Al menos 28 muertos por la explosión de un camión cisterna en Líbano en plena crisis de combustible
Cientos de personas se encontraban junto al vehículo para repostar cuando se produjo el estallido
Al menos 28 personas han muerto y cerca de 80 han resultado heridas este domingo al estallar un camión cisterna cargado de gasolina en Altalil, al norte de Líbano, en medio de una crisis de suministro de combustible que ha paralizado el país. Dos centenares de personas se encontraban alrededor del vehículo cuando se produjo la explosión, tras desencadenarse un enfrentamiento con armas de fuego entre quienes querían abastecerse de combustible...
Al menos 28 personas han muerto y cerca de 80 han resultado heridas este domingo al estallar un camión cisterna cargado de gasolina en Altalil, al norte de Líbano, en medio de una crisis de suministro de combustible que ha paralizado el país. Dos centenares de personas se encontraban alrededor del vehículo cuando se produjo la explosión, tras desencadenarse un enfrentamiento con armas de fuego entre quienes querían abastecerse de combustible, según fuentes de seguridad citadas por Reuters. El Ejército había confiscado el camión cisterna ocultado por un grupo de especuladores y estaba distribuyendo la gasolina en el distrito de Akkar.
Los casos con quemaduras más graves tendrán que ser evacuados fuera de Líbano ante el colapso del sistema sanitario nacional. El hospital de la Universidad Americana de Beirut, uno de los principales del país, advirtió en un comunicado de que se enfrenta a un “desastre inminente” debido a la amenaza de un cierre forzoso a partir del lunes como consecuencia de la escasez de combustible, informa Efe. “Pueden morir de inmediato 40 adultos y 15 niños conectados a respiradores; 180 personas sometidas hemodiálisis perecerán dentro de pocos días, y en las siguientes semanas perderán la vida cientos de enfermos de cáncer”, alertó el centro sanitario. Desde hace semanas, la compañía eléctrica libanesa solo proporciona un máximo de dos horas al día de suministro, mientras los proveedores alternativos, a través de generadores privados, racionan las horas de luz por la escasez de gasóleo y se dispara el precio de la energía.
El país del Levante mediterráneo está sufriendo apagones prolongados. Los hogares se enfrentan a graves dificultades para conservar alimentos en medio de las altas temperaturas. El caos se desató el sábado cuando el gobernador del Banco Central, Riad Salame, afirmó que no iba a dar marcha a atrás a su decisión de suprimir las subvenciones para la compra de combustible. Miles de conductores montaron largas colas con sus vehículos en las gasolineras, mientras las fuerzas de seguridad se incautaban de decenas de miles de litros acaparados en el mercado negro y obligaban a los propietarios volver a poner en marcha los surtidores.
Un año después de la catástrofe que devastó el puerto de Beirut, Líbano sigue en estado de coma político y económico. El estallido de toneladas de nitrato de amonio, utilizado para fertilizantes y explosivos, causó 218 muertos, dejó heridas a unas 7.000 personas y desplazó de sus hogares a 300.000 beirutíes, con unos daños estimados en hasta 5.000 millones de euros, en una de las mayores explosiones no nucleares registradas en tiempos contemporáneos.
El régimen clientelar de partidos étnicos y religiosos surgido hace tres décadas, tras la sangrienta guerra civil que azotó durante 15 años al país, se ha desmoronado. Cuatro primeros ministros han pasado en el último año por el poder sin que ninguno haya logrado formar un Gobierno estable. Líbano sigue paralizado, mientras la comunidad internacional se niega a reflotar su economía en bancarrota si no se aplican reformas drásticas contra la corrupción.
El ex primer ministro Saad Hariri, líder de la comunidad musulmana suní mayoritaria en el norte, ha pedido la dimisión del presidente de Líbano, el cristiano Michel Aoun. Hariri proclamó a través de Twitter que “la masacre de Akkar no se diferencia de la de la explosión en el puerto de Beirut”.
Con las cuentas en divisas en la banca sometidas a un corralito; sin apenas medicinas ni alimentos básicos en farmacias y supermercados, y con la libra libanesa devaluada en un 90% frente al dólar y una inflación que ha superado el 200% a lo largo de los dos últimos años, Líbano se desliza hacia al caos. La mitad de sus 4,5 millones de habitantes y casi todos los refugiados —un millón de sirios y cientos de miles de palestinos— han caído bajo el umbral de la pobreza extrema.