Fuera de juego

Desde que el capitalismo es turbocapitalismo y el fútbol turbofútbol, los que antes éramos público estamos fuera de juego

El jugador Kylian Mbappe, celebra un gol con el PSG en Reims, el 29 de agosto.Matthieu Mirville (AFP7 vía Europa Press)

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que lo más complicado del fútbol era la regla del fuera de juego. Ahora todo es mucho más complicado. Desde que el capitalismo es turbocapitalismo y el fútbol (o al menos su parte más lujosa) es turbofútbol, quienes permanecemos fuera de juego somos los clientes, o consumidores, o como quieran llamarnos a los que antes éramos público.

Consideremos, por ejemplo, el asunto de Kylian Mbappé, el delantero francés que ha protagonizado ...

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Hubo un tiempo, no tan lejano, en que lo más complicado del fútbol era la regla del fuera de juego. Ahora todo es mucho más complicado. Desde que el capitalismo es turbocapitalismo y el fútbol (o al menos su parte más lujosa) es turbofútbol, quienes permanecemos fuera de juego somos los clientes, o consumidores, o como quieran llamarnos a los que antes éramos público.

Consideremos, por ejemplo, el asunto de Kylian Mbappé, el delantero francés que ha protagonizado la negociación cuántica del verano. Digo cuántica porque dependiendo de la posición del observador, Mbappé estaba ya en el Real Madrid o se había quedado definitivamente en el Paris Saint Germain. En ciertos momentos, Mbappé se encontraba en dos lugares a la vez. Finalmente resultó que no hubo nada.

Mbappé fue el objeto, el elemento exterior hacia el que se dirige la actividad del sujeto. Sujetos hubo dos: Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, y Nasser al Khelaifi, propietario del PSG. Florentino Pérez es también presidente de la gigantesca constructora ACS. Nasser al Khelaifi es también presidente de Qatar Sports Investments, subsidiaria de Qatar Investment Authority, un fondo soberano con unos activos valorados en torno a los 300.000 millones de dólares.

Cuando Florentino Pérez encabezó hace unos meses el proyecto de la Superliga Europea de fútbol no incluyó al PSG entre los clubes participantes. El club parisiense de Qatar quedó al margen. No creo que en ello tuviera que ver Iberdrola, esa compañía eléctrica tan popular y estimada últimamente. Pero quién sabe. El proyecto de la superliga de los ricos se coció mientras Florentino Pérez y ACS intentaban hacerse con el control de Iberdrola. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, se defendió del asalto con el escudo de los inversores de Qatar, que a resultas de ello se erigieron en accionistas de referencia de la compañía eléctrica.

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Galán impulsó a principios de año la creación del Comité Empresarial Qatar-España con un montón de empresarios importantes (entre ellos, Joseph Oughourlian, presidente del grupo editor de este diario) y, por alguna razón, Javier Tebas, presidente de la Liga española, enfrentado a Florentino por la cosa de la Superliga.

Iberdrola (recuérdese su sangre catarí) demandó en junio a la ACS de Florentino Pérez por “competencia desleal”. Iberdrola dijo que ACS había cometido un “acto de denigración contra un competidor” al hacer saber que, si Iberdrola era imputada por su, digamos, “cooperación” con el comisario jubilado José Manuel Villarejo, iba a demandarle 2.600 millones de euros. La Audiencia Nacional imputa al presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, los presuntos delitos de cohecho, atentado contra la intimidad y falsedad en documento mercantil. Hay muchos otros impu­tados entre la realeza del Ibex. Lo de Villarejo viene a ser un pringue general.

Por supuesto, la bronca entre Iberdrola-Qatar y Florentino Pérez no tiene por qué estar relacionada con las frustradas negociaciones entre el PSG-Qatar y el Real Madrid de Florentino Pérez. Si es que realmente hubo negociaciones. Puede que todo fuera un farol. Puede que nada tenga que ver con nada. O sí.

El fuera de juego resulta a veces discutible, pero la mayoría de los casos son clarísimos. En el turbofútbol nada lo es.

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