La nueva batalla de Libia se libra en Sirte
El mariscal Hafter se repliega en el este del país intentando mantener el control de los pozos petroleros con el apoyo de Rusia frente al avance del Gobierno de Unidad Nacional
La batalla por la toma de Trípoli que emprendió el mariscal Jalifa Hafter el 4 de abril de 2019 se puede dar ya por terminada. El 3 de junio las milicias leales al Gobierno de Unidad Nacional, con sede en Trípoli y reconocido por la ONU, tomaron el aeropuerto internacional, en desuso desde hace varios años, pero enclavado en un lugar idóneo para controlar las afueras de la capital libia. Y dos días después, las tropas fieles a Hafter se retiraron de la ciudad de Tarhuna, situada a 90 kilómetros al sudes...
La batalla por la toma de Trípoli que emprendió el mariscal Jalifa Hafter el 4 de abril de 2019 se puede dar ya por terminada. El 3 de junio las milicias leales al Gobierno de Unidad Nacional, con sede en Trípoli y reconocido por la ONU, tomaron el aeropuerto internacional, en desuso desde hace varios años, pero enclavado en un lugar idóneo para controlar las afueras de la capital libia. Y dos días después, las tropas fieles a Hafter se retiraron de la ciudad de Tarhuna, situada a 90 kilómetros al sudeste de la ciudad. Terminaron así 14 meses de asedio. Los cielos de Trípoli quedaron libres de ataques enemigos. Pero la guerra está muy lejos de haber finalizado.
Mientras el Gobierno de Unidad Nacional, encabezado por el primer ministro Fayez Serraj, denuncia que ha descubierto en Tarhuna una fosa común con víctimas supuestamente asesinadas por las tropas de Hafter -periódicos afines elevan la cifra hasta 120-, los medios próximos al mariscal rebelde denuncian que las tropas de Tripolí están perpetrando saqueos en Tarhuna, incendiando casas y cometiendo violaciones de derechos humanos.
Pero los focos ya no parecen centrados en Trípoli ni en Tarhuna, sino en la ciudad costera de Sirte, 400 kilómetros al este de la capital libia. Las tropas del Gobierno de Unidad, asistidas sobre el terreno por oficiales turcos y mercenarios sirios contratados por Turquía, lanzaron esta semana una ofensiva sobre Sirte, la ciudad donde nació Gadafi y el lugar donde se refugió antes de ser atrapado. Este feudo gadafista, clave para controlar las exportaciones de petróleo, fue conquistado por las milicias de Misrata, leales a Trípoli, en 2011. Después fue tomado por el Estado Islámico en junio de 2015. Las milicias de Misrata lo recuperaron en diciembre de 2016. Y el pasado enero fue tomado por las tropas de Hafter, en lo que supuso uno de sus mayores avances sobre esa zona del país.
Ahora, las tropas de Hafter, respaldadas por 14 cazas rusos enviados el mes pasado, están frenando la avanzada de las milicias de Trípoli asistidas por Turquía. A Hafter también le sostienen aún cientos de mercenarios rusos pertenecientes a la compañía Wagner, vinculada al Kremlin. Los hombres de Wagner llegaron en octubre a Libia y lograron desnivelar la guerra a favor de Hafter. A partir de entonces, el Gobierno de Unidad pidió ayuda directa al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Y Ankara envió armas, oficiales y mercenarios sirios a cambio de un suculento contrato energético. Hoy en día, Turquía es el único país que reconoce abiertamente su participación militar en el conflicto libio. Y, hasta el momento, ha probado su eficacia militar.
Ahora, el gran pulso bélico se dirime en Sirte y también en los pozos petroleros. El Gobierno de Trípoli anunció el 7 de junio que el campo petrolero Sharara, el mayor del país, situado en el lejano sudoeste y con una producción máxima de 300.000 barriles diarios, cuando está en pleno funcionamiento, había vuelto a sus manos.
Sharara, un campo en cuya explotación participa entre otras la empresa española Repsol, se encontraba bajo control de Hafter desde enero. Trípoli se felicitaba a inicios de esta semana por haberlo retomado y anunció que volvía a bombear petróleo desde allí. Al día siguiente, anunció también la vuelta al trabajo en el campo de El Fil. Pero, no pasaron ni 48 horas antes de que la convulsa realidad del país volviera a imponerse. La compañía estatal Corporación Nacional del Petróleo (NOC), informó en su página web de que ambos campos habían sido tomados por milicianos, quienes coaccionaron a los trabajadores para detener la producción.
Un observador occidental que sigue muy de cerca los acontecimientos y que prefiere mantener el anonimato indicó: “La situación en esos campos siempre es complicada. Están alejados de todas partes. Y normalmente los controlan señores de la guerra que se venden al mejor postor”.
Respecto a quién ganará el pulso de Sirte y el del petróleo, la citada fuente señala: “El Gobierno de Unidad, con la ayuda de Trípoli, consiguió frenar a Hafter. Y ahora Hafter está frenando a Trípoli en sus avances hacia Sirte y hacia los campos de petróleo. Todo indica que ambas partes intentan conseguir avances para sentarse con una posición de fuerza en las negociaciones que van a emprender ahora, bajo el auspicio de la ONU. Habrá un nuevo intento de forjar la paz. Pero no será nada fácil porque en Libia no hay instituciones sólidas”.
Hafter sigue controlando el este y sur del país y mantiene buena parte de la producción petrolera bloqueada. Al mariscal lo apoyan Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Rusia y Francia. Y el Gobierno de Trípoli cuenta con el apoyo diplomático de Italia, el económico de Qatar y el militar de Turquía.
Han sido necesarias cientos de víctimas mortales y más de 16.000 desplazados, para que las tropas de Hafter se replieguen sobre el este y el militar abogue por el diálogo. Pero la realidad es muy distinta a la de hace 14 meses, cuando el mariscal comenzó el asedio. Entonces la implicación de Rusia y Turquía no era tan directa. Ahora, estos dos países se han convertido en potencias indispensables para diseñar el futuro libio.