Boris Johnson se resigna ante el goteo de deserciones de su equipo de fieles en el Gobierno
La dimisión de Munira Mirza, asesora del político conservador desde hace catorce años, simboliza la soledad política del primer ministro
En los primeros meses de Boris Johnson en Downing Street, un reputado historiador constitucionalista británico advertía al corresponsal: “No caigas en el error de compararle con Donald Trump. Es más parecido a Ronald Reagan. Contagia un entusiasmo positivo, y es capaz de rodearse de un buen equipo en el que delega”, decía. Esa fue durante un tiempo la imagen del alcalde de Londres, de 2008 a 2016. Un político excéntrico, libertario, que se trasladaba en bicicleta por la ciudad y cuyo ecl...
En los primeros meses de Boris Johnson en Downing Street, un reputado historiador constitucionalista británico advertía al corresponsal: “No caigas en el error de compararle con Donald Trump. Es más parecido a Ronald Reagan. Contagia un entusiasmo positivo, y es capaz de rodearse de un buen equipo en el que delega”, decía. Esa fue durante un tiempo la imagen del alcalde de Londres, de 2008 a 2016. Un político excéntrico, libertario, que se trasladaba en bicicleta por la ciudad y cuyo eclecticismo ideológico despistaba a admiradores y rivales. Y que logró aglutinar en su equipo a un grupo de fieles entre los que destacaba Munira Mirza (Oldham, Reino Unido, 43 años).
Hija de inmigrantes paquistaníes, de origen humilde y de ideas claras. Licenciada en Literatura Inglesa por la Universidad de Oxford, y en Sociología por la de Kent. Flirteó en su juventud con organizaciones marxistas, para acabar en el entorno de los centros de pensamiento conservadores de los que echan mano los equipos de gobierno tories (tory y tories (en plural) es el término con que se llama a los miembros del Partido Conservador del Reino Unido) para obtener asesores. Su desafío frente a las “guerras culturales” que lanzaba la izquierda británica; su reivindicación del individualismo más allá del estereotipo de la raza; su habilidad para generar ideas originales; y, sobre todo, su olfato “para detectar tonterías” —según ha dicho estos años su jefe— sedujeron a Johnson. “De joven, me consideraba una persona de izquierdas. Pero me di cuenta muy pronto, a partir de mis 20 años, de que si de algo estaba en contra la izquierda era de la libertad de expresión; que existía en ella una intolerancia hacia las ideas u opiniones diferentes”, afirmaba Mirza en 2018, en un debate que le enfrentó a la periodista y escritora Afua Hirsch en el Mansfield College, de Oxford.
El anuncio, a última hora de este jueves, de que la directora de Estrategia Política de Downing Street —era el puesto que ocupaba desde hace dos años Mirza— abandonaba el barco ha sido un golpe brutal para un Johnson en horas ya muy bajas. Las razones esgrimidas en su carta de dimisión tenían un demoledor poso de decepción ante la deriva de su jefe y amigo. Horas antes, le había pedido que pidiera perdón por la calumnia lanzada contra el líder de la oposición, el laborista Keir Starmer. Johnson le había acusado en la Cámara de los Comunes —a sabiendas de que no era cierto— de haber evitado la investigación contra el pedófilo Jimmy Savile cuando era Fiscal General del Estado. El caso del presentador de programas musicales de la BBC, que durante años abusó sexualmente de más de quinientos menores y mujeres, dejó una profunda huella de dolor en la ciudadanía británica. El uso por parte de Johnson de un golpe tan bajo ha indignado a numerosos diputados conservadores, e incluso ha llevado a su ministro de Economía, Rishi Sunak, a desacreditarle en público: “Yo no habría dicho algo así, y me alegro de que el primer ministro lo haya aclarado”, decía este jueves Sunak. Esa supuesta aclaración quedó lejos de una disculpa, como se encargó de reprochar Mirza con amargura a Johnson: “Eres mucho mejor hombre de lo que jamás entenderán muchos de tus detractores, y por eso resulta tan desesperadamente triste que te hayas rebajado a ti mismo al hacer una acusación tan injuriosa contra el líder de la oposición”, decía la asesora en su carta de despedida.
No hace falta colocar en un altar a Mirza, o incluso los motivos de su partida, para entender que la decisión supone una herida mortal para Johnson. Es posible que haya intuido ya el hundimiento de la nave, y que busque refugio en embarcaciones más estables. Es muy amiga de Sunak, a quien todos ven como el rival y potencial sucesor de Johnson. Su marido, Dougie Smith —quien aún se mantiene con el cargo de asesor en Downing Street— fue quien introdujo en el mundo de la política al ministro de Economía, entonces un gestor de fondos de origen familiar indio que se había enriquecido en California.
La decisión de Mirza precipitó una cadena de salidas de Downing Street. Aunque muchas de ellas eran muertes políticas anunciadas, porque formaban parte de los planes de limpieza de Johnson para salvar la cara en el escándalo de las fiestas prohibidas, el hecho de que se aceleraran al mismo tiempo que proporcionaba un golpe tan contundente la vieja aliada del primer ministro convertía el movimiento más en una deserción masiva que en una purga. Marty Reynolds, el secretario parlamentario privado de Johnson que invitó a más de 100 personas por correo electrónico a “traer su propio alcohol” a la fiesta en el jardín, fuera; Jack Doyle, el director de Comunicación incapaz de gestionar los mensajes de respuesta al escándalo del Partygate, fuera; Dan Rosenfield, el jefe de Gabinete, fuera. Y junto a ellos, de momento, Elena Narozanski, asesora de Downing Street en Política de Igualdad. No parece que vaya a ser la única, porque todo ese batallón de asesores y altos funcionarios flotantes tienden a virar de rumbo cuando huelen debilidad.
“Es una señal sin margen de duda de que el búnker se está hundiendo y de que este primer ministro tiene los días contados”, ha escrito en su cuenta de Twitter Dominic Cummings, el exasesor estrella de Johnson que ha convertido la venganza contra el primer ministro que le echó de Downing Street con cajas destempladas en la razón de su vida. “Muy pronto veremos una desbandada loca, y a miembros del Gobierno golpeándose la cabeza y preguntándose por qué no actuaron antes. Ahora es vuestra oportunidad, buscad siquiera un parpadeo de coraje moral y empujad del todo a quien está cayendo”, reclamaba Cummings.
El goteo de diputados conservadores que han anunciado públicamente su intención de presentar la “carta de retirada de confianza” que activaría la moción de censura interna contra Johnson se eleva ya a 13. El último en hacerlo, este viernes, era el parlamentario Aaron Bell: “La quiebra de confianza que representan todos los eventos ocurridos en Downing Street [las fiestas prohibidas] y el modo en que se ha gestionado esta crisis han hecho que su posición [de Johnson] sea insostenible”, ha dicho Bell. Se necesitan 54 cartas para forzar la votación sobre el futuro del primer ministro, pero resulta muy relevante que prosiga el goteo de anuncios en una semana en la que Johnson pretendía poner freno a la hemorragia.
El equipo que rodea al primer ministro deserta sin que Downing Street haya podido anunciar nuevos reemplazos, más allá de recolocar en los puestos vacantes al personal que aún resiste. Johnson ha echado mano del mono Rafiki de la película El Rey León, según confirmaba su portavoz, para intentar transmitir ánimo este viernes a ese personal, y convencerle de que “hay cambios que son buenos”. En tiempos de desesperación, el primer ministro ha preferido recurrir a la factoría Disney que a la Ilíada, como solía hacer.
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