El golpe del narco que evidencia la fragilidad del Estado mexicano
Un atentado, con armas de gran calibre y en el corazón de la capital, contra el jefe de policía local supone un punto de inflexión en la estrategia de seguridad nacional contra el crimen organizado
Los agujeros de la camioneta blindada tenían el tamaño de un nudillo. El vehículo, diseñado para soportar este tipo de ataques, quedó convertido en un colador. Alrededor, tres muertos. Dos policías y una vendedora de quesadillas cuyo coche quedó atrapado entre el fuego cruzado de las Lomas, donde vive la clase política y económica que gobierna México, sobre Reforma, la avenida emblemática de la capital. Fusiles Barrett, de gran calibre, más de cien balazos de metra...
Los agujeros de la camioneta blindada tenían el tamaño de un nudillo. El vehículo, diseñado para soportar este tipo de ataques, quedó convertido en un colador. Alrededor, tres muertos. Dos policías y una vendedora de quesadillas cuyo coche quedó atrapado entre el fuego cruzado de las Lomas, donde vive la clase política y económica que gobierna México, sobre Reforma, la avenida emblemática de la capital. Fusiles Barrett, de gran calibre, más de cien balazos de metralla, casquillos perdidos hasta en las habitaciones de lujo de los vecinos. El atentado del viernes a las 6.38 (hora local) iba dirigido contra el jefe de la policía de la capital, que tuvo que pasar por el quirófano con tres heridas de bala. Pero también contra todo un país. Una nueva demostración de fuerza del narco mexicano que ha puesto en jaque al Gobierno.
El atentado contra el jefe de la policía, Omar García Harfuch, supone un golpe a las fuerzas de seguridad y evidencia la fragilidad del Estado ante una organización criminal, en un país que convive con casi 100 homicidios diarios. Ni siquiera en los peores años de la batalla contra el narco, tan criticados por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, México había soportado unas cifras semejantes. La fuerza de la que dispone el narcotráfico mexicano la ha demostrado en la mañana del viernes con algo que ningún otro capo se había atrevido a provocar desde 2006. Un fusil Barrett en el Paseo de la Reforma no solo es un atentado contra el máximo representante de la seguridad de la capital, sino también, una declaración al Ejecutivo de México de que están dispuestos y son capaces de cualquier acción criminal.
García Harfuch, tuiteó unas horas antes de ser ingresado: “Esta mañana fuimos cobardemente atacados por el CJNG [el Cartel Jalisco Nueva Generación]”. Este grupo criminal, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho —en paradero desconocido—, ha sido considerado por la DEA como el heredero del imperio criminal en México, después de que el de Sinaloa perdiera fuerza tras el arresto de El Chapo y las guerras internas por hacerse con el control. Tanto el presidente, Andrés Manuel López Obrador, como la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum (del mismo partido), achacaron el atentado sufrido por Harfuch a las labores de detención del último año contra bandas locales de narcomenudeo que operan en la capital. El mensaje de Harfuch, no obstante, ha despejado las dudas al mencionar al grupo criminal. El Cartel Jalisco Nueva Generación, aunque puede estar vinculado, está muy por encima de las bandas de narcotraficantes de la capital.
La confrontación del Cartel Jalisco con el Gobierno federal ha ido a más en las últimas semanas. A principios de este mes, la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda congeló casi 2.000 cuentas vinculadas al grupo. El organismo había detectado movimientos en esas cuentas por valor de más de 20.000 millones de pesos, algo más de 900 millones de dólares (802 millones de euros), y consideró que, aunque podían haber sacado dinero, la cantidad bloqueada debía ser muy similar. Ese fue el segundo golpe que recibía el cartel Jalisco en pocos meses. En marzo, una operación liderada por el Departamento de Estado de Estados Unidos y la DEA, la agencia antidrogas estadounidense, acabó con más de 600 detenidos solo en aquel país, además de la incautación de 20.000 kilos de droga y de 22 millones de dólares (19,6 millones de euros).
Este grupo criminal hizo su primera demostración de fuerza hace cinco años. Miembros de Jalisco Nueva Generación derribaron un helicóptero militar con un lanzacohetes RPG. La zona del Bajío mexicano (en el centro del país) se convirtió el 1 de mayo de 2015 en un escenario de guerra más propio de Oriente Próximo que de las tradicionales sangrías entre cárteles del norte de México. La organización criminal, dispuesta a arrasar con el control del narco a nivel nacional, había lanzado su primera advertencia.
Durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto, la estrategia de descabezar los grandes cárteles provocó una continuación de la denominada guerra contra el narco emprendida por su predecesor, Felipe Calderón, en 2006. El país se sembró con más de 250.000 muertos hasta 2015 y decenas de miles de desaparecidos. La llegada de López Obrador al poder en 2018, muy crítico con el manejo de la seguridad pública de Gobiernos anteriores, prometía un giro en la estrategia: “Abrazos, no balazos”, era su lema, que repite todavía en cada evento público. Y muchos de los que trabajaron en los equipos de inteligencia de la policía federal y del Ejército criticaron que la nueva Administración echara por la borda todo un plan de años para desmantelar al narco, según declararon fuentes cercanas al personal que hasta hace poco trabajaba en la Agencia de Investigación Criminal (de la Fiscalía General) a este periódico.
García Harfuch fue titular de la Agencia de Investigación con el Gobierno de Peña Nieto, y encargado de capturar a los grandes criminales de este país, como Dámaso López, El Licenciado, uno de los hombres más cercanos a El Chapo Guzmán. Harfuch y algunos de los miembros de su equipo de entonces dejaron su puesto federal en 2019 para encargarse de la seguridad pública de la capital, bajo el mando de Claudia Sheinbaum. La orden: reducir los índices de criminalidad a los que estaba escalando Ciudad de México, históricamente al margen de las guerras intestinas de los cárteles del norte. Un cambio de puesto que, según las declaraciones de fuentes cercanas a este diario, les suponía el reto de lograr éxitos en el combate contra el crimen que dentro de unos años fueran premiados con un puesto de mayor rango a nivel federal.
Y la estrategia local de seguridad pública se convirtió en una continuación de lo que venían haciendo años antes en el Gobierno federal contra el narco. Las imágenes de la Marina irrumpiendo en el barrio bravo de la capital, Tepito, por primera vez en la historia, supuso una muestra de que con García Harfuch al mando las reglas habían cambiado. El operativo de noviembre pasado iba dirigido contra la banda Unión Tepito que, según las autoridades, tenía el monopolio de la venta de droga en la capital. No obstante, aquella maniobra de la policía local y su alianza con la Marina —algo que solo había ocurrido históricamente contra los grandes capos de la droga— estuvo plagada de errores, como la detención de una veintena de vecinos a los que no pudieron acreditarles ningún vínculo con el crimen organizado.
Unos meses más tarde, la policía local se atribuía el éxito de la detención del líder de Tepito, Óscar Andrés Flores, El Lunares. Pero el jefe de esta banda tuvo que ser detenido hasta tres veces durante el año pasado y este, pues en las dos ocasiones anteriores las carpetas de investigación tenían tantas negligencias que ningún juez pudo vincularlo a proceso. En febrero lograron encarcelarlo acusado de feminicidio.
Además de El Lunares, otras detenciones de presuntos capos de la droga de la capital fueron anunciadas a bombo y platillo. El Tortas y El Jamón, presuntos líderes de la banda contraria a Tepito, de los que gran parte de la capital no había oído hablar hasta ese momento, fueron detenidos en mayo de 2019. Y con ellos empezaba la carrera hacia el éxito de los operativos que prometía la nueva jefatura de seguridad pública, que aún no había sido nombrada públicamente, pero estuvieron detrás de los arrestos, según han declarado fuentes del Gobierno de la capital. Por ello, Sheinbaum ha insistido este viernes en una conferencia de prensa en que el ataque contra García Harfuch tenía relación con las detenciones de estos narcos locales.
Pero las aspiraciones de García Harfuch y su equipo iban más allá de la capital desde el comienzo de su mandato, según ha podido saber este diario de fuentes cercanas al jefe policial. Y manejaban, desde su llegada, informes de inteligencia de los vínculos de las bandas de narcomenudeo con otros cárteles más poderosos, como el de Jalisco Nueva Generación. Tanto el jefe de la policía como otros cercanos a él habían sido amenazados de muerte en reiteradas ocasiones desde que llegaron a los mandos de la policía de la capital.