Gente pagada para nada

Un japonés licenciado en Físicas y con un posgrado en terremotos se alquila para no hacer nada, solo compañía. Comer, beber y dar respuestas simples. Parece de Forges, pero es así.

Shoji Morimoto, un hombre que se alquila para no hacer nada.

A veces uno pagaría para que le dejaran en paz, y ya es posible pagar a alguien para que no haga nada. Quizá estén pensando en algún delantero centro o un cargo político, pero no, es un japonés que se gana la vida así. Lo he leído en el Mainichi Shimbun, un periódico de Tokio. Simplemente se alquila para no hacer nada, solo compañía. Tras varios empleos y concluir que no servía para nada llegó a la conclusión de que tal vez ese era su auténtico talento. Este genio o este panoli, yo ya no sé, se...

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A veces uno pagaría para que le dejaran en paz, y ya es posible pagar a alguien para que no haga nada. Quizá estén pensando en algún delantero centro o un cargo político, pero no, es un japonés que se gana la vida así. Lo he leído en el Mainichi Shimbun, un periódico de Tokio. Simplemente se alquila para no hacer nada, solo compañía. Tras varios empleos y concluir que no servía para nada llegó a la conclusión de que tal vez ese era su auténtico talento. Este genio o este panoli, yo ya no sé, se llama Shoji Morimoto, tiene 37 años y es licenciado en Físicas, con un posgrado de terremotos. Ya, parece de Forges, pero lo que sigue es aún mejor. En 2018 anunció en Twitter que se alquilaba para no hacer nada y le llovieron ofertas de trabajo. Se vende así: “Alquilo una persona (yo) que no hace nada. Siempre acepto solicitudes. Solo debes pagar 10.000 yenes japoneses [unos 77 euros], gastos de transporte y la comida y la bebida. No hago nada que no sea comer, beber y dar respuestas simples”. ¿Quién no ha conocido alguien así, que solo hacía eso, o incluso lo ha tenido de pareja, y lo hacía gratis? Es que ya se cobra por todo. Tiene 256.000 seguidores y cada día le llegan solicitudes.

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Se puede concluir que hay mucha gente sola con dinero y que no sabe entablar conversación en un bar. Pero puede ser más sutil: sus clientes quieren alguien con garantías de que luego desaparece. Es como una aplicación de citas, pero con la seguridad de que el otro es un soso, no te va a dar ganas de nada y está obligado a aguantar tus chapas, que casi es una relación más sincera. Sus clientes: uno que no le apetecía ir solo al hospital, otro que quería compañía el día que firmó los papeles del divorcio y gente que busca con quien charlar mientras hace la compra. Otro día tuvo que ir a una estación para hacer bulto en la despedida de un tipo que dejaba la ciudad. Mi favorito es uno que lo contrató como espectador en un maratón para animarle, y el hombre ganó una medalla. Con cosas así comprendes que Japón acabe de crear un Ministerio de la Soledad. También Reino Unido creó en 2018 una secretaría de Estado para la Soledad. La gente está fatal. Y sus gobiernos no digamos, qué perdidos están los pobres en este mundo tan loco.

Otro invento japonés que dice mucho de cómo estamos lo tengo cerca de casa. En mi barrio han cerrado muchos negocios, pero este no: es una escape room, una de esas salas donde se juega a que te encierran en un sitio y tienes que resolver un enigma para salir de allí. No me explico cómo puede funcionar en pleno confinamiento, si ya es lo mismo fuera. A lo mejor porque ahí la gente al menos sí se acaba escapando de un sitio cerrado, no como en la vida real, aunque luego tenga que irse corriendo a casa con el toque de queda. Y si quiere seguir jugando pues se va a una fiesta ilegal, que además luego uno aparece en la tele saliendo de debajo de una cama lleno de pelusas o escondido bajo el fregadero. Estos vídeos de las intervenciones policiales son contraproducentes, da la sensación de que se lo pasan bien e incluso mejor si llegan las fuerzas del orden. Supongo que luego con la multa ya te ríes menos, pero vete a saber si te llegan, el sistema está colapsado. A Rajoy no le ha llegado la suya por saltarse el confinamiento, y digo yo que de él no se olvidarían, para dar ejemplo. Ahora en cambio es ejemplo de que las multas no llegan. Y nos quedamos todos más tranquilos, sabiendo como sabemos que no nos vamos a poner la mascarilla en la playa ni aunque nos paguen.

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