El timo de la curva
La gracia consiste en convencer a la víctima de que “si bajamos los impuestos, la economía crecerá y recaudaremos más”
El timo del príncipe nigeriano lleva años practicándose. Todo el mundo sabe en qué consiste: un millonario (y príncipe, por qué no) necesita sacar discretamente de Nigeria su inmensa fortuna y pide al destinatario del mensaje su número de cuenta corriente para transferirle un pastón, del que podrá quedarse una parte. Luego surgen contratiempos, el millonario solicita pequeños envíos de dinero y la cosa acaba como acaba. Es una estafa tonta, pero hay quien sigue cayendo en ella. Al fin y al c...
El timo del príncipe nigeriano lleva años practicándose. Todo el mundo sabe en qué consiste: un millonario (y príncipe, por qué no) necesita sacar discretamente de Nigeria su inmensa fortuna y pide al destinatario del mensaje su número de cuenta corriente para transferirle un pastón, del que podrá quedarse una parte. Luego surgen contratiempos, el millonario solicita pequeños envíos de dinero y la cosa acaba como acaba. Es una estafa tonta, pero hay quien sigue cayendo en ella. Al fin y al cabo, existe en teoría la posibilidad de que un millonario nigeriano necesite sacar discretamente su dinero de Nigeria y le elija a usted como socio. Es una posibilidad entre billones, sí. Pero existe.
Otra estafa que lleva años practicándose con éxito, pese a que el timado no tiene absolutamente ninguna posibilidad de salir ganando, es la denominada “curva de Laffer”. Aclaremos que la curva de Laffer parte de algo obvio: si Hacienda reduce los impuestos a cero, no ingresa nada; si los sube hasta el 100%, tampoco ingresa nada porque a nadie le compensa trabajar. Por tanto, entre cero y cien hay un punto óptimo. La gracia del timo consiste en convencer a la víctima de que el nivel impositivo en un país determinado es excesivamente alto. “Si bajamos los impuestos”, dice el timador, “la economía crecerá y recaudaremos más”.
El inventor de este pufo se llama Arthur Laffer. En 1974 convenció a Donald Rumsfeld y Dick Cheney (otros dos profesionales del fraude) trazando una curva sobre una servilleta. Ronald Reagan ganó la presidencia en 1980 basándose en la puñetera curva y dejó como herencia un déficit gigantesco.
En 2005, la Oficina de Presupuestos del Congreso hizo un ensayo teórico sobre la cosa de Laffer y demostró que era un timo. Pero Laffer tiene labia y en 2012 engatusó al gobernador republicano de Kansas, Sam Brownback, quien eliminó los impuestos estatales a los más ricos para proporcionar a toda la población una extraordinaria prosperidad. Como era de esperar, la cosa acabó en ruina. En 2017, los congresistas republicanos y demócratas se unieron para abolir la política fiscal de Brownback, por entonces el gobernador más impopular de Estados Unidos.
A Arthur Laffer ya le daba igual, porque a esas alturas se había convertido en asesor de Donald Trump, quien en 2019 le condecoró por su contribución a la ciencia: los delincuentes suelen mantener un código de honor entre ellos.
Liz Truss, efímera primera ministra británica, intentó colarles a sus compatriotas (y a los inversores internacionales) el timo de la curva, pero el personal estaba ya muy resabiado. Truss duró sólo 45 días, que le bastaron para quemar 80.000 millones de libras (unos 90.000 millones de euros) en los mercados bursátiles y, de paso, hundir la moneda.
La próxima vez que oiga usted eso de “reduzcamos impuestos y todo saldrá bien”, puede creérselo. O no. Si se lo cree, busque en su correo aquel viejo mensaje del príncipe nigeriano y responda de inmediato: “Querido príncipe, ahí va mi cuenta corriente y, para ahorrarle molestias, dígame ya dónde puedo enviarle mis ahorros”. Es cuestión de asegurar la jugada, por si lo de la curva no acabara de funcionar.
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