El presidente del Parlamento británico evita a Johnson una derrota humillante

Lindsay Hoyle advierte al primer ministro de que debe informar a la Cámara sobre las nuevas medidas de distanciamiento social que apruebe el Gobierno

El presidente de la Cámara de los Comunes británcia, Lindsay Hoyle, anuncia este miércoles su decisión.JESSICA TAYLOR (AFP)

La política tiene a veces medidas de autocorrección que equilibran los excesos. El speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, ha decidido este martes evitarle al primer ministro, Boris Johnson, una derrota humillante en un momento de debilidad del mandatario. Si su antecesor al frente del Parlamento, John Bercow, aplastó con su expansiva personalidad a una introvertida y cauta Theresa May, Hoyle se ha convertido en el contrapunto de la estabilidad institucional...

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La política tiene a veces medidas de autocorrección que equilibran los excesos. El speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, ha decidido este martes evitarle al primer ministro, Boris Johnson, una derrota humillante en un momento de debilidad del mandatario. Si su antecesor al frente del Parlamento, John Bercow, aplastó con su expansiva personalidad a una introvertida y cauta Theresa May, Hoyle se ha convertido en el contrapunto de la estabilidad institucional frente a un primer ministro acostumbrado a tirar de la cuerda más de lo necesario.

La rebelión de diputados conservadores contra las nuevas medidas de distanciamiento social aprobadas por el Gobierno de Johnson no había dejado de crecer en los últimos días, hasta sumar más de 80 escaños. Todos ellos estaban dispuestos a respaldar la enmienda redactada por Graham Brady, en la que se exigía al Ejecutivo que informara al Parlamento -y pidiera su permiso, en la práctica- para cada nueva restricción social que decidiera imponer en su lucha contra la segunda ola del coronavirus. El texto habría entrado de lleno en el debate de la prórroga de la Ley 2020 del Coronavirus, que confirió hace ya seis meses plenos poderes a Downing Street para recortar derechos y libertades e imponer confinamientos, toques de queda a los comercios o restricción de movimientos a los ciudadanos.

El speaker ha preferido evitar lo que habría sido un agrio debate, pero sobre todo un problema jurídico y constitucional futuro como los que provocaba Bercow, al saltarse las costumbres parlamentarias y conceder a los diputados un interminable poder de supervisión al Gobierno. A cambio, ha decidido ser él mismo el que propinara un rapapolvo al primer ministro. “Demasiado a menudo, instrumentos legales muy importantes han sido publicados horas antes de su entrada en vigor, y las explicaciones posteriores al hecho de que importantes medidas fueran efectivas antes de ser presentadas ante esta Cámara han sido una falta de respeto”, expresaba su protesta Hoyle en una declaración poco habitual. “El Gobierno debe esforzarse más en preparar con rapidez las nuevas normas, para que el Parlamento pueda debatirlas y decidir sobre su aplicación lo antes posible”, ha exigido.

Los diputados rebeldes se han mostrado satisfechos con la intervención del presidente de la Cámara, pero están muy lejos de dar su brazo a torcer, y han aumentado la presión sobre Downing Street para que ofrezca una solución de compromiso que calme las aguas. El propio Johnson ha ordenado a su equipo que busque vías de conciliación con el grupo parlamentario. Lo último que necesita, en un momento en el que su popularidad y credibilidad están por los suelos, es un motín interno. El Gobierno ha propuesto un mecanismo, aún por concretar, que permitiría al Parlamento someter a votación las nuevas medidas, “siempre que sea posible en la práctica”, antes de que entren en vigor, o inmediatamente después.

Johnson vive una pesadilla que podría haber anticipado ya hace más de un año. Los mismos que pusieron las instituciones patas arriba para impulsar a toda costa su candidatura -y con ella, conseguir su anhelado Brexit- son los que ahora cuestionan la “pusilanimidad” y “modos dictatoriales” de un Gobierno que lucha desesperadamente, como otros Ejecutivos en todo el mundo, por frenar una segunda ola del virus y salvar una economía maltrecha. “No deseo llegar a la situación de tener que forzar las decisiones del Gobierno, pero nos hallamos en una encrucijada”, ha dicho en la BBC Steve Baker, uno de los euroescépticos que maniobró de modo más artero para sacar de Downing Street a Theresa May, y que respaldó a Johnson con una resignación que rallaba el cinismo. “Seguiremos dando la batalla para defender las instituciones de las que tan orgullosos estamos, para preservar el interés de la ciudadanía”, ha prometido Baker.

Los rebeldes acusan al Gobierno de parapetarse detrás de la ciencia y usarla como propaganda, y reclaman a Johnson que explique mejor sus decisiones y se haga responsable de ellas. Horas después, el primer ministro retomaba la estrategia adoptada durante las primeras semanas de la pandemia, la pasada primavera, y comparecía en rueda de prensa respaldado por sus dos principales asesores científicos, Patrick Vallance y Chris Whitty.

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