“¿Podemos confinar a la población?”. Salvador Illa cuenta aquellos días frenéticos de la pandemia
A finales de febrero de 2020, el dirigente socialista, entonces ministro de Sanidad, empezaba a percatarse de la magnitud de la crisis causada por el virus procedente de China. Este es su relato de aquellos momentos difíciles
Alberto, ¿podemos hacer en España lo que están haciendo los chinos? ¿Podemos confinar a la población y restringir movimientos?”, le pregunté durante un almuerzo en el Ateneo [a finales de febrero de 2020, a Alberto Herrera, subsecretario del Ministerio de Sanidad]. Llevaba días dando vueltas en la cabeza a la drástica medida que habían impuesto en China para contener la expansión del virus. Alberto se quedó callado unos segundos con gesto reflexivo, después asintió con la cabeza. Sí, había he...
Alberto, ¿podemos hacer en España lo que están haciendo los chinos? ¿Podemos confinar a la población y restringir movimientos?”, le pregunté durante un almuerzo en el Ateneo [a finales de febrero de 2020, a Alberto Herrera, subsecretario del Ministerio de Sanidad]. Llevaba días dando vueltas en la cabeza a la drástica medida que habían impuesto en China para contener la expansión del virus. Alberto se quedó callado unos segundos con gesto reflexivo, después asintió con la cabeza. Sí, había herramientas jurídicas para hacerlo, pero no existían antecedentes en la historia de España, nunca se había hecho. Solo una vez, durante la crisis de los controladores aéreos, se había aplicado el estado de alarma, militarizando el control aéreo. Pero entonces se había hecho para proteger la libre circulación, no para restringirla como le planteaba ahora, en pro del derecho a la salud. A las pocas horas, Alberto me entregó una nota y un cuadro con las posibilidades que había. Planteaba tres escenarios. El primero, aplicar las previsiones de la legislación sanitaria, ya se había hecho antes, durante la crisis del ébola, por ejemplo. Las comunidades autónomas podían cerrar comercios, suspender actividades, limitar servicios públicos u ordenar el aislamiento de personas enfermas o sus contactos, siempre bajo autorización judicial.
La segunda opción era la Ley de Seguridad Nacional. Se trata de una ley del año 2015 que no se ha aplicado nunca y que, en caso necesario, permitiría que el presidente del Gobierno, y el ministro de Sanidad si lo delegaba el presidente, pudiera decidir que determinados servicios o recursos del Sistema Nacional de Salud pasasen a depender directamente del Ministerio de Sanidad. Algo así como activar una coordinación reforzada. Pero poco más, porque esa ley no prevé la posibilidad de limitar ningún derecho fundamental.
Las dudas eran muchas, en realidad, todas. Además, todo lo que supusiera limitar derechos provocaba escalofríos
El tercer escenario era el estado de alarma. Permite la limitación de derechos fundamentales como la libre circulación y prevé que el Estado ejerza el mando único, el Gobierno queda facultado para impartir órdenes a todas las autoridades de cualquier administración. Las dudas eran muchas, en realidad todas, porque en España nunca se había aplicado ninguna ley para restringir movimientos o confinar a la población, la medida que había permitido a las autoridades de Wuhan controlar la expansión del virus. Además, todo lo que supusiera limitar derechos provocaba escalofríos. De momento se trataba solo de conocer con qué herramientas no farmacológicas podríamos contar en caso necesario. En ese momento, los casos de infectados por coronavirus no superaban en España el medio centenar.
Escuchar conceptos como restringir o limitar derechos fundamentales eran palabras muy gruesas y coincidí con Alberto en que había que explorar otras vías. No había un manual de uso, nunca se había aplicado en España, así que iríamos paso a paso, en caso necesario subiríamos la escalera peldaño a peldaño. Comenzaríamos por buscar un paraguas de actuación común mediante la publicación de recomendaciones acordadas con las comunidades autónomas. Esto era lo que más se ajustaba con la voluntad que me había manifestado el presidente de respetar al máximo la naturaleza compuesta de nuestro sistema de gobernanza. (…)
¿Por qué no se prohibieron entonces los vuelos con Italia? Nuestro empeño era adoptar medidas coordinadas por la UE
Esos días los recuerdo frenéticos. Pedimos a las comunidades autónomas que comenzasen a desempolvar los planes de emergencia hospitalaria. Los técnicos del ministerio hicieron un esfuerzo ímprobo para elaborar y hacer públicos documentos de uso, guías y protocolos dirigidos a los profesionales: el tratamiento de pacientes en atención domiciliaria, en hospitales, medidas no farmacológicas… Unos trabajos en los que contamos con la colaboración de las sociedades científicas. Cuando el 6 de marzo la OMS publicó los objetivos estratégicos a seguir en la lucha contra el covid-19, España ya tenía incorporados buena parte de ellos. Este mismo día, publicamos en la web del ministerio una guía de prevención y control en residencias de mayores y otros centros de servicios sociales de carácter residencial.
Muchas veces me han preguntado por qué no se tomaron medidas más extremas en esos días, por qué no se prohibieron entonces los vuelos con Italia, el país europeo hacia el que se dirigían todas las miradas, tal y como se hizo después. La respuesta sigue siendo hoy la misma que entonces, nuestro empeño era adoptar medidas coordinadas en el seno de la UE, que la movilidad en Europa se acordara conjuntamente, y no serían medidas parciales, de parche. No podrías moverte en avión, pero sí por carretera. (…)
Sabíamos que diariamente entraban en España unas 7.000 personas procedentes del norte de Italia y las principales rutas conectaban con Madrid y Barcelona. Más tarde identificamos algunos de los eventos comerciales en los que participaron ciudadanos de ambos países y que fueron caldo de cultivo para la transmisión del virus: una feria de peletería en Milán en la que participaron empresas de Igualada (Barcelona), La Rioja y Comunidad Valenciana; la feria internacional de arte contemporáneo, Arco, que se celebró a finales de febrero en Madrid; la semana de la moda de Milán… Volví preocupado de Bruselas, mucho. En Europa había distintas percepciones y enfoques, y en España aumentaba día a día el número de contagios. (…)
Jueves, 12 de marzo. Estatus: 2.965 casos, 803 más que el día anterior. Alrededor del 75% del total de casos se encuentran en cuatro comunidades autónomas: Madrid, País Vasco, La Rioja y Cataluña. Madrid es la que se encuentra en peor situación. Contabiliza 1.388 casos, 190 personas ingresadas en hospitales, de las cuales 135 en UCI, y 56 fallecidos (ese día se contabilizaban en España un total de 84 personas fallecidas desde el inicio de la pandemia). (…)
El viernes 13 de marzo tenía comprometida una entrevista con el diario EL PAÍS. Era la primera que concedía a este periódico desde mi nombramiento y no pude elegir peor día. La cita era a las doce. Estuvieron esperando en la Sala de Retratos cerca de tres horas hasta que mi directora de comunicación, Miriam Lorenzo, les pidió disculpas y les informó de que había que posponer la entrevista. (…) Al rato me llamó el presidente. Me preguntó si creía que había que declarar el estado de alarma. Mi respuesta fue afirmativa. Entonces me preguntó por qué. “Presidente, con el marco actual de competencias el trabajo de coordinación nos resta una agilidad que en estos momentos resulta vital, imprescindible. Y además hemos de trabajar coordinados también con nuestros socios europeos, necesitamos tomar medidas globales”. (…)
Antes de colgar, el presidente me convocó a una videoconferencia que se celebraría unos minutos después y en la que también participarían los cuatro vicepresidentes, la ministra portavoz y el ministro de Transportes. (…) “Voy a proponeros convocar el estado de alarma”, anunció el presidente al otro lado de la pantalla tras pedir a Fernando Simón un estatus de situación. La respuesta de todos los convocados a la reunión fue unánime, también Pablo Iglesias. “¿Ministro Illa, estáis preparados en el ministerio para asumirlo?”, me preguntó Pedro Sánchez. “Presidente, estamos a lo que se disponga. Máximo esfuerzo, mi compromiso y el de mi equipo”. (…)
Esa tarde, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo una declaración institucional desde el palacio de la Moncloa, sin preguntas. Anunció la convocatoria al día siguiente de un Consejo de Ministros extraordinario, el tercero en una semana, para acordar el estado de alarma durante un máximo de quince días. Antes, había informado al rey, a la presidenta del Congreso y a las principales fuerzas políticas. Después haría lo mismo con los presidentes autonómicos. Iniciábamos una nueva página en la historia de España. El estado de alarma se declaró con 5.898 casos en nuestro país, después sabríamos que eran muchos más.
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