si abre una investigación por desacato

Boris Johnson escucha este martes las críticas de la oposición laborista en la Cámara de los Comunes. Vídeo: (AFP)
Londres -

Es una de las diferencias elementales que debe aprender un estudiante de primero de Derecho: la que hay entre el dolo y la culpa. La línea que separa la intencionalidad o la involuntariedad a la hora de cometer un delito. Y en el despliegue de humildad y contrición mostrado este martes por Boris Johnson en la Cámara de los Comunes, al pedir una y otra vez perdón a la ciudadanía por...

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Es una de las diferencias elementales que debe aprender un estudiante de primero de Derecho: la que hay entre el dolo y la culpa. La línea que separa la intencionalidad o la involuntariedad a la hora de cometer un delito. Y en el despliegue de humildad y contrición mostrado este martes por Boris Johnson en la Cámara de los Comunes, al pedir una y otra vez perdón a la ciudadanía por las fiestas de Downing Street en pleno confinamiento, apenas se disimulaba una táctica defensiva para mostrar arrepentimiento y protegerse a la vez las espaldas: “Pido profusamente perdón por mi error”, repetía Johnson. “Error”. Esa era la clave. No su mentira, ni su incumplimiento de las normas. Se trataba de transmitir a ciudadanos y diputados la idea de que nunca pensó que su conducta estaba quebrantando las leyes y restricciones de la pandemia que su propio Gobierno había impuesto a toda la población.

Se equivocó, pero no delinquió. A pesar de que la Policía Metropolitana hubiera decidido la semana pasada imponer a Johnson, a su esposa Carrie Symonds, y a su ministro de Economía, Rishi Sunak, multas respectivas por valor de 60 euros cada una. Y de que fuera la única vez en la historia en que un primer ministro había sido sancionado por su conducta ilegal. “Permítanme decirles, sin pretender que suene a excusa, sino para poder explicar mis palabras, que nunca se me ocurrió, ni en ese momento ni posteriormente, que aquel encuentro de personas en la sala del Consejo de Ministros [la fiesta sorpresa de cumpleaños del 19 de junio de 2020], justo antes de que celebráramos una reunión estratégica para responder ante la covid-19, pudiera suponer un quebrantamiento de la ley”, ha dicho a los diputados el primer ministro británico. Johnson preparaba ya los argumentos para el intenso debate que tendrá lugar este jueves en el Parlamento. Su presidente (speaker), Lindsay Hoyle, ha dado luz verde a la moción presentada por la oposición laborista para que pueda votarse si la conducta de Johnson merece ser sometida a la investigación y juicio de la Comisión de Privilegios de la Cámara (similar a la española Comisión del Estatuto del Diputado), por posible desacato al Parlamento.

“¡Vaya broma!”, ha comenzado su respuesta el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, en el que hasta la fecha ha sido el discurso más duro contra Johnson y más efectista de los pronunciados hasta la fecha por un político al que sus críticos acusan de pusilánime y frío. “Sabe que es un mentiroso y que es incapaz de cambiar. Así que prefiere arrastrarnos con él a todos. Cuanto más se degradan a sí mismos los que le rodean, repitiendo como loros sus absurdos argumentos de defensa, más piensa la ciudadanía que todos los políticos son iguales”, ha reprochado Starmer a Johnson. El presidente de la Cámara le ha exigido que retirara la palabra “mentiroso” del Diario de Sesiones. Starmer, con agilidad, no ha entrado en esa refriega, y se ha limitado a decir que “el primer ministro sabe bien lo que es”.

La petición de dimisión por parte del Partido Laborista, de los nacionalistas escoceses o de los liberales demócratas, pero sobre todo la decisión de someter a votación si el primer ministro mintió o no deliberadamente al Parlamento, coloca en serios aprietos a los diputados conservadores y a su partido. La última encuesta publicada por YouGov deja claro que tres de cada cuatro británicos no tiene ninguna duda de que Johnson mintió desde un principio en el asunto de las fiestas. Y el próximo 5 de mayo, cuando se celebren elecciones municipales en toda Inglaterra, el castigo al Gobierno puede ser descomunal, según anticipan los sondeos.

Un nuevo parlamentario conservador, Mark Harper, que goza del prestigio y respeto de sus colegas, ha sido el último en arremeter contra Johnson: “Lamento decir que tenemos un primer ministro que quebrantó las leyes que había exigido cumplir al resto del país. No ha sido honesto sobre este asunto, y ahora va a pedir a los hombres y mujeres decentes que se sientan en esta bancada que defiendan lo que creo que es indefensible”, ha dicho Harper desde su escaño a su jefe de filas. “Lamento decirlo, pero ya no creo que esté a la altura del puesto que ocupa”.

Johnson estaba convencido hasta ahora de que su loable actuación durante la crisis de Ucrania, aplaudida por la oposición laborista, la ciudadanía británica, la comunidad internacional y el pueblo ucranio, permitiría poder pasar página del asunto de las fiestas prohibidas en Downing Street. El anuncio de la multa, a la que podrían seguir nuevas sanciones, ha reabierto las heridas. Nuevas revelaciones sugieren que el primer ministro fue el primero en animar al personal presente, durante los largos días de confinamiento y trabajo en Downing Street, para que relajaran el ánimo, e incluso se encargó él mismo de llenar algunas copas.

En diciembre de 2019, cuando el recién nombrado primer ministro Boris Johnson firmó el llamado Código Ministerial (el código ético de los miembros del Gobierno) se comprometió a cumplir la norma de oro por la que “los ministros deben dar información verdadera y precisa al Parlamento, y corregir cualquier error inadvertido [en sus declaraciones] a la mayor brevedad posible. Se espera de aquellos ministros que mientan deliberadamente al Parlamento que presenten su dimisión”. No es probable que la Cámara de los Comunes acabe dando el visto bueno a la apertura de una investigación sobre el comportamiento de Johnson. Prevalecerá la mayoría conservadora, porque muchos diputados temen hundir al Gobierno en medio de la crisis de Ucrania, o porque prefieren retrasar su decisión hasta comprobar el daño electoral que pueda llegar a causar, en las municipales del 5 de mayo, todo el escándalo de las fiestas. Pero la actitud humilde, las respuestas contenidas y el rostro de seriedad mostrado por Johnson durante su larga comparecencia ante la Cámara de los Comunes de este martes, en la que ha sufrido golpe tras golpe de la bancada de la oposición, demostraban que el primer ministro británico era consciente de que no había logrado aún, ni mucho menos, salir del agujero en el que él mismo se había metido.

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