¿Todo irá bien? La polémica tras el lema que quiere tranquilizarnos frente al coronavirus

La frase que viajó de Italia a España pasó de ser una iniciativa para niños a un ‘hashtag’ multiusos para individuos, empresas e instituciones, pero no todo el mundo ve útil o pertinente su mensaje optimista

Un dibujo de un arcoiris y la frase "Todo irá bien" en San Sebastián el pasado 23 de marzoJavi Julio/Getty Images (Barcroft Media via Getty Images)

Wuhan se aferró a la expresión cantonesa “jiayou”, traducible como “no te rindas” o “aguanta ahí”. Italia lo transformó en “tutto andrà bene”, la frase que empezaron a propagar un grupo de mujeres de Bari en Facebook y que pronto se convirtió en una iniciativa que pedía a los niños pintar arcoíris con este mensaje para colgar en los balcones. España no tardó el adoptar la frase “todo irá bien” en cuánto se sumó a Italia en el triste ránking de países más afectados de Europa por el coronavirus....

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Wuhan se aferró a la expresión cantonesa “jiayou”, traducible como “no te rindas” o “aguanta ahí”. Italia lo transformó en “tutto andrà bene”, la frase que empezaron a propagar un grupo de mujeres de Bari en Facebook y que pronto se convirtió en una iniciativa que pedía a los niños pintar arcoíris con este mensaje para colgar en los balcones. España no tardó el adoptar la frase “todo irá bien” en cuánto se sumó a Italia en el triste ránking de países más afectados de Europa por el coronavirus.

También como en Italia, el #TodoIráBien trascendió pronto el ámbito infantil. Lo han añadido a sus identidades en Twitter y lo escriben al final de cada correo electrónico individuos, empresas e instituciones tan distintas como Open Arms y Jupol, el sindicato mayoritario de la Policía. La etiqueta #todoirabien hermana a Unicef, la Cruz Roja, las Misiones Salesianas y una clínica dental de Málaga. Su transversalidad deriva de su sencillez. Decir “todo irá bien” es casi tan fácil y reconfortante como decir “buenos días” o “cuídate”, pero precisamente su esquematismo y el hecho de que el mensaje se pueda entender como una mentira piadosa colectiva –nada está yendo bien ni parece que vaya a ir en el futuro inmediato– empieza a irritar a algunos.

En la tercera semana de confinamiento, Protección Civil en Catalunya tuiteó un “todo irá bien” y la ex diputada de la CUP en el Parlament, Mireia Boya, lo calificó en Twitter de “mierda infantilista”. Ante ésta y otras críticas, el organismo de la Generalitat terminó por borrar el tuit y escribir otro de disculpas: “La intención del tuit era animar a los que sufren. Somos plenamente conscientes del dolor”, dijeron. Otros tuiteros reaccionaron diciendo que la corrección no era necesaria: “Intentar difundir ánimos no es motivo de ofensa”.

¿Se nos obliga a ser felices?

El psicólogo Edgar Cabanas, co-autor, junto a la socióloga israelí Eva Illouz del libro Happycracia (Paidós), que denuncia la “obligación de ser feliz” considera que la frase es “inútil e incluso contraproducente”. En su opinión, “este optimismo vacío siempre fue ingenuo, simplista e infantil, pero ahora queda incluso más claro que antes”. Cabanas recuerda que en las películas de acción es precisamente “cuando el protagonista dice aquello de ‘no te preocupes que todo irá bien’ cuando uno se da cuenta de que lo peor está por venir” y cita a Donald Trump como ejemplo de líder que ha generado una “falsa ilusión de control” con su insistencia en mantener más allá de lo razonable un “mensaje positivo, típicamente norteamericano”.

En España también se ha acusado a las comunicaciones del gobierno, las ruedas de prensa diarias de las 11.00 y las frecuentes comparecencias de Pedro Sánchez, de ser excesivamente optimistas, anunciando a diario que el famoso pico de la curva estaba por llegar. ¿Cuánto optimismo es el optimismo adecuado? “La cuestión no sólo es cuánto sino también cuándo. Sin duda, mucho optimismo es contraproducente por la falsa sensación de control que genera, pero si además viene en un momento como éste, donde la falta de control es casi completa, el resultado puede ser incluso peor”, cree Cabanas.

“Este optimismo vacío siempre fue ingenuo, simplista e infantil, pero ahora queda incluso más claro que antes”

Frente a los carteles del arcoíris, la escritora Bel Olid proponía recientemente otro de optimismo más moderado, uno que ha colgado en su balcón y que dice “No sabem si #totaniràbé pero farem el que podrem” (No sabemos si todo irá bien pero haremos lo que podamos). Olid apunta que “todo irá bien” es un mensaje peligroso que “quita responsabilidades a quien las tiene, porque para que todo vaya bien hace falta tomar medidas” y ni siquiera recomienda usarlo con los niños, aunque sus hijos tienen ya 16 y 18 años. “Podemos aprovechar para mostrar nuestra vulnerabilidad, porque estamos con criaturas las 24 horas del día y ven más que nunca los buenos y los malos momentos”.

La psicóloga infantil Noelia Romero San Pablo, del despacho Atalanta Psicología, cree que puede ser correcto utilizar la frase con los niños a modo de mantra, con un componente de pensamiento mágico, pero “rellenar” después los huecos que deja ese mensaje respondiendo a sus preguntas con sinceridad, y con unas fórmulas adaptadas a su nivel de madurez. En cuanto a los adultos, entiende que se haya extendido “porque es un mensaje positivo y optimista, que nos ayuda a contrarrestar el miedo que genera esta sensación desconocida”, pero si se entiende de manera literal “puede derivar en un mensaje negacionista, como si las cosas se fueran a resolver solas”.

Quizá el #todoirábien solo tiene sentido pleno como marketing empresarial en momentos de crisis. Cualquiera que tenga algo que vender puede echar mano de una frase blanca, aparentemente no cargada de ideología, que apela a cierto consenso social y que apunta a un futuro en que, quien pueda, volverá a consumir.

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