¿Dónde está el nacionalismo gallego de centroderecha?

En Galicia, en la que hay un mayoritario sentir galleguista, no cala el nacionalismo conservador, como sí lo hace en Cataluña o en el País Vasco

Fidel Castro y Manuel Fraga, entonces presidente de la Xunta de Galicia, preparan una queimada en 1992 en Láncara (Lugo).Xurxo Lobato

Galicia hoy se explica desde Pontevedra, mañana ya veremos. Pontevedra es la única ciudad gallega en la que sobreviven las corridas de toros, la única en la que un grupo de niñas se pone de largo en el Liceo Casino durante un baile solemne con sus padres, y la única en la que gobierna el nacionalismo de izquierdas, Bloque Nacionalista Galego (BNG), que lo primero que hizo al llegar en 1999 fue cargarse a las reinas de las fiestas y anunciar que el alcalde dejaría de ir a las procesiones de Semana Santa. Desde entonces ha dado tiempo a que un pontevedrés fuese presidente del Gobierno y el Ayunt...

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Galicia hoy se explica desde Pontevedra, mañana ya veremos. Pontevedra es la única ciudad gallega en la que sobreviven las corridas de toros, la única en la que un grupo de niñas se pone de largo en el Liceo Casino durante un baile solemne con sus padres, y la única en la que gobierna el nacionalismo de izquierdas, Bloque Nacionalista Galego (BNG), que lo primero que hizo al llegar en 1999 fue cargarse a las reinas de las fiestas y anunciar que el alcalde dejaría de ir a las procesiones de Semana Santa. Desde entonces ha dado tiempo a que un pontevedrés fuese presidente del Gobierno y el Ayuntamiento lo declarase persona non grata por prolongar la licencia de la fábrica ENCE (no por ser presidente, que no solo habría sido una genialidad nacionalista, sino consecuente). Todo ello en una ciudad en la que a los toros, a las procesiones y al casino van muchísimos pontevedreses de izquierdas mientras que muchísimos pontevedreses de derechas votan al BNG, que aglutina varias familias políticas, entre ellas la UPG, comunista y marxista-leninista. ¿Saben a cuál de esas familias pertenece el alcalde de Pontevedra, Miguel Anxo Fernández Lores? Exacto.

¿Esto explica por qué en Galicia, una comunidad en la que hay un fuerte sentimiento nacionalista, un destacado sentir galleguista y una profunda desconfianza hacia Madrid (Madrid en cursiva: el poder), no cala mayoritariamente el nacionalismo, y ni hablar del nacionalismo de centroderecha, como sí lo hace en Cataluña o en el País Vasco? Quién sabe. Desde 1999 hasta 2019, Antón Prieto fue el jefe de comunicación del Ayuntamiento de Pontevedra. “Aquí coincidieron un líder carismático y una mirada centrada en transformar la ciudad, mitigando un poco las obsesiones más tradicionales del BNG, que estaban en un segundo plano. La ciudad es de todos, también de los católicos y los socios del casino. Y las instituciones se situaron por encima de las personas, pero sin hipocresías ridículas y desfasadas”.

Un análisis habitual es que Feijóo heredó del PP de Fraga un partido que absorbía el nacionalismo moderado. Es habitual y acertado. Antón Reixa, que entre muchas cosas fue fundador del grupo Os Resentidos y autor del hit Galicia caníbal (fai un sol de carallo), llama a lo de Feijóo “galeguismo equidistante”. “Feijóo es de Os Peares (Ourense), donde hay casas en las que el comedor es de la provincia de Ourense y el baño de la de Lugo. Eso marca. Y aprendió bien la lección de Fraga: no reclamaría ninguna competencia más, sin ser centralista como Casado, y no cedería nada del territorio conquistado”.

“Feijóo aprendió bien la lección de Fraga: no reclamaría ninguna competencia más, sin ser centralista como Casado, y no cedería nada del territorio conquistado”

Antón Reixa, escritor
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Teresa Táboas, arquitecta y conselleira de Vivienda durante los únicos cuatro años en los que el nacionalismo tocó poder (el gobierno bipartito del socialista Emilio Pérez Touriño, 2005-2009), cree que Feijóo practica “funambulismo ideológico: en casa viste camiseta de galeguista utilizando los símbolos cínicamente”, fuera “quita la máscara y se suma al coro de un partido españolista furibundo con las cuestiones identitarias”. Táboas apunta dos cuestiones: la mimetización del PP con la Xunta (“fue difuminando la línea del partido y de la institución y, con las mejores técnicas de cine, ha fundido los dos planos”) y la ausencia de un empresariado “comprometido” que sí existe en Cataluña y País Vasco. No hay, en fin, dinero nacionalista.

Margarita Ledo, histórica referente nacionalista y protagonista de la cultura gallega, cree que ese paso no atisbado que va de la “diferencia” a la ”independencia” tiene que ver con la desconfianza en los órganos mediadores, principalmente los partidos. “Hay que mirarlos como expresión de una sociedad y no solo como una puerta de entrada para quienes gobiernan bajo la batuta del capitalismo depredador de recursos, personas y mentalidades que, por otro lado, era la función que se impuso a Galicia: saquear sus potencialidades productivas, desde la electricidad hasta ahorro o agua, un bien central”. ¿Cómo? “Programar ciclos intensivos de emigración -ahora el de los jóvenes más educados-; aplicar medidas contra los elementos que igualan y dan cohesión: el ataque incesante contra la lengua gallega por parte de la Xunta, con su decretazo, por ejemplo. O un sistema de medios débil atado por favores económicos, y no solo”.

“Fraga construyó”, dice Reixa, “un tejido social asociativo en un territorio de nacionalismo de izquierda. Así que personas inteligentes y ansiosas por hacer cosas en la sociedad optaron por el PP y, por lo tanto, sublimaron su ADN de apoyo e hiperactivo. A la izquierda le dio por pensar que esto solo era explicable en términos de clientelismo simple, y que el voto del pueblo no era soberano”. “En Galicia”, escribió Arturo Lezcano en 2016 en la revista Jot Down, “hay un gobierno, cuatro diputaciones y 314 ayuntamientos. Pero para entender los mecanismos de poder hay que coger el microscopio: primero está la aldea, luego el lugar, luego la parroquia y al final, solo al final, el concello. Qué lejos queda Santiago, cuánto más Madrid”. Desde Madrid, adonde fue a retirarse Fraga tras perder en 2005, el líder gallego dijo que de haberse quedado en Cuba, país al que emigraron sus padres, “hoy probablemente sería Fidel Castro”, con el que por otra parte mantuvo siempre una amistad eufórica.

Xosé Luis Barreiro Rivas fue vicepresidente de la Xunta con Alianza Popular en los 80 y consiguió, como tránsfuga, ser vicepresidente con el PSdeG tras desalojar a sus excompañeros (el tiempo limó las asperezas). Profesor universitario y politólogo, cuenta su versión de qué pasa en Galicia que no pasa en País Vasco y Cataluña. “La situación del BNG debe explicarse en función del fracaso de representación y liderazgo que experimentó el galleguismo en el exilio en México y Argentina, que, sin la estructura organizativa y de la consideración institucional que sí tenían los nacionalismos vasco y catalán, no pudo desempeñar el papel de resistencia en la clandestinidad contra Franco. Como consecuencia, surgió un nuevo nacionalismo interior, a principios de los 60, que, inspirado en el frentismo de los partidos independentistas de las colonias portuguesas de África, y con militantes y dirigentes procedentes de la Universidad de Santiago, dieron origen a la UPG, partido nacionalista de ideología marxista leninista que desplazó al galeguismo tradicional, inspirado en el Partido Galeguista, y consiguió la proeza de instalar un nacionalismo de extrema izquierda en uno de los territorios más conservadores de Europa”. Barreiro cree que esto tuvo una doble consecuencia: el nacionalismo dejó sin ocupar el centro y cedió la representación y la imagen del nacionalismo a una sociedad parapolítica, la Editorial Galaxia, que dominó el panorama cultural gallego desde una perspectiva bastante conservadora”.

“Nosotras el peso de la ‘diferencia’ lo llevamos en las entrañas y la liberamos en las charangas, en la fiesta, en las brigadas de voluntarios que plantan árboles nativos y en el cariño del territorio cuando es atacado por la marea negra”, dice Ledo. “La ‘independencia’ pasa por perder el miedo al patrón, por no quitarse la gorra o bajar la cabeza, como dijo Fernández, el comandante Sotomayor en sus años como organizador de los marineros en A Pobra do Caramiñal”.

Reixa relata una anécdota para explicar la desconexión de partidos que funcionan bien en el resto de España y no rascan bola en Galicia. En las elecciones de 2016, Ciudadanos llevó como candidata a Cristina Losada, hermana de un amigo de Reixa cofundador de los afterpunk Os Resentidos. “En no sé cuantas entrevistas nuestra amiga (que pasó del trotskismo a Pío Moa) contaba que era responsable de ponernos el nombre de Os Resentidos. Y es verdad, estábamos a punto de debutar, no teníamos nombre y aquello de ‘resentidos’ nos sonaba a ‘The Residents’, el grupo que nos inspiraba, así que lo acogimos. Esa casualidad fue toda la aportación a Galicia de Ciudadanos”. Como la historia no deja de dar vueltas sobre sí misma, para estas elecciones Ciudadanos ha elegido a una candidata llamada Beatriz Pino, sobrina de Álvaro Pino, mítico ciclista gallego ganador de una Vuelta en 1986 y al que Os Resentidos dedicó uno de sus grandes hits: “Álvaro Pino, ¡comprou unha vespino!”.


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