Inestabilidad en un país clave para la UE

En un momento en que Europa atraviesa múltiples presiones, un conflicto en Turquía se convertiría en una pesadilla

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La intentona de golpe en Turquía añade un factor más, y muy grave, de tensión y desestabilización en un país clave para la Unión Europea. En un momento en el que la UE se encuentra sometida a presiones múltiples, desde el desgraciado resultado del referéndum británico a la crisis migratoria, pasando por la amenaza del terrorismo yihadista, lo último que podríamos imaginar tener que enfrentar es una desestabilización tan profunda de un país esencial.

Pese a la firmeza y las maneras autoritarias de Erdogan, y aún teniendo en cuenta la solidez de la posición geopolítica del ejército turco ...

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La intentona de golpe en Turquía añade un factor más, y muy grave, de tensión y desestabilización en un país clave para la Unión Europea. En un momento en el que la UE se encuentra sometida a presiones múltiples, desde el desgraciado resultado del referéndum británico a la crisis migratoria, pasando por la amenaza del terrorismo yihadista, lo último que podríamos imaginar tener que enfrentar es una desestabilización tan profunda de un país esencial.

Pese a la firmeza y las maneras autoritarias de Erdogan, y aún teniendo en cuenta la solidez de la posición geopolítica del ejército turco como bastión oriental de la OTAN, Turquía está demostrando ser un país enormemente frágil, atravesado por importantes tensiones políticas, económicas y sociales. Erdogan, que cuando comenzó la primavera árabe en 2011 se vio a sí mismo como el renacido líder del mundo musulmán, incluso acariciando la idea de un renacimiento neo-otomano, se ha visto progresivamente aislado, tanto en casa como internacionalmente.

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En casa ha acosado a la oposición política, hostigado a los medios críticos y perseguido a periodistas, académicos y organizaciones de la sociedad civil. También ha logrado descarrilar el proceso de paz y de reconciliación con los kurdos y poner en cuestión las instituciones independientes, desde el Banco Central a los tribunales de justicia y la administración.

En el exterior, el récord de Erdogan no ha sido menos polémico. De una política exterior basada en el lema de “cero problemas con los vecinos”, ha entrado en una dinámica de confrontación con todos ellos, especialmente con países clave como Rusia, Irán e Israel, que solo recientemente ha intentado reconducir. Su empeño en el derrocamiento de Asad en Siria no solo ha sido fallido, pues el dictador sirio sigue en el poder, sino que ha generado profundas divisiones internas. Y además de granjearse la enemistad de kurdos e iraníes, ha atraído para sí el foco del terrorismo del Estado islámico.

Con Europa, las torpezas de Erdogan han llevado a una relación envenenada en la que, a pesar del inmenso servicio humanitario prestado por Turquía en cuanto al alojamiento de cientos de miles de refugiados sirios, Erdogan ha logrado quedar como un líder autoritario, arrogante y poco cooperativo. En último extremo, Turquía y Alemania se han visto forzadas a un entendimiento tan realista como cínico, pero sobre el que ninguna de las dos partes ha sido capaz de mostrar el más mínimo entusiasmo. Si una Turquía en deriva autoritaria liderada por un Erdogan arrogante y conflictivo era un problema, lo que aparece en el horizonte, es decir, una Turquía desgarrada por un profundo conflicto civil y militar, es una auténtica pesadilla que una Europa desbordada por las crisis difícilmente va a ser capaz de gestionar.

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