La nieve se tiñe de sangre en Quebec

El tiroteo en una mezquita, que mató a seis personas, deja atónita a la ciudad canadiense

El primer ministro Trudeau acompañado de otras personalidades en una vigilia este lunes. VÍDEO: Así es el detenido por el tiroteo.Foto: atlas | Vídeo: Paul Chiasson AP / Atlas

La cafetería en la que trabaja Ludovic, un canadiense de 27 años, está en la misma calle que el Centro Cultural Islámico de Quebec. Él no oyó los disparos que mataron, la noche del domingo, a seis personas que rezaban en la mezquita, ubicada a una cuadra. Pero tardó poco en darse cuenta de que algo extraño había ocurrido: varias personas llegaron corriendo histéricas al establecimiento. Buscaban refugio. No fueron las únicas. La cafetería Boîte À Pain no cerró en toda la noc...

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La cafetería en la que trabaja Ludovic, un canadiense de 27 años, está en la misma calle que el Centro Cultural Islámico de Quebec. Él no oyó los disparos que mataron, la noche del domingo, a seis personas que rezaban en la mezquita, ubicada a una cuadra. Pero tardó poco en darse cuenta de que algo extraño había ocurrido: varias personas llegaron corriendo histéricas al establecimiento. Buscaban refugio. No fueron las únicas. La cafetería Boîte À Pain no cerró en toda la noche: se convirtió en el lugar de acogida de los fieles que huían de la mezquita, y del personal de seguridad y periodistas que acudieron a la zona.

Ludovic tiene la misma edad que Alexandre Bissonnette, el canadiense francófono que la policía ha detenido y considera el único autor del ataque con tintes islamófobos. Mientras el empleado habla del tiroteo no puede ocultar su asombro. “Esta no es una comunidad violenta. Es segura”, dice en el mostrador del local. “Fue un gran shock. Esta no es nuestra forma de vida”.

Ludovic, en la cafetería, la noche del lunesJOAN FAUS

El joven lleva puestas unas botas negras. Sus zapatillas de trabajo se las prestó a un hombre que llegó descalzo desde la mezquita. Temía por su vida, se había escapado lo más rápido que pudo durante el rezo, dejando atrás sus pertenencias.

La policía ha bloqueado todos los accesos a la mezquita, que está rodeada de casas en Sainte-Foy, un barrio residencial de clase media. Los vecinos dicen que los francófonos blancos son mayoría en la zona, pero que también hay residentes musulmanes y negros.

Las luces de las sirenas policiales y el blanco en las laderas protagonizan el paisaje. La calle, como toda la ciudad, está sepultada por nieve. Hay paredes blancas de uno o dos metros de altura en las aceras.

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El frío intenso (a 10 grados bajo cero la noche del lunes) no frena al reguero de personas que acude a colocar velas y dedicatorias en un memorial improvisado a las seis víctimas, que eran hombres entre los 39 y los 60 años. La mayoría de personas en el memorial son blancas. Se ven pocos musulmanes. Una mujer con un velo islámico se esmera en encender las velas que van apagándose con el viento. Dos mujeres y un hombre de unos 50 años debaten sobre si Quebec ha dejado de ser una provincia segura, en que los sucesos violentos son insólitos.

El tiroteo ha sacudido el emblema canadiense de multiculturalidad y pacifismo. Ha sucedido lo que nadie parecía esperar, pero que tampoco era inimaginable si se tiene en cuenta que la mezquita había sufrido varios ataques en los últimos meses. “Estamos unidos”, reza un cartel en el memorial. “Estáis bienvenidos, os queremos”, dice otro en alusión a los inmigrantes musulmanes.

Otro critica la retórica de "odio" del presidente estadounidense, Donald Trump, que atizó en campaña un discurso discriminatorio y que el viernes aprobó un veto a la llegada a EE UU de ciudadanos de siete países musulmanes.

Él estudia en la Universidad Laval, donde también lo hizo el tirador y que está ubicada cerca de la mezquita. La mayoría de sus compañeros de clase, asegura, son inmigrantes. “La gente es muy abierta, comprensiva. Mis profesores tratan a los inmigrantes del mismo modo que a los quebequeses”, explica. “En general, los quebequeses no tienen problemas con los musulmanes”.

El hombre tunecino está dolido. Busca respuestas. Pero se muestra esperanzado de que Canadá seguirá haciendo de la acogida a los extranjeros una seña de identidad. “No creo que Canadá cambie y vaya a convertirse en un país cerrado”, dice en referencia a la política fronteriza aplicada por Trump en EE UU. “Cualquiera que trabaje y se esfuerce es bienvenido”.

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